Llega la primavera y con ella como dulce amor de lo natural, florece llena e colores, explota sensaciones de alegría y sientes estar vivo. Un año más las semillas ocultas tras el invierno, esparcidas por infinidad de seres diminutos, brotan de la tierra en una de las danzas más hermosas jamás vista, alimentadas con el ritmo de la lluvia y el sol. Cada rincón de los ecosistemas, cada hueco marginado, cada sombra callada, hacen que de un lugar sombrío se convierta en un vergel, en un jardín del edén.
Las ramas de los árboles se preparan para recibir nuevos retoños, brotes que harán a los ya existentes ser más fuertes y dando apoyo y sujeción a los nuevos que afianzan su semblante, figuras hermosas que serán base para con orgullo lucir las nuevas casas de los pájaros cantores.
Las mariposas despiertan buscando en sus bellos aliados el néctar del ciclo de la vida. Alas firmes, nuevas, valientes y de infinitos colores que alegran nuestros campos, que bailan el sueño de la primavera buscando de flor en flor la magia del arco iris, sembrando la tierra de nuevas semillas que darán luz a nuevos seres de caminos inciertos.
El aroma del bosque se convierte en esencias que brotan como medicinas espirituales de nuestra alma. El canto de los pájaros alegres por la abundancia de comida, llenan los senderos y caminos de esta tierra maltratada e ignorada. La vida llena cada rincón de la naturaleza, cada gota del rocío que alimenta las flores silvestres y hacen despertar los caminos hormigueros que perforan la tierra aportando oxígeno y alimento.
Ante tanta belleza, ante tantas sinergias y empatías de especies diferentes, ante el regalo único que la primavera no entrega en cada minuto de nuestro caminar, ante el despertar de ilusiones y de la hermosura de nuestro planeta que nos entrega cada segundo de su existencia… hombres y mujeres, que llevan la violencia en su seno, solo buscan la sangre y el poder, guerras sin sentido que solo producen dolor y muerte, violaciones de los derechos más elementales de la vida, destrucción de los ecosistemas, ambiciones perdidas, voces belicosas que imploran matanzas. ¿Es lo único que ha aprendido el ser humano ante la belleza de nuestro planeta? ¿Acaso los ciudadanos del mundo se merecen tener unos políticos que solo hablan ya de guerras, que entregan armas a otros para matar, que alientan crisis económicas hundiendo a ciudadanos que no tienen culpa de la irresponsabilidad criminal de sus dirigentes?
Ya solo se habla de de una guerra… se han olvidado la de los refugiados de Siria, de la guerra del Yemen, de Afganistán, del genocidio de los pueblos indígenas en todo el mundo, de la deforestación y el cambio climático que produce miles de muertes por los mismos políticos mundiales que ahora se horrorizan de una sola guerra… Este año es sin duda la primavera sangrienta, la primavera belicosa en las que los líderes políticos hablan de una guerra nuclear cómo el que habla de la subida del pan. Donde todos los medios de comunicación (como pasó con la pandemia) sus noticias solo son partes de guerras alimentados por informaciones muchas veces no contrastadas. Donde se alienta el belicismo, donde nos dicen que nos tenemos que apretar el cinturón mientras que el dinero del ciudadano es empleado para matar, para derramar sangre, donde se aprovechan los Ministerios de Defensa a ser dotados de más presupuestos. ¿Para esto hemos trabajado toda nuestra vida retrocediendo en lugar de avanzar nuestra dignidad como seres humanos? ¿Acaso hemos perdido la razón de nuestro existir?
En Rusia y en Ucrania, ambos, están violando los derechos humanos. Pero también en África, en Asia, en todo latino América… y al igual que el cambio climático, solo existe una responsabilidad directa de estos actos: los líderes políticos causantes de todos los males de la humanidad.
Y mientras, el pueblo sufre. El de Ucrania, el de Rusia, el de Yemen, los de África, Siria, Afganistán, Sahara, Argelia, pueblos indígenas del mundo, Palestina… cuanta injusticia centrada solo ahora en un foco. ¿Podemos estar orgullosos de la Humanidad? ¿Cómo somos capaces de consentir alimentar una guerra con armas? ¿Qué culpa tiene el pueblo ucraniano o ruso de la decisión de sus gobiernos? ¿Cómo se atreven líderes políticos con amenazar con armas nucleares sabiendo lo que ocurrió en Nagasaki e Hiroshima?
El mundo ahora tiembla con palabras de políticos belicistas en la Unión Europea y en España que quieren imponer su criterio frente a los pueblos que sufren. Yo me pregunto… ¿Y si en lugar de entregar armas para matar, se dan palabras para la paz? Hemos olvidado la historia nefasta de nuestra evolución homínida marcada en guerras y luchas internas. ¿Es que nadie mira la primavera que nos da lecciones de hermandad y belleza? Mientras que la vida surge de la tierra, nosotros nos matamos por poderes inútiles, por políticas nefastas, por ilusiones perdidas.
Y mientras, la primavera llena de vida aflora en nuestros corazones, alumbra nuestras pasiones, alimenta nuestros sueños y nos da lecciones de vida para caminar en armonía con la esperanza de una flor blanca en nuestras manos y sin dejar de pensar, que en otros lugares del mundo, en muchos más de los qué pensábamos, el odio y la muerte alimenta ciegamente la primavera sangrienta.