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Mientras tantoPor si acaso, Guinea Ecuatorial

Por si acaso, Guinea Ecuatorial


 

Visto el estado de excitación y alegría apenas contenida de muchos guineanos ante los hechos que tuvieron lugar luego del referéndum en Cataluña es necesario relacionar inmediatamente aquel estado de ánimo con los hechos que dicho sentimiento han tenido en el pasado y pueden tener lugar en el futuro de Guinea Ecuatorial.

 

Efectivamente, sabemos que la sola mención de cualquier hecho identitario al margen del poder hegemónico en la Guinea actual se recibiría con desconfianza por el poder vigente, y la apelación del hecho identitario con fines emancipatorios sería catalogado inmediatamente como un ataque a la unidad nacional. Y es aquí donde habría que hacer aclaraciones sobre los hechos pasados: ninguna de las etnias que hoy pueblan la Guinea puede reclamar ninguna contribución por esta cacareada y sacralizada unidad nacional. Ninguno de estos pueblos atesoraba conocimientos para entrar en conocimiento con los restantes. Habida cuenta del carácter archipiélago del país, hemos de aportar la información de que ninguno de los pueblos aludidos tenía ni la ciencia ni los conocimientos náuticos suficientes para entrar en contacto con los otros.  Así que la unidad del país guineano es una acción exclusivamente colonial Y sin los fondos económicos necesarios para emprender una tarea tan fatigosa como la independencia, podemos afirmar que la misma es por obra y gracia de España, presionada por las potencias coloniales de entonces. Guinea no accedió a la independencia mediante una acción militar de los guineanos, algo impensable, y ningún grupo étnico capitaneó los procesos de dicha independencia, aunque pronto despuntaron los oportunistas que recibieron las armas que dejaron los colonos y convirtieron aquella Guinea en un erial, cuyas consecuencias son vigentes hoy en día.

 

Este hecho debe ser conocido por todos los guineanos, porque la asunción del poder por parte de Macías significó la eliminación de los primeros guineanos que quisieron poner en entredicho aquella unidad nacional, y las muertes siguieron, sin que el Estado guineano haya hecho el mínimo intento por reparar a los familiares de dichas muertes. Hoy la unidad nacional sigue siendo un tema sagrado, siendo un país que no fomenta no sólo la ciencia y la educación, que clasifica a los ciudadanos con métodos distintos que los puramente tribales, tampoco fomenta el conocimiento de la diversidad étnica del país, además de que el guineano no es tenido en cuenta en muchas cuestiones nacionales. Por ejemplo, hace años que los guineanos apenas toman parte en competiciones deportivas internacionales, ocupando su lugar los extranjeros.

 

Es significativo lo de la ausencia de hechos bélicos, pues los mismos, pese a su atrocidad, suelen ser glorificados para la exaltación del poder, con la creación de héroes y fechas significativas, pues hoy en día, y pese a que no hay declarada oficialmente una guerra en el territorio, los que retienen el poder, nativos de una zona geográfica de una etnia concreta, han arbitrado un método para hacernos creer que la eliminación física de individuos puede ser una vía para la promoción social y política, un hecho que se recrudece durante los procesos electorales. Estas muertes darían lugar para un estudio profundo de prácticas humanas llamativas; estamos viendo, pues, que cualquier poder hegemónico necesita del derramamiento de sangre.

 

Todos los antecedentes enumerados, y otros que no citamos porque sería una larguísima lección de historia, nos mueven a decir que en el futuro, cuando un grupo nacional distinto del poder hegemónico actual, reclame o cuestione los pilares de esta unidad nacional y los mismos de siempre quieran desatar una guerra por una supuesta defensa, nosotros nos desmarcaremos de sus viles pensamientos y diremos lo que hemos dicho arriba, enumerando los hechos por los que ningún grupo nacional puede proclamarse garante de la unidad, aprovechando tal circunstancia para seguir cometiendo abusos, como los que hoy jalean alegremente.

 

Barcelona, 7 de octubre de 2017

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