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Preguntar desde la indignación

 

¿Es posible hacerle a un entrevistado la misma pregunta hasta doce veces seguidas? Jeremy Paxman, periodista de la BBC, respondería que sí. No solo se puede hacer, diría él, sino que es una forma de acabar con la carrera de un político.

 

Al conservador británico Michael Howard le pasó cuando era secretario de Estado de Interior, en 1997. Acudía Howard a la BBC tras unas informaciones que lo dejaban en mal lugar y a Paxman no se le ocurrió otra cosa que preguntarle por ello.

 

«Did you threaten to overrule him?». Una, dos, tres, cuatro… hasta doce veces. Howard intenta escapar con una respuesta vacía, después farfulla otras palabras igual de irrelevantes y sus ojos evidencian que ha perdido la batalla. No responde, Paxman sigue representando, y Howard sabe que está perdido.

 

Ese mismo año, tras la dimisión de John Major, intentó hacerse con el liderazgo de los «tories». No lo consiguió. Solo llegó a ocupar el cargo en 2003, cuando tenía 62 años. Cuando Tony Blair era el señor de la política británica.

 

Christiane Amanpour trabaja para la ABC norteamericana. Es una periodista capaz de hacer lo que aquí tanto sorprende: preguntar sin rodeos: «¿Qué pensaste cuando Fidel Castro dijo señor presidente, deje de atacar a los judíos. Deje de negar el Holocausto. Deje de ser antisemita. ¿Fidel Castro, Cuba, es una amigo de Irán?». En lado izquierdo de la pantalla está Mahmud Ahmadineyad.

 

«Quiero preguntarle acerca de los derechos humanos. Usted sabe que la señora Sakineh Mohammadi Ashtiani fue condenada a la lapidación. Su sentencia fue revocada. ¿Qué es lo que opina sobre la lapidación? ¿Piensa que es una sentencia apropiada para el Irán moderno de hoy?». Directo al mentón del presidente iraní, que hace lo posible por no responder.

 

«Quiero saber cuál es su punto de vista sobre la lapidación. ¿Cree que es adecuado y apropiado para un país moderno y que quiere tener energía nuclear?», insiste Amanpour. «¿Por qué no termina su discurso y después me permite hablar?», responde Ahmadineyad. «Le estoy pidiendo su opinión», insiste la periodista.

 

Ahmadineyad: «Bueno, si usted quiere que yo hable, si quiere darme lecciones, se puede, pero eso está bien…». Amanpour: «Ok, me gustaría conocer su opinión sobre la lapidación».

 

Tercer asalto: «Desde que es usted presidente las ejecuciones se han multiplicado por cuatro. ¿Lo sabía?». «No es cierto –se defiende el presidente iraní–. En absoluto. En absoluto». «¿Así que niega eso? Los grupos de derechos humanos dicen que…». Interrumpe Ahmadineyad: «¿Cómo lo saben? Ellos no han estado en Irán».

 

La entrevista tuvo lugar en septiembre de 2010 en Nueva York.

 

 

 

Unos meses después fue Ana Pastor quien entrevistó a Ahmadineyad, esta vez en Teherán. Fue también una entrevista valiente, pero fue noticia porque a la conductora de ‘Los desayunos de TVE’ se le cayó el velo. Otros subrayaron su valentía, por atreverse a plantear cuestiones polémicas. Ana Pastor hizo su trabajo y dejó sin habla a muchos. Mala noticia para el periodismo comprometido.

 

Unos días después, hace ya cerca de un año, tuve ocasión de asistir a una charla suya. La entradilla de la crónica nunca publicada que escribí dice así: «Según los libros de estilo, no se debería repreguntar más de dos o tres veces. Pero Ana Pastor no tiene límites». Y continúa: «Defiende una forma de practicar el periodismo basado en la indignación. La responsabilidad del periodista, indicó, es amargarle el desayuno a la gente. Y a los políticos».

 

Habló en aquella ocasión de la dignidad y la honestidad como valores que rigen su trabajo. La pasada semana, de vuelta al Máster de ABC, dijo que ser madre le ayuda a ser mejor periodista. No quiere que su hijo pueda echarle nunca en cara que no preguntó lo que debía.

 

Foto: Juan Piedra

 

Serán las audiencias quienes decidan si su forma de enfrentarse al periodismo está caduca. Mientras tanto, tiene claro que su estilo es el anglosajón, el del periodismo incómodo. Le pese a quien le pese: incluidos políticos que la acusan de ser «sectaria», los que solo acceden a ser entrevistados en campaña electoral o los que se permiten llamarla «Señorita Rottenmeier» o «Anita».

 

Quizá, algún día, la norma será la que siguió el ex primer ministro británico Tony Blair, que tras ser entrevistado por ella en julio de 2010 pidió acudir al programa en un viaje a España un año después.

 

Aquella crónica que nunca fue publicada acaba así: «Tiene claro que no es la única que repregunta en España, pero echa de menos una tradición como la norteamericana, donde hay mucho más apoyo entre los periodistas. No entiende por qué es noticia que haga su trabajo. Recordó la primera comparecencia de Patxi López como lehendakari, donde no hubo una sola pregunta. Ese no es su estilo».

 

 

* Ana Pastor me aclara que, en la rueda de prensa de Patxi López, no hubo preguntas al principio. Al parecer, alguno se animó después.

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