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Que los pulsos ópticos te acompañen. El trabajo de Donna Strickland, premio nobel de física 2018


La física canadiense Donna Srickland, y el francés Gérard Mourou publicaron en 1985 un artículo en el que desarrollaban un método para generar pulsos ópticos ultra cortos, Chirped Pulse Amplification, CPA. Un artículo que le sirvió de base a Strickland para su tesis doctoral y que les valió a los dos el premio nobel de física de este año.

A sus 59 años, Strickland es el primer nobel de física que no tiene un puesto de catedrática. Al parecer nunca solicitó una plaza (a lo mejor la titulitis no lo es todo en esta vida). Es profesora asociada de Física y Astronomía en la Universidad de Waterloo. En marzo de este año, un usuario de Wikipedia intentó crear una entrada sobre ella, pero la página fue eliminada por un moderador que pensó que el sujeto sobre el que versaba la entrada no reunía suficientes cualidades para tener una referencia en Wikipedia. Tres horas después de que le dieran el premio nobel, Wikipedia le hizo una entrada. Su colega Mourou ya tenía una entrada desde 2005.

Por suerte, Strickland brilla con luz propia; con la luz en general. Una luz que, emitida en forma de pulsos, permite concentrar una gran cantidad de energía. Strickland debe ser pura energía. Su tesis se basa en generar pulsos extremadamente cortos, de hecho se definen en picosegundos, es decir, la billonésima parte de un segundo. Es un trabajo que ha llevado mucho tiempo de investigación y en el que la física contemporánea está muy interesada. Estos pulsos les permiten a los científicos observar sucesos que antes quedaban invisibilizados dentro de otros más largos. Con pulsos de magnitud más pequeña se pueden dividir los sucesos en eventos más pequeños, lo que equivale a una mayor comprensión de la realidad que se está observando.

La revelación de la realidad al ojo humano es directamente proporcional a la cantidad de complejidad que seamos capaces de observar de un mismo ente. Este acto solidifica la delineación de la unidad de ese ente a la vez que la diluye en múltiples unidades; la belleza de la ciencia…

Una vez que publicaron el artículo, descubierto el método, los pulsos electromagnéticos se han ido haciendo cada vez más intensos y más cortos. Este desarrollo ha generado, en los últimos años, la física de attosegundos, que observa como interactúa la materia en el tiempo equivalente a una trillonésima parte de un segundo. Tan rápido que se pueden ver los electrones moviéndose dentro de los átomos y las moléculas. Nos adentramos ahora en una madriguera de conejo que muestra una realidad antes inaccesible. Un paso más para profundizar en el debate sobre la indeterminación de la ciencia. Acaban de hacer más accesible el mundo de lo pequeñito.

La idea es que al tener metodología más “limpia” se accede a más información anteriormente conjetural. La pregunta es si los dogmas iniciales, como dice Lewis, siguen siendo un handicap para captar el determinismo de ese experimento. Es decir, puede que aún con metodología nueva, como es el caso de Strickland, las nuevas realidades que revela esa metodología tembién estén sujetas, aunque no lo parezca, a la perspectiva determinada del observador. Es probable que la física siempre se vaya a topar con límites para los que necesitará conjeturar, sin importar la cantidad de información a la que pueda acceder. Una vez en la madriguera, no sabemos si al final del tunel lo que nos espera son más preguntas sin contestar.

Por eso los científicos de verdad nunca son realistas. Parafraseando a Butler, si adaptamos nuestras estrategias de investigación a lo conocido, el descubrimiento quedará lejos, muy lejos. Hace falta ver dragones entre las montañas, hace falta desempolvar la parte del cerebro que no está encorsetada por el mapa cartográfico que se asume como ‘única realidad’.

Entonces la imaginación… la imaginación es más importante que la titulitis.

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