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Brújula‘Presencias Ausencias’, de Javier Pérez

‘Presencias Ausencias’, de Javier Pérez

Vista General. © Juantxo Egaña.

La percepción no sólo da cuenta de lo que está ahí, también de lo que parece estar o estuvo. La reciente exposición de Javier Pérez (Bilbao, 1968) en la Sala Kubo-Kutxa de Donostia – San Sebastián se encuentra en esta duermevela, entre una percepción externa e interna (siguiendo la distinción de Husserl), un recorrido que no extraña pero sí intriga. De este modo, el arte se vuelve medio (de médium) entre lo muerto y lo vivo, lo pasado y lo presente. Pero no es posible una materialización fiel del recuerdo, siempre hay –en toda comunicación– cierta pérdida de información; de lo contrario, como en Silvia y Bruno, de Carroll y después en Del rigor de la ciencia, de Borges, el mapa alcanzaría el tamaño del territorio, el recuerdo volvería a ser. Comisariada por Alfonso de la Torre, Presencias Ausencias permite una aproximación al universo creativo del artista, con una recolección de obras destacadas a lo largo de treinta años de trayectoria.

La inmersión se inicia en torno a la serie Caminos (2021-2022), una selección de 12 dibujos ejecutados durante el último año y medio. En todos apremia la noche cerrada y el consuelo de la penumbra. Para el sendero siempre hay un acceso, las huellas en la tierra lo descubren y una imagen describe el paso, las condiciones futuras.

Antes de llegar a la sala principal se escucha la ópera Die Soldaten (1965), de Zimmermann, con el sonido ajado de las músicas de época. Dieciséis parejas incorpóreas bailan en círculos la melodía con nobles zapatos. Si bien el gramófono podía ser obviado, ocupa el centro de la pista de baile, como el fuego en toda cultura. Esto permite enfatizar en un tiempo pasado –anterior incluso al estreno de la ópera– en la retrospección a una época de guerra europea. Sobre el gramófono se suspende una pareja destacada, con botas de soldado y tacones de mujer dorados, amantes desconocidos que viven el amor de Desportes y Marie. Fuera de la tarima una mujer permanece subida sobre el filo de unos cuchillos y en la fragilidad de unas esferas de cristal otra pareja contempla la escena. Tan sólo hay gestos, guiños de presencias ausentes.

La nostalgia vuelve a estar presente en la serie Night Currents (2018), donde el ejercicio nocturno tiene lugar. Entre la vigilia y el sueño, las almohadas se muestran como nubes rígidas (materializadas en Nightmares (2018), que recuerdan a trabajos surrealistas y a las contradicciones de la poesía visual de Brossa o Madoz) y los edredones –machacados por la noche y el frenesí del pensamiento– evocan a sus aves, sean de paso o estacionarias. 7 Under Currents, todas ellas con títulos negativos, de pesadilla, miedos y persecuciones; 7 Nightmares; 7 Night Currents.

Vista General. © Juantxo Egaña.

Como un cuadro más, se muestra el poema Somia In Somnia (2020), que ilustra la composición. Tres estrofas de 11 versos para las tres filas de 11 dibujos. Javier Pérez se sumerge en la noche, la vive como un tránsito agitado hasta un nuevo amanecer.

De manera inevitable, la seducción está presente en el baile, en la cama y en una máscara de poliéster roja. No hay rostro humano, sí rastro; igual que en los caminos, en las almohadas y en los edredones. Un hombre desnudo corre de espaldas, huye batiendo los brazos sin mirar atrás…

Consecuente con la narrativa, el artista define los géneros bajo los cánones y clichés tradicionales, a saber, los zapatos de tacón. En cambio, la mirada sobre la ontología de la Naturaleza es otra. Sus Híbridos (2017) imbrican lo humano y lo vegetal, la Médula (2020) se vuelve rama y savia, los corazones nacen como Brotes (2017) entre las flores, escuchándose el Doble latido (2020) como uno. Las obras crecen tanto en el suelo como en las paredes, donde la vid sanguínea se abre como cabezas de ciervo. De este modo, no sólo se personifica la flora, se le otorga una nueva condición vital interdependiente.

Doble Latido, 2020. © Juantxo Egaña.

Del día a la noche y de la vida a la muerte, este carrusel no deja de girar. En su Infinito privado (2019) la semilla germina hasta la cúspide de su madurez –noche de San Juan– y se consume como fénix compost. Una línea de 31 cabezas que permiten reconocer el punto de inflexión, la plenitud del rostro del artista y del resto de sus edades, como lo haría un espejo mágico. La única obra –entre la quincena total— que da cuenta de la fisionomía, con unas facciones tan privadas como las propias.

Esta muestra de evocaciones y procesos, Presencias Ausencias de Javier Pérez, se podrá visitar hasta el 25 de septiembre en la Sala Kubo-Kutxa de Donostia – San Sebastián.

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