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Políticas de rieles desesperados: México a la Peña

 

Juan Villoro en el Graduate Center de Manhattan

 

El otoño anterior, un tren de esos que en España se llaman «de cercanías» se descarriló frente a la estación de Spuyten Duyvil (Garganta del Diablo en holandés), en el barrio Riverdale, de mayoría judía, en Nueva York. Siete de los vagones se salieron de los rieles hasta quedar a algunos metros del río Hudson. Murieron cuatro personas, más de 60 quedaron heridas y se descubrió que el piloto, un ingeniero obeso de apellido Rockefeller, iba dormido y a extrema velocidad. 

 

Como resultado del accidente se decidió cambiar todos los sistemas de seguridad del ferrocarril. Solo uno de ellos, la reconstrucción de un puente, costará 47 millones de dólares según el New York Times. El nuevo sistema potenciará la seguridad: se cambiaron los rieles, se redujeron las velocidades máximas, se creó un plan de entrenamiento para los choferes y se intalaron dispositivos electrónicos en curvas y puntos de peligro potencial que evitarán una tragedia similar. El plan integral, de varios años, costará una fortuna.

 

En México, según escribe Jorge Zepeda Petterson en El País, el problema principal del presidente Peña Nieto ha sido establecer un programa de crecimiento basado en un tren económico de alta velocidad que rodará sobre los rieles podridos del sistema mexicano. El destino último, aquello de lo que no parece darse cuenta el presidente, es también el descarrilamiento y la catástrofe.

 

No es la primera vez que sucede. Muchos de los países latinoamericanos han pretendido atender el tema del crecimiento económico apoyando la teoría del chorreo. Si los que siempre han tenido dinero siguen teniendo más, en algún momento no podrán sostenerlo y se les chorreará entre los dedos: los que estamos abajo, agradecidos mendigos, abrazaremos las monedas, cual niños debajo de una piñata y celebraremos el progreso de nuestros países.

 

Así no es. La prueba es México.

 

Como lo dijo Juan Villoro en una presentación en el Graduate Center de CUNY hace algunas semanas, es muy difícil que en México el progreso llegue pronto, porque el presidente parece operar como un personaje dentro de una telenovela. Pareciera imaginar que los errores que comete en estos capítulos iniciales del culebrón que es su presidencia están destinados–pase lo que pase– a un final feliz.


El espíritu represivo demostrado por el gobierno ante las protestas por los asesinatos de Iguala y los discursos que no han cambiado de tono, hacen temer que el tren de México, tal como el que manejaba Rockefeller, se encamina hacia el desastre. El gobierno Peña Nieto no quiere hablar de inversiones mayores en disminuir la corrupción, ni en atraer a los desplazados retomando el control de las tierras gobernadas por el narcotráfico. No hay inversión en los rieles viejos y el tren que Peña Nieto quiere para México es uno que vaya a toda velocidad. El actor principal parece decantarse hacia la escritura de otro tipo de novela (esas que él no lee): la de una tragedia anunciada.

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