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Acordeón¿Puede ser rentable el emprendimiento social?

¿Puede ser rentable el emprendimiento social?

 

Con el tema Emprendimiento social y mecenazgo responsable, la tercera mesa del Foro reunió a Jaron Rowan, Carla Luca de Tena, Jacobo Elosua, José Almansa, Jon Azpilicueta, Chema Caballero y Elena Martínez. El moderador GonzaloFanjul la definió como una sesión sobre los límites y las carencias de la voluntad pública, sobre el empeño y la creatividad que hacen falta en la sociedad civil para resolver asuntos en los que han fracasado gobiernos y organizaciones públicas. Necesitamos nuevas ideas, nuevas reglas, necesitamos innovación social y desde distintas perspectivas.

      El misionero Chema Caballero no tardó en poner el dedo sobre la llaga: Si hace falta el emprendimiento social es porque las cosas no funcionan, porque los gobernantes que deben ocuparse de las mejoras sociales no están haciendo bien su trabajo y porque muchas estructuras de poder necesitan, para perpetuarse, que esas mejoras no se produzcan nunca. Caballero trabaja desde hace muchos años en Sierra Leona, uno de los países más conflictivos de África, y sabe que allí se encuentran muchas de las materias primas que construyen el bienestar del mundo desarrollado. Mantener el control sobre ellas es esencial para los intereses de muchas grandes empresas internacionales, que no dudan en apoyar tiranías y conflictos, mientras por otro lado lanzan políticas de ayuda y desarrollo hechas a su medida. Entre los beneficiados de estas ayudas están las ONGs, que por este vínculo se ven obligadas a transmitir el mensaje contradictorio de sus mecenas. Desde muchas voces se está cuestionando ya la letra N de las siglas ONG. Sin duda la crisis, que está reduciendo las subvenciones a proyectos sociales, espoleará su autonomía y su inventiva.

      El caso de Médicos Sin Fronteras es un buen ejemplo. Elena Martínez habló de su estrategia económica, basada en la independencia financiera —más del 70% de su capital procede de socios particulares— y en las relaciones estratégicas con las empresas, buscando puntos de encuentro que les permita utilizarlas como vehículos para sus proyectos. Ese ha sido el caso de la exitosa campaña “Pastillas para el dolor ajeno”, que hasta el momento ha logrado vender cuatro millones de cajas. Los caramelos que iban dentro fueron fabricados gratuitamente por la empresa Damel.

      Por eso José Almansa defendió que no basta con el emprendimiento social “puro”. Es también necesario contaminar al emprendedor en general con el virus de lo social, inculcar al empresario “tradicional” unos valores éticos que le permitan compatibilizar beneficio económico y mejoras sociales. Ese es el fundamento de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que no puede quedarse en mera estrategia de maquillaje y lavado de imagen. El mecenazgo responsable admite muchas variantes. Carla Luca de Tena contó cómo en CISCO España la responsabilidad social es una iniciativa particular de un grupo de empleados –el Civic Council— que cuenta con el incondicional apoyo tecnológico de la empresa para llevar a cabo sus proyectos.

     La responsabilidad social es una cuestión de todos, no sólo de las empresas o los gobiernos. Somos los individuos los primeros que tenemos que cambiar. Jon Azpilicueta hablaba de la RSC del cliente, de la importancia de concienciar a la ciudadanía de que sus hábitos de compra también deben ser socialmente responsables, porque, como consumidor, puede decidir a qué tipo de empresa quiere dar su dinero. Para ello necesita estar bien informado.

 

 

     La transparencia informativa es uno de los pilares básicos de cualquier democracia real contemporánea. La situación actual de España, carente todavía de una Ley de Acceso a los Datos Públicos, es sangrante y supone un lastre tremendo para muchas iniciativas. Jacobo Elosua dejó bien claro que los datos públicos pertenecen a todos y que ya han sido pagados por nuestros impuestos. Ponerlos a disposición de los ciudadanos permitiría un mayor control del ciudadano/accionista sobre los gobernantes/directivos que le representan, es decir, la posibilidad de ejercer una ciudadanía mucho más responsable. Pero no solo eso, supondría también abrir un campo de experimentación de nuevos modelos de negocio.

     No podemos desvincular completamente la idea de negocio del emprendimiento social. Azpilicueta entiende que el emprendedor social debe poder vivir de su trabajo, el asunto es encontrar nuevas estrategias de autosuficiencia que le hagan menos dependiente de los patrocinadores.

     Uno de los sectores donde más se está trabajando para buscar estas nuevas formas de sostenibilidad económica es el de la producción cultural. Muchos colectivos de ese área se están transformando en empresas y ensayando modelos económicos que les permitan subsistir sin traicionar sus principios. Para Jaron Rowan, aunque todavía no hay una solución clara, las empresas culturales que mejor están sobreviviendo son las que han logrado generar unas comunidades fuertes que comprenden su valor y las apoyan económicamente. En ese sentido, el crowdsourcing es una estupenda fuente de financiación, pero no puede ser la única, hay que evitar “quemar” a los donantes con demasiadas peticiones. Además, como indicaba Elosua, el cortoplacismo de la subsistencia mediante microdonaciones va en contra de la estabilidad de los proyectos. No podemos organizar recursos si no sabemos si mañana vamos a tener donantes.

     ¿Qué otros mecanismos de financiación podrían ayudar a hacer rentable el emprendimiento social? Rowan y Azpilicueta coinciden en la necesidad de implantar economías distribuidas a pequeña escala, independientes de las grandes estructuras financieras. Los microproyectos permiten tener más feedback y control; muchos pequeños proyectos que sean posibles, prácticos, positivos y proporcionados, ejecutados a nivel local, acabarán contribuyendo a mejoras globales.

      Para mucha gente, la crisis económica está suponiendo la oportunidad de un nuevo comienzo en su vida profesional. Son lo que Almansa llama emprendedores por necesidad, un colectivo cada vez más numeroso y apasionado que, ayudado por las nuevas tecnologías, construye su futuro a partir de conexiones innovadoras y relaciones de interdependencia social en las que la imaginación y la creatividad son esenciales. Curiosamente, como decía Chema Caballero, esa imaginación y creatividad aplicadas a la subsistencia, más que al lucro, son el secreto de la gente de África. No necesitan de grandes estrategias de desarrollo impuestas por quienes desean explotarles mejor, sólo necesitan el apoyo necesario para llevar a cabo sus pequeños pero eficaces planes para mejorar su mundo. ¿Será esta crisis la oportunidad de dejar de lado nuestra prepotencia y aprender de aquellos a los que llamamos “subdesarrollados”?

 

 


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