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Mientras tantoPreguntas para trenes que se han ido

Preguntas para trenes que se han ido

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

 

ALLEN & CUMMINGS

 

 

“Ni la lluvia tiene las manos tan pequeñas”. La lluvia, que se derrama en gotas indistinguibles entre sí, en eso es como el hombre. Lluvia. Hombre. Dices “lluvia” y es todas las lluvias y es cada gota en cada una de esas lluvias. Dices “hombre” y es todos los hombres, sus dejes, sus manías; aun finito, que apenas sí hay rasgos para todos: el catálogo de sus apariencias. Lluvia y hombre se nos aparecen y caen sobre nosotros. A la vez todas las gotas de esa lluvia que aún no te ha mojado y es otra gota ya y en ese instante otras gotas caen sobre otros hombres, mojan a otras personas, no dejan de caer, gotas distintas sobre la misma gente, gotas al mismo tiempo sobre gente distinta y más gotas después: en aquel tiempo fue el diluvio y el tiempo no era bueno, mientras la gente no deja de cambiar bajo la lluvia. La misma gota no se puede recibir dos veces en el vertical río de las gotas, pero tampoco es fácil que la siguiente gota encuentre al mismo hombre, hoy éste, ayer aquél y un instante y ya es otro. Así que conocer es imposible. Conformémonos con tocarnos. Como la lluvia, pero con nuestras manos. Más grandes. Pero secas. No, no siempre.

 

A HARD RAIN

 

 

Llueve en Oviedo hoy, que ya era hora. En el cambio climático te lo dan confundido por mucho que te quejes. Hay quien no cree en él y cree que el universo se hizo en siete días y en la guerra: ¿para qué perder tiempo, si estás con Nosotros? Se rearman. Los Estados Unidos. España, que va a aumentar el presupuesto de Defensa, veo: quiero. Si todo sigue así, la lluvia que caerá será otra lluvia y “lluvia” tendrá otro significado, hasta que no signifique nada en absoluto, porque no habrá quien pueda entender “lluvia”, ni habrá quien la reciba; entonces dejará de llover.

 

JEANETTE PARA MIGUEL RÍOS

 

 

Luego, vuelta a empezar. Aquí, o en otro sitio. La vida, que prendió en las profundidades, aguarda una señal para manifestarse. Y si fue un accidente y no hay más vida, nosotros no vamos a saberlo. Igual que no asistimos al inmenso espectáculo telúrico en el que se formaron las montañas y se abrieron los mares. No por eso dejó de suceder. El holocausto nuclear tampoco va a ser manco. Ése lo veremos. O lo verá el futuro como únicamente pueden verse estas cosas, que es con los ojos en la mano.

 

IMPROVISIÓN

 

 

SACO 2017, la tercera edición. Cine. Danza. Teatro. Conferencias. Talleres. Creación. Fue en siete días. La creación. Allí, la gente, que no había, perdiéndoselo todo. Y el instante supremo: la vida, en los abismos insondables, que es manía, ponerlo, el espectáculo, donde no llega nadie. Se imagina uno luego la entera evolución, que niegan los no evolucionados. Las criaturas, raras, como frutos de una explosión atómica, mutantes: el rape abisal, con una luz-anzuelo en su cabeza; el Stomias boa, con los dientes más largos que la boca y que debe tener cuidado con sus presas porque si las ensarta y son demasiado grandes, luego no puede desprenderse de ellas y muere de inanición, la boca abierta; el Caulophryne jordani, considerablemente más pequeño el macho que la hembra y que se adhiere a ella para sobrevivir, cambiando el alimento por esperma. Más arriba: los crustáceos saliendo de sus escondrijos, holoturias, anémonas, anguilas. Hay un momento mágico de Improvisión, traído por la estrella de mar que se acaba de ver en la pantalla (no coinciden jamás la danza y las imágenes), en el que el escenario se puebla de formas espectrales mecidas por la música: es el fondo del mar, pero no muy abajo. Y es, también, momento primordial: nace otra vida, sin que esté, todavía, el hombre para verlo; y el hombre, ahora en la butaca, no se moja. Hasta que acabe por llover dentro del cine. Eso llevará gente. El patio lleno del Teatro Campoamor para ver Improvisión. No es para menos. Y lleno, cada día, en todas partes.

 

Una jornada antes, el Oeste. Vida vaquera en SACO: un mundo que se pierde.

 

En busca de los tiempos perdidos

 

EL NOME DE LOS ÁRBOLES

 

 

“El cobarde falangista”, que los hay. Que los hubo. Los que iban por las casas en manada asesinando gente, torturando, sentando a las mujeres sobre la placa al rojo del fogón para que delatasen; rapando, cuando el día iba de buenas. Los hubo, los habrá, también valientes. Luego lo más seguro es que “cobarde”, “canalla”, “medio hombre” (ver, abajo, la Marcha del Coronel Bogey), no cuadre. Aunque lo autoricen la impotencia y la rabia, de poco sirve referirse al enemigo con términos aplicables a cualquiera. En cierto modo, es justificarlo. Vamos a lo que vamos: al sustantivo de las cosas. Quien lucha por una vida digna para todos y quien lucha por mantener y acrecentar sus privilegios. Eso nos califica.

 

De Ramón Lluís Bande se diría que acuñó la expresión “de una pieza” uno que conocía a Ramón Lluís. Así son sus películas. Ramón Lluís Bande bucea en la memoria y se esfuerza por preservar lo que el tiempo difumina con la intención clara de borrarlo. “Se trató, no tanto de una guerra fraticida -nunca es la causa el odio: el odio es la herramienta-, como de un conflicto de intereses: quitar de en medio al que molesta”, de memoria, la cita, en la presentación de su libro Cuadernos del paisaje. El maquis. Algo que “es mejor olvidar”. Lo que conviene olvidar cae del mismo lado que lo que, hoy, ayer, mañana, conviene reprimir. Asombra tanta coincidencia. Vida vaquera habla del mundo del trabajo. Podría, ese mismo tema, haberse abordado desde la perspectiva del folklore, la nostalgia, desde la experiencia personal de cada uno, desde las relaciones familiares. Hay una decisión política.

 

Vida vaquera en SACO.

 

¿Qué hizo del vaquero de alzada un proscrito? Su forma de entenderse con la vida. El no estarse quieto en un sitio genera desconfianza. La forzada igualdad entre hombres y mujeres. Pero, además, apoyarse los unos a los otros en una economía comunista que no declara serlo: de ahí a la perversión, a la debacle, un paso; y con certeza los tildaron de promiscuos, los acusaron de hábitos nefandos, de no santificar las fiestas. Un mundo que se acaba, los vaqueros de alzada. Un final que no va a llorar nadie. Lágrimas en la lluvia. Iguales, las de todos. Se distinguen por donde más abundan.

 

CODA (¿Cola?)

 

Las calificaciones. Recupero, del desaparecido soitu.es, mención a la Marcha del coronel Bogey. Palmaria, la magnificación de la virilidad, ese aura mítica que se le da a “los huevos”.

 

Compuesta por un músico militar en 1914, la letra que le pusieron los soldados británicos a la Marcha del coronel Bogey en la 2ª Guerra Mundial rezaba:

 

Hitler has only got one ball

Göring has two but very small

Himmler is somewhat sim´lar

But poor old Goebbels has not balls, at all

 

Pese a lo burdo del mensaje, la letra no carece de mérito. Nótese la homofonía Himmler/sim´lar, que subrayaba aquí el ritmo de la marcha, proporcionando impulso a los que desfilaban (pruebe usted mismo a hacerlo), o Goebbels, que pronunciaban Go-balls/no balls.

 

Hitler sólo tiene un huevo

Göring tiene dos, pero muy pequeños

Himmler se le parece de algún modo

Y el pobre viejo Goebbels no tiene huevos en absoluto

 

Para “balls” “huevos” es generalmente traducción preferible a “pelotas”, como “bastard” significa “hijo de puta” y no “bastardo”.

Si queremos cantarlo:

 

Hitler, un huevo nada más

Göring, dos pero para atrás

Himmler, su copia fiel

Goebbbels no tiene, peor para él

 

Pruebe usted esto también, que no es fácil encajar nuestra prosodia en la música. Claro que, en la jungla, sin hablar español y peleando contra los japoneses, los prisioneros, la Marcha del coronel Bogey, la silbaban.

 

EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI

 

 

NOTA FINAL:

Propósito de enmienda: moderarse.

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