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Postureo musical

 

Si imagináis un post sobre las músicas más adecuadas para las posturas del Kamasutra, pues no. Para esas informaciones escoged otro blog más sibarita entre los que hay en esta estupenda revista, que los hay y muy buenos, que ya sabéis que mi prosa es muy descarnada y de la calle. Nada de florituras. Yo vengo aquí hoy a hablar de mi libro no, pero a hablar de postureo. Que es un fenómeno en alza. Tanto que si en mi anterior post tuve que hablar del postureo guarriporter, en éste me veo en la obligación de escribir del postureo musical porque los músicos también cultivan mucho este arte del vendepeines.

 

Resulta que tengo una amiga (sí, he dicho amiga, y me veo también en la obligación de alejarme del personaje protagonista de mi blog porque ya no sé si ligo porque gusto a los hombres o porque si les gusta la idea que se hacen de mí porque escribo de sexo). A lo que iba, tengo una a-mi-ga que el otro día se lió con un cantante. Un rockero para más detalles, del que no diré el nombre porque, aunque no es tan conocido como Raphael ni como John Mayer, oye, tiene sus acólitos y tampoco es cuestión de que nos caiga ni a mí ni a FronteraD un juicio por ser bocazas. Que no estamos tan sobrados de dinero ni de tiempo.

 

Al tema: pues va ella y se enrolla con el rockero. Porque no tenía ningún rockero en su haber me dijo. Tenía foteros, periodistas, seguratas, abogados, tunos, casados, separados (de éstos muchos), en vías de separación.. en fin, una panoplia muy variada que aquello parecía una oficina del Inem. Pero rockeros en activo y pseudofamosos, ninguno. Y ella es muy de experimentar.

 

Empezaré diciendo que los rockeros ya no son lo que eran: tú te imaginas al rockero con pelo largo y viviendo en el centro de la urbe, en un ático con piscina, y no. Ya no tienen pelo largo y además viven a tomar por culo de la urbe, en un descampado casi. “Que si necesito calma después de tanto clamor del público y por eso me vine aquí” fue una de sus primeras frases (empezó pronto el chaval con el postureo).

 

Hasta allí se tuvo que ir la santa, que qué no haría ella por un polvo. Hasta allí se fue Sole con una tortilla. Si, con una tortilla de patatas y con su cebolla. Que ya tiene cojones que te tengas que ir hasta un secarral para follar y que encima tengas que llevar tú la comida. Eso le grité yo por teléfono cuando me dijo que estaba cerca de donde había construido el Pocero, pero ella me dijo que es que habían quedado en probar unos vinos y que a ella la bebida, sin nada en el estómago, le sentaba fatal.

 

No es la primera vez que Sole se ve en situaciones de follar llevando comida, porque ya estuvo en otra pero transportando higos. Ella es muy gastronómica parece ser, y une dos de sus pasiones: la comida y el sexo. Pero esto lo veremos en otro post, si ha lugar.

 

Total, que unas risas con el rockero y se pusieron al día de sus vidas y qué tal tú, y te separaste y él venga a quejarse de su ex (qué malas somos todas las exes madre mía y ellos qué santos) y tal y cual Pascual, que si voy a muchos países a ayudar a los niños pobres (¿os suena esto de algo?), que aquello me pone los pies en el suelo porque así es la vida real, no la de los escenarios, porque la pobreza es total (sobre todo cuando la ves de visita, claro). Todo muy bonito y muy solidario.

 

En definitiva, que después de la tortilla y los vinos, se pusieron a follar como lobos. Sí, eso me dijo: en todas las posturas, en todas las mesas de la casa (el rock da para pagar una casa con varias mesas de distintas alturas y materiales), de pie en la puerta. En fin, una festival hormonal. Ella se corrió un par de veces (tampoco era una cosa extraordinaria un par de orgasmos, me decía, pero considerando que con el anterior la cuestión había sido tipo conejil, pues ella, bien contenta). Y justo venía ella de hacer todo el esfuerzo, sentada encima de él en el sillón (de piel, que ser periodista no da para comprar uno de piel, pero si te dedicas al rock sí, nótese aquí un puntito de envidia) cuando le entró una sed terrible. “Ay que sed, dijo, me muero de sed, quiero agua”. Así que ambos se fueron a la cocina, ella empezó a beber sorbitos de agua y lo siguiente fue que se encontró tirada en el suelo, desnudita. “Te has desmayado”, le dijo el rockero. Sole flipó. En la vida le había pasado, pero se puso a echar cuentas y había estado corriendo todo el día: el trabajo, la comida, los niños, el marido… Y no había parado, y sin apenas ingerir comida. Ya está: bajada de tensión brusca se dijo ella mientras lo veía todo desde abajo, incluso al rockero que se seguía masturbando porque bien está que te desmayes y él te ponga una almohada en la cabeza y te levante las piernas, pero claro, el chaval quería correrse también… Que uno es rockero pero también humano.

 

Le hizo un café, esperó a que se sintiera mejor, llamó a un taxi (“no te llevo yo que he bebido y no me fío y si me paran y me reconocen, ya sabes, la prensa”), le dio un beso en la mejilla y adiós. En general, más o menos bien, se iba haciendo ella las cuentas en el taxi. No, ser rockero no da para pagar los cuarenta eurazos que le costó la broma a mi amiga que encima que llevó la tortilla se tuvo que pagar el taxi. Ayy qué boba eres Sole.

 

A ver, que yo conozco a Sole y ella no esperaba un ramo de rosas al día siguiente. O una notita. O un mensaje diciéndole “qué polvo echamos en la mesa al más puro estilo El cartero siempre llama dos veces”. pero hombre, ¡un mensajito preguntando cómo te encuentras después del mareo!

 

Sí, le dije yo, eso hubiera sido de recibo. Y sin necesidad de añadir nada más Sole me dijo: chica, para mí que todo lo que me contó de cuánto ayudaba en el Tercer Mundo era pura fachada. Postureo musical.

 

Pues sí, Sole, pues sí.

 

(Cualquier parecido entre la realidad y este relato es pura coincidencia. Besis)

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