Llevo muchos años leyendo mucho de lo que se publica de literatura de gestión. Mi afición por este género literario se incrementó cuando fui promocionado a un puesto en el que tenía que viajar continuamente y para matar las horas de espera en los aviones y en los enlaces entre vuelo y vuelo no me quedaba otra que echar mano de algún libro, comprado normalmente en una de las tiendas de prensa del aeropuerto de Barajas. Aunque mi primer contacto con un libro de autoayuda, género que, en mi época de intelectual, me provocaba urticaria, fue cuando uno de mis jefes me regaló el sobrevaloradísimo libro “¿Quién se ha comido mi queso?”, para ver si tan magna e inspiradora obra lograba meterme por el buen camino.
También he estado años escaneando la red en busca de cualquier pieza que me ayudara a desentrañar la actual situación. Y, tras un proceso de lectura compulsiva de todas las páginas con cierta fama entre los iniciados en esto de los mercados financieros, al final me he quedado con un puñado de expertos a los que sigo.
De entre este puñado de expertos a los que leo, según van publicando, con la periodicidad que cada cual acostumbre, hay uno con un récord asombroso. Se trata de Jeremy Grantham, y sus mayores aciertos están en sus predicciones a 7 años del desempeño de las distintas clases de activos. Su grado de acierto desde que empezó con estas predicciones es tal que la probabilidad de que lo hubiera logrado de forma aleatoria es de menos de una entre un millón, el equivalente a acertar veinte veces seguidas el cara o cruz de una moneda. La idea en la que tiene una mayor convicción este señor, a día de hoy, es el aumento de precio de los minerales industriales y los productos agrícolas.
Otro de mis expertos de cabecera, el gestor del mayor fondo de bonos del mundo, Bill Gross, nos habla en su último Investment Outlook de actividad paranormal en los mercados con una distribución de probabilidad de escenarios con colas anchas. Que, en lenguaje coloquial, significa que en la situación actual podemos salir, como los novilleros en las Ventas, por la puerta grande o por la enfermería, con escasa probabilidad de que el resultado quede en un término medio.
Y luego están las estrellas mediáticas de la economía, gente que aparece con más frecuencia en la prensa general Stiglitz, Krugman y Roubini, entre otros, que coinciden en sus predicciones sombrías para 2012. A pesar de esto, está resultando complicado que los economistas, como gremio, se pongan de acuerdo sobre las medidas a tomar para salir de la crisis (de hecho aún no hay un consenso sobre la explicación de la Gran Depresión) y cada cual da su dictamen desde su trinchera ideológica, abogando únicamente por recetas de las respectivas escuelas a las que pertenecen y rechazando el eclecticismo. Razones hay para que tanto liberales como keynesianos estuvieran tapados por un tiempo. Pues los primeros (que ahora dicen que lo de las subprime sucedió por una mala regulación) son los que dan soporte ideológico a una élite social (el famoso 1%) que quiere aplicar a los demás medidas que no se aplican a ellos mismos (como el despido libre y la moderación salarial) y los segundos son los tontos útiles de una clase política que ha expoliado vilmente las administraciones públicas y las cajas de ahorros.
Recapitulando, la situación global es altamente incierta y en España a los problemas de nuestra falta de competitividad, alto desempleo, delicada situación del sistema financiero, malos resultados en los indicadores educativos, demografía desastrosa y descrédito de la clase política se unen amenazas externas como la competencia de la mano de obra barata procedente de China y el encarecimiento de las materias primas.
“Cuando baja la marea se descubre quién estaba nadando desnudo” es una frase de Warren Buffett que viene que ni pintada para describir la situación actual. Sobre todo en España, donde parece que no hemos reparado en todos los problemas estructurales que teníamos hasta que el fin del Superciclo de Deuda ha hecho que la música se parase. Todo este panorama tiene un aroma inequívoco a fin de época, a una situación tan extrema que nos va a obligar, como sociedad, a salir de nuestra zona de confort.
Este espacio nace con la ambición de explicar, desde la independencia, las claves para navegar las procelosas aguas del presente cambio estructural. Hablaremos de inversiones, de economía, de mercado de trabajo, de negociación, de fútbol, y mucho de la suerte, pero tratando siempre de ser clínicos en nuestros análisis (o todo lo que podamos), aplicando los modelos conceptuales aprendidos en la buena literatura de gestión que he leído y en mi formación como analista. Bienvenidos, a todos los que se unan a esta singladura.