Jugar una partida de Ajedrez es pensar,
elaborar planes y también tener una pizca de fantasía.
(D. Bronstein)
…Había descubierto el ajedrez pero, más allá, mucho más allá de descubrir el ajedrez como un medio lúdico de pasar el tiempo, había algo más, había “misterio”, como si ese tablero encerrara algo más, años después fui entendiendo que era aquello que tanto me atraía, como si se tratara de un canto de sirenas para los marineros, había en ese tablero una “llamada”. Lo que me atraía no era otra cosa que ese nudo gordiano que supone cada jugada, donde, a diferencia de lo que hizo Alejandro Magno, no se puede cortar de un tajo con la espalda, no, hay que ser paciente, intuitivo, observador, saber templarse y contenerse cuando la mano se va hacia la espada para, de un tajo solucionar el problema. Me quedé maravillado y, por qué no decirlo, “enganchado” al proceso mental que supone cada jugada y, precisamente ahí, comenzó este idilio que dura ya más de 20 años.
Con el tiempo fui comprobando como mi carácter –que nunca fue especialmente impulsivo-, se iba haciendo todavía más reflexivo y, como dice el titulo de este artículo, el ejercicio de sempiterno cuestionamiento sobre el tablero, hace que haya un paralelismo y uno empiece a preguntarse el por qué de las cosas, a intentar profundizar y, lo que es más importante –y provechoso para los niños o jóvenes-: El intentar buscar su propia verdad.
Hablando en términos puramente pedagógicos, cuando un niño / joven, se vuelve una persona reflexiva y que, además logra tener la capacidad de ver un problema, situación o jugada desde varios puntos de vista, con sus pros y sus contras, con sus valoraciones a favor o en contra, lo que está haciendo esa persona no es otra cosa que buscar la verdad y cuando uno dice “la verdad”, no quiere decir que sea total y absoluta, ni siquiera que sea “la verdad” si no que, para él, esa “verdad” (o jugada), después de una profunda reflexión es la correcta. Una vez tomada esa decisión (no olvidemos que en ajedrez uno no puede ceder el turno al rival y, por buena o mala que sea la jugada, se tiene que hacer), lo importante es el valor y seguridad con el que se hace, el convencimiento de que, la decisión que se tome, buena o mala, es uno el que la hace y es uno el responsable de lo que hace y por qué lo hace. Eso es lo importante. Eso es uno de los mayores beneficios que puede tener una persona que, con asiduidad se ejercita con el juego-ciencia. La responsabilidad. En cualquier momento, uno es el responsable de todos y cada uno de los movimientos que uno hace, no existe el azar, la persona que está enfrente es tan responsable de sus movimientos como lo es uno y, lo que sucede durante una partida de ajedrez (entre muchas cosas que se irán tocando) es que hay una confrontación de puntos de vista, de interpretaciones y es ahí justamente donde un puede crecer como jugador pero, principalmente como persona, cuando uno es capaz de escuchar a la persona y ser capaz de, después de un intercambio de opiniones, hacer un acto de autoanálisis, de cuestionamiento y crecer gracias al conocimiento del otro jugador sabiendo que, si uno es capaz de asimilar esa “nueva lección”, uno se volverá más y más fuerte y cuando digo más fuerte no me limito a la fuerza como jugador de ajedrez, sino como persona ya que habrá aprendido lo que significa: Aprender.