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Mientras tantoPor sus pies les conoceréis

Por sus pies les conoceréis


 

De vez en cuando, en esas interminables noches de zapping y televisión, no puedo evitar detenerme en determinados programas llamados de corazón, antes crónica social y para los más telebasura o programas de vísceras. Y no puedo evitar esbozar una sonrisa cuando aparecen determinados personajillos reclamando la paternidad de sus retoños a famosos cotizados. Si, soy un hombre de ciencia pero no un marciano, y también tengo derecho a perder parte de mi tiempo en la nada.

 

Entonces surgen enconados debates entre los periodistas u opinadores a favor o en contra de la paternidad del fulano, quien en la mayoría de los casos abjura de haber tenido relaciones -sin poner medios al menos- con las subsodichas, aportando pruebas de todo tipo.

 

Es ese el momento donde cuestiono con cierta preocupación dónde estaban esos sesudos periodistas -se les supone con título universitario- cuando tocaba las clases de genética y las leyes de Mendel durante la educación secundaria. Seguro que ya se encontraban educando su mente para la polémica observando atentamente por la ventana de su clase por si el profe de gimnasia se escapaba con la de historia o si el conserje le tiraba los trastos a la de matemáticas.

 

Si hubieran tenido la curiosidad en otra parte, ahora sabrían que los genes se transmiten de padres a hijos y que dentro de esa herencia genética, existen unos rasgos predominantes, y que de un vistazo nos pueden poner sobre las pistas de una paternidad, aunque el presunto progenitor no se someta a las pruebas de ADN.

 

No son pruebas concluyentes, pero desde luego les orientarían en sus preguntas y, sobre todo, ayudarían a los sufridos espectadores a tener una idea clara si tras el ayuntamiento hubo procreación.

 

Por ejemplo, bastaría con interrogar a la presunta sobre la fisonomía de los pies de su retoño y luego comparar esos datos con los del supuesto padre. Una coincidencia por ejemplo en los dedos  -el pie griego, es decir que el índice sea mayor que el gordo, es un indicio concluyente para determinar esa paternidad, ya que se trata de un rasgo recesivo que los padres transmitimos a nuestros hijos.

 

Y como decía aquella…. “hasta aquí puedo leer”, que si no les va a entrar afición a poblar las playas y comparar las extremidades inferiores de las familias que allí disfruten de sus días de asueto para ver cuántas han sido infieles.

 

Eduardo Costas

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