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BrújulaPor el camino de Proust

Por el camino de Proust

Condesa Mathieu de Noailles, por Ignacio Zuloaga

Así titulaba José María Herrera su encendida reseña de la exposición colectiva Proust y las artes en ABC Cultural, que arranca así: “Los lectores de A la busca del tiempo perdido saben que además del famoso episodio de la magdalena, la novela contiene otros ejemplos de ‘memoria involuntaria’ igual de interesantes, como el que sucede cuando el narrador nota en el patio de la residencia de los Guermantes una desigualdad de altura entre dos adoquines que le lleva a recordar las irregularidades del suelo del baptisterio de San Marcos de Venecia y, tras pensar unos instantes en el inexorable desgaste de las cosas, a constatar que su misión como escrito es volver a bañarse en el río de Heráclito y recobra lo que el tiempo ha destruido. Obra maestra de la literatura universal hecha al modo en que, según Flaubert, se hacen los libros (“no como los niños, sino como las pirámides”), su autor emprendió la faraónica labor en 1906. Durante 16 años, hasta su muerte, en 1922, escribió y corrigió miles de páginas”, en las que dio vida a 503 personajes. Herrera recuerda que Proust es “el rey Midas de la belleza”, y aunque su obra es un “prisma vibrante” en la que todo arte tiene su presencia, muestra una indudable predilección por la pintura. Hace hincapié el autor de Los archivos de Alvise Contarini en que el recorrido creado por su comisario, Fernando Checa, “permite conocer gracias a la cuidadosa selección de pinturas, fotografías, ropas, la evolución de los gustos estéticos del escritor (Vermeer, Turner, Fantin Latour, Moreau, Whistler y muchos otros), el París donde vivió y cuya atmósfera inmortalizarán los impresionistas (Pisarro, Manet…), las personas que formaron parte de su círculo íntimo (entre ellas, los Madrazo o Mariano Fortuny hijo), los personajes reales en que se inspiró para crear a los protagonistas de la novela (¿qué lector no querría saber cómo eran los modelos de Swann, Odette, la duquesa de Guermantes o el barón Charlus?), el vestuario y los complementos de la elegancia aristocrática, su amor por las catedrales medievales o por Venecia y sus artistas, incluido Guardi”.

 

Dónde: Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

Cuándo: Hasta el 8 de junio

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