Paz, tres letras que unidas forman una canción de amor que debería extenderse a lo largo y ancho de nuestra sufrida Tierra. Su símbolo una paloma que lleva en su pico una rama de laurel. Un argumento muy utilizado en el mundo y sin embargo cruelmente violado una y otra vez a lo largo de las generaciones desde que el homo sapiens y sus ancestros comenzaron a caminar para extenderse por el planeta. Desde ese mismo momento, no ha conocido la paz. Luchas por el territorio, por el poder, por la ambición, por el odio…se han extendido a lo largo de la historia de la humanidad. No ha existido límites en su corto caminar. La sangre derramada siempre nos ha acompañado a lo largo de los siglos. De los puños se pasó a los bastones, de ahí a las lanzas y flechas, más tarde las espadas y el acero para terminar en la pólvora, las balas, las bombas, las armas de fuego y carros de combate de todo tipo tanto terrestres, como aéreos y marinos, para terminar con las bombas atómicas, misiles y drones armados y armas bacteriológicas Las sociedades han vivido dentro de un concepto general, preparándose siempre para la guerra. Somos un pueblo guerrero y la violencia se encuentra en nuestros genes.
Pero ya es hora de evolucionar. Los gobiernos del mundo y las grandes multinacionales son los culpables de seguir manteniendo el error evolutivo de destruir la Paz. Los intereses claramente geopolíticos, son el motor para que las sociedades de hoy en día sufran las guerras y las continuas violaciones de los derechos humanos junto con los crímenes de lesa humanidad. Tristemente, este sistema opresivo y militar va a continuar, según vaya aumentando la escasez de recursos naturales como el agua y ciertos minerales que enriquecen a los poderes fácticos que manejan el mundo.
¿Cómo podemos cambiar este rumbo? Solo nos queda la esperanza de intentar que nosotros mismos extendamos la paz, que olvidemos los rencores y nos esforcemos en ver lo positivo de nuestras vidas y enseñárselo a nuestros hijos. Que sembremos la semilla de la paloma y el laurel, para ver si entre todos, con esa sinergia unida, al menos vayan floreciendo brotes de Paz y que se vayan extendiendo a lo largo del mundo como lo hicieron nuestros ancestros. Y así tal vez, dentro de miles de años si aún nuestra especie está viva y si no para los que estén, nazca un gran árbol del amor, enorme y con muchas ramas donde sus hojas serán banderas de paz y con el viento pueda extenderse hasta el infinito.
Luces del cielo
agitan mi sed,
me embriagan,
transforman mi ser
buscando con esmero
el sonido de la fe.
Tocan los tambores
allá en el valle.
Se agita el viento
y se escucha suave
la voz del lamento.
Mil colores,
acuarelas de la vida
pintan el semblante
de un gran tapiz
verde y humeante.
Allá en el horizonte
el hielo se marchita,
milenarios glaciares
despiertan imperantes
y el llanto sonoro
se escucha oscilante.
El fuego avanza.
Árboles caídos
en la madrugada,
vidas perdidas
en la cañada,
lágrimas vacías
de impotencia
apuñalada.
Se pierde la voz
y la historia herida
una vez más,
abre el corazón
de un mundo perdido
en las tinieblas de la razón.