Lexatin en cantidades industriales para calmar a ese señor tan bajito pero que concentra tan mala baba (y no de caracol). Lexatin o cualquier benzodiacepina porque no hay país que aguante sus calumnia, su veneno, su ‘jodedera’ (escrito en buen colombiano). Álvaro Uribe Vélez es ya insufrible y lo más graves es que un ex presidente que debería estar pagando condena por crímenes de lesa humanidad, sigue siendo un actor muy activo en la política colombiana y el principal escollo público al proceso de paz que el Gobierno (antes tan uribista como el mismo Uribe) trata de cerrar en La Habana con la guerrilla de las FARC.
Si no se le puede medicar, al menos que alguien bloquee su cuenta en Twitter: Uribe, como muchos políticos del patio, han decidido que es en esa red social donde se juega en grandes ligar y es una agonía estar esperando sus 140 caracteres cargados de cinismo y mala intención.
Ahora está cabreado porque por fin, después de 4 años, Panamá ha forzado a María Pilar Hurtado, la ex directora de su aparato de espionaje, a entregarse. Llegó al país vecino amparada por la amistad entre Uribe y el ahora fugado ex presidente Ricardo Martinelli y ahora, la mujer más buscada por las escuchas ilegales y el espionaje a los críticos de Uribe o a defensores de Derechos Humanos, ya está presa en Colombia a la espera de ser juzgada. Y Uribe se puede dar el gusto de escribir en la red social: «Iván Cepeda, cabecilla confeso de Farc, presiona a la justicia, en esta ocasión contra María del Pilar Hurtado», acusando así de algo muy grave a un congresista de la República y que es de las persona que más ha defendido los derechos de las víctimas de los crímenes de Estado en esta guerra sin fin. Será por eso.
También anda furibundo porque la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Medellín le quiere abrir un proceso al ahora senador Uribe tras escuchar la confesión del paramilitar Ramiro ‘Cuco’ Vanoy en la que asegura que un helicóptero de la Gobernación de Antioquia, cuando Uribe era presidente de ésta, estaba en la zona cuando se produjo la masacre de El Aro, en 1997.
La incontinencia de Uribe Vélez en las redes no es cualquier cosa. Su cuenta en Twitter tiene 3,5 millones de seguidores que han tenido que aguantar sus 32.500 mensajes. Insufrible, infinito.
Uribe es el típico ejemplo del que prefiere golpear antes de sentir el roce de la justicia, pero Colombia no se merece esta tortura. Que alguien lo medique, por favor, o que se prohíba su diarrea twitera.