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Mientras tanto¿Qué es el arte? ¿Para qué sirve la literatura? ¿Cuál es el...

¿Qué es el arte? ¿Para qué sirve la literatura? ¿Cuál es el sentido de la vida?

El señor Alpeck va a la ópera   el blog de Andrés Ibáñez

Cuando perdimos la conexión con el espíritu, ganamos el arte. El arte es la forma que hemos elegido en occidente para ponernos en contacto con la cantidad hechizada (si me permiten el préstamo de Lezama).

 

¿Qué es el arte? No pretendemos una definición de diccionario. Digamos que el arte tiene que ver con tres cosas principalmente: con las impresiones, con la emoción y con la imaginación. Digámoslo de otra forma: con la percepción, con la emoción y con la belleza.

 

El ser humano necesita de muy diversas sustancias para vivir. Necesita, primero, aire. Luego necesita comida y agua. Pero sólo con aire, agua y comida la vida humana no es realmente humana. El ser humano necesita también impresiones, emociones e imágenes interiores.

 

Todos sabemos que esto es verdad. Sabemos que una vida sin sensaciones es una vida que no merece la pena ser vivida. Necesitamos ver, oler, oír, sentir nuestro cuerpo, sentir el calor y el frío, el cansancio y el descanso, el placer de mirar y el placer de caminar. Deseamos ver cosas nuevas, sentir cosas nuevas. Dejar de sentir es dejar de vivir.

 

Sabemos también que una vida sin emociones es una vida que no merece la pena ser vivida. Cuanto más reflexiono sobre el tema, más importante me parecen las emociones en la ecuación que relaciona al arte con la vida. Tenemos tanto miedo, tanto pudor a reconocer nuestra dependencia de las emociones. Nos parece que es cursi o «femenino» hablar de las emociones. Pero ¿qué es una vida sin emociones? Me refiero a emociones como el amor, la amistad, la felicidad, la tristeza, la melancolía, el amor a la naturaleza. No sentir emoción alguna es no vivir.

 

A la vida sensorial unimos la vida emocional. A la vida emocional unimos la vida de la imaginación, el placer de la autocreación, el placer de inventar nuestra vida como una obra de arte. Los libros que hemos leído, la música que nos gusta, todos los placeres del arte, todo el archivo de nuestra memoria, la intuición, las visiones, la sustancia de lo que todavía no existe, nuestra participación en el gran juego (Lila en sánscrito) de la creación, el descubrimiento de regiones de nuestro yo que no conocíamos, de pensamientos que jamás habíamos pensado, de «personas» o personalidades interiores que habitan en nuestro interior como posibilidades irrealizadas, mundos enteros a nuestra disposición, lados del poliedro de nosotros mismos que habitualmente no vemos. Todo esto incluye la vida de la imaginación.

 

La vida sensorial nos abre al cuerpo y al mundo físico. La vida emocional nos pone en contacto con los demás, nos hace desear relacionarnos, participar, conocer a otros, ayudar a otros, ser parte de sus vidas y abrirnos para que otros sean parte de nuestra vida. La vida imaginativa nos hace explorar nuestro interior y nos hace desear conocernos profundamente, así como desarrollar nuestras capacidades internas.

 

El arte es algo que va mucho más del placer o de la diversión. En occidente, que hemos perdido el contacto con lo sagrado, el arte tiene un carácter sagrado. El arte nos ayuda a limpiar la percepción y a hacer que nuestras impresiones se renueven y tengan el sabor original que vamos perdiendo por la costumbre. El arte nos pone en contacto directo con la emoción: nos hace, literalmente, recordar estados emocionales en los que no nos encontramos habitualmente, porque el hábito nos va secando poco a poco de día en día. El arte, en fin, nos abre el enigma interior, despierta sentidos y estados que no suelen presentarse en la vida corriente, nos llena de imágenes y de posibilidades infinitas que van mucho más allá de lo que vivimos, conocemos y aprendemos en la vida.

 

Hay un enemigo: la mente. La mente, una herramienta útil y, realmente, imprescindible, intenta apoderarse de todo. Y la mente, por útil que sea, tiene un efecto letal a largo plazo. Mata las sensaciones, clasifica las impresiones y las desvirtúa. Nos hace aburrirnos de las emociones, nos acostumbra a ellas y nos inmuniza contra ellas. En cuanto a la imaginación, la mente transforma toda esa rica vida interior en teorías, en creencias rígidas, en ideas. Es así como surgen los prejuicios, las religiones, las filosofías.

 

Esta es, hoy por hoy, la manera más sintética y honesta (si se me permite usar esa palabra) que tengo de contestar a las tres preguntas de más arriba. Supongo que muchos lectores opinarán que estas ideas no son habituales, e incluso se preguntarán cómo me atrevo a hablar así. Lo cierto es que no pretendo ni ser original ni tampoco polemizar ni molestar a nadie. Esto no lo escribo «contra» nada ni contra nadie. Otros, claro está, dirán que todo esto es muy viejo (aunque en realidad no lo es, pero muchas personas cuando oyen algo por primera vez dicen siempre que es muy viejo, o de manera característica, que eso ya lo decía Platón, con lo cual se quedan mucho más tranquilos).

 

En realidad, estamos empezando a hablar, sólo empezando.

 

 

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