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Por Pasamonte

Nadie sabe quién es Pasamonte.

De él, por lo que escribe entre nosotros, se sabe poco a ciencia cierta. Que vive en Córdoba, que toma un quintito a veces con los amigos, cuando se puede. Y que prepara algo. Poco más.

El otro día, antes de ir al peluquero, volví a leer lo último que escribió. Buscaba ambientarme. Nos contaba su corte de pelo. La conversación con el profesional desde la silla. El hartazgo de él.

«Si el virus no se va, me iré yo».

«Ya solo me queda la política —me dijo—, pero antes me meto un tiro».

Me senté en el sillón, la ría de Vigo se reflejaba en el espejo. Recordé las visitas a Córdoba hace años. La mezquita, la calle Queso, la antigua medina (calles serpenteantes). El olor de los geranios. Los bares llenos, berenjenas con azúcar de caña oscura. Cruzar el puente.

—¿Cómo lo quieres?

—Muy corto.

Me dije que debía hacer como Pasamonte. Hablar con el peluquero. Ver qué pasaba por esta parte del país en estado de alarma con toque de queda, lejos del Guadalquivir. Aproveché la ocasión. Sonaba Radio 3 encima.

—¿Es Radio 3, no?

—Sí, la tengo puesta siempre. Nada de política continua. Y si empiezan (que pocas veces), silencio. A escuchar los coches pasar.

Y la conversación tomó sus derroteros. Cuarenta minutos de corte. Me acabó recomendando una película de luchas obreras en Italia. Incluso me habló de una radio creada por marineros en Canarias.

Me limpió un poco los pelos que tenía por la cara y la mascarilla y salí.

*

Nunca había hablado tanto con un peluquero. Y todo gracias a Pasamonte.

*

Queda así inaugurada la crónica peluquera para pulsar el estado de un país, ciudad, momento histórico.

El desconocido Pasamonte la inició.

Fui epígono.

Esperemos que pronto lleguen nuevas crónicas peluqueras, desde Huelva a Lleida, Gibraltar, Helsinki.

Hay que conocer mejor lo que piensan aquellos que podrían equivocarse, cortarnos.


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