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Mientras tantoPorque yo lo valgo

Porque yo lo valgo


 

Los padres no quieren que sus hijos sean periodistas ni escritores. Lo dice el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), pero no explica las razones. Sí sabemos que sólo los jueces –y por muy poco– son peor valorados que los periodistas. No hay políticos o banqueros en la lista, todo sea dicho. Según las encuestas, a quien lee el periódico en la barra del bar le merece más respeto el camarero que le ha servido el café que quien firma la primera página del diario en cuestión.

 

¿Sorprendente? No para mí. Claro, no contaba con que los periodistas tenemos tanto ego como poca capacidad crítica. «Así que los mismos ciudadanos que ven en la corrupción el segundo problema de España no creen en los que destapan o persiguen esos casos», venía a decir uno. Otra se preguntaba por qué el CIS planteaba esa cuestión. Lo hacían en Twitter, ese terreno que hemos colonizado y tanto refuerza nuestro amor propio.

 

Que los ególatras piensen lo que quieran, que ellos son los buenos, pero lo cierto es que tenemos un problema.

 

Tenemos un problema cuando uno se despierta con un columnista opinando sobre el ‘caso Bárcenas’ en el periódico, lo escucha comentando el partido de ayer mientras conduce al trabajo, se toma la merienda con el mismo compañero avanzando en televisión qué ocurrirá tras la muerte de Chávez y se acuesta con el mismo ‘sabelotodo’ explicando los datos del déficit en la radio. El sobresalto será mayor cuando, la noche del sábado, se lo encuentre pegando gritos en el corral.

 

*Fuente.

 

Ayer estuve en la entrega del Premio Gaziel. Gaziel, seudónimo de Agustí Calvet, fue un humanista que de repente se encontró enviando crónicas desde el París de la Primera Guerra Mundial. Unos relatos estupendos que están recopilados en ‘En las trincheras‘. Gaziel llegaría a dirigir ‘La Vanguardia’ entre 1920 y 1936. Ahora da nombre al premio que otorga la Fundación Conde de Godó a las mejores biografías y memorias. Màrius Carol, que presentó el acto, resaltó de Gaziel la enorme influencia que tuvo entre las élites barcelonesas. No sus crónicas, algunas memorables, sino su influencia sobre la burguesía.

 

El auditorio vestía con corbata: el Conde de Godó, Felipe González, Pedro Solbes, Marcelino Oreja, Ángel Gabilondo, Ramón Jáuregui, Juan Miguel Villar Mir, Antonio Garrigues Walker… Los periodistas también llevaban corbata. Hoy ‘La Vanguardia’ lo cuenta en cuatro páginas. La crónica principal está plagada de nombres y la segunda doble página de fotografías.

 

Los ciudadanos desconfían de los periodistas y todavía nos sorprendemos.

 

¿Qué confianza merecen las informaciones de aquellos que se pasan el día tuiteando opiniones y acudiendo a tertulias? Algunos incluso llegan a pensar que sus opiniones deben ser valoradas como informaciones. Murió Chávez y cierto director de periódico se pavoneó: si ya decía yo que cuando Chávez volvió a Venezuela era para morir en casa. Enhorabuena por la exclusiva. Murió Chávez y algunos periodistas se vinieron arriba: yo lo entrevisté, yo lo conocí, me firmó una Constitución, a mí no me firmó nada, yo no lo conocí, yo, yo, yo…

 

 

 

 

Y los opinadores profesionales: ¿En serio hay que explicar las diferencias entre Hitler y Chávez? Traducción: ¿De verdad sois tan ignorantes?

 

Este post suele llegar los lunes y hoy es jueves; lo escribo porque al menos una persona lo ha echado en falta. El lunes lo pasé devorando ‘State of Play’, una miniserie de seis capítulos que muestra lo peor y lo mejor del periodismo. Nada que ver con la edulcorada versión protagonizada por Russell Crowe y Ben Affleck que fue llevada a los cines. El martes había fútbol y ayer estuve escondido entre corbatas. Con el deber cumplido, merezco ponerme a leer lo último de la editorial Libros del K.O.: ‘La banda que escribía torcido. Una historia del Nuevo Periodismo‘.

 

 

Cuentan los editores del K.O. que «el libro reconstruye las peripecias de unos periodistas talentosos e iconoclastas (Tom Wolfe, Gay Talese, Hunter S. Thompson, Joan Didion) que con sus aciertos y excesos crearon una nueva forma de contar historias». Infolibre ha publicado este adelanto:

 

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