Artículo escrito por Rocío Gonzalez
El Mundial arranca en Brasil envuelto en protestas y huelgas. Desde la Copa de Confederaciones de 2013, los brasileños salen a la calle con el objetivo de mostrar al mundo los problemas a los que se enfrentan a diario. Las carencias en educación, sanidad y transporte son el detonante del malestar social y consecuencia de las diversas manifestaciones.
¿Cuáles son los motivos de las protestas?
El denominado “país del fútbol” era un lugar poco dado a las protestas, sin embargo la desigualdad ha llevado a una creciente y heterogénea movilización social. Según una encuesta realizada en febrero de este año por la empresa Datafolha, apenas el 52% de los brasileños apoyaban el evento por el elevado coste que supone organizarlo.
La inversión ronda los 11.500 millones de euros y sumando, la mayor cifra conocida en un Mundial hasta el momento.
La población coincide en que se ha gastado una inmensa cantidad de dinero público para construir infraestructuras que no aportarán beneficio alguno para la sociedad brasileña. Piensan que ese dinero debería ser invertido en mejorar la calidad de la sanidad, a la que miles de ciudadanos no tienen acceso, y de la educación en un país donde sólo un 14% de la población tiene la oportunidad de asistir a la universidad.
El aumento de los precios en el transporte público es otra de las causas de las protestas colectivas y de consecuentes huelgas en Río de Janeiro y Sao Paulo, incluso el día de la ceremonia inaugural del Mundial. Todo el mundo mira estos días a Brasil y los ciudadanos saben que es su oportunidad para pedir mejoras en sus condiciones laborales y salariales.
El transporte es un problema permanente para el quinto país más grande del mund, donde los puertos, carreteras y aeropuertos son insuficientes, precarios y suelen saturarse con facilidad.
¿Cómo se beneficia la FIFA?
A pesar de la pasión de los brasileños por el fútbol, el descontento viene dado por los privilegios de los que se beneficia la FIFA.
La aprobación de la Ley General de la Copa en 2012 estableció una serie de “medidas tributarias” gracias a las cuales la Federación Brasileña de Fútbol y sus empresas subsidiarias y asociadas quedaban exentas del pago de algunos impuestos.
Entre los privilegios, las compañías subsidiarias de la federación estarán exentas en la importación de todo tipo de productos, desde alimentos y combustibles a trofeos, medallas y materiales de construcción; y tampoco pagarán tasas por la celebración de seminarios, banquetes, ceremonias de inauguración y clausura, entre otras actividades.
Un país donde la pobreza asciende al 18% dejará de ingresar 322 millones de euros como consecuencia de esta exención de impuestos.
Mientras, la FIFA ya ha obtenido 1.380 millones de dólares en beneficios. Según Euroamericas Sport Marketing, el 95% de lo recaudado ha sido por la venta de los derechos audiovisuales y de las entradas.
Los beneficios de la FIFA son evidentes, pero también lo son los intereses políticos del actual Gobierno brasileño a nivel internacional y nacional, puesto que en octubre de este mismo año se celebran elecciones presidenciales.
¿Cuáles son los problemas permanentes a los que se enfrenta Brasil?
La falta de infraestructuras y de transportes, la elevada presión fiscal, la dificultad para la apertura de nuevas empresas, la corrupción, el bajo nivel de apertura comercial y las trabas burocráticas al comercio exterior son algunas de los conflictos permanentes a los que debe hacer frente el “país del fútbol”.
Por otro lado, el narcotráfico es un gran problema y la violencia se apodera de las favelas brasileñas, donde desde 2008 se lleva a cabo un proyecto político de pacificación llevado a cabo por la Unidades de Policía Pacificadora (UPP).
El objetivo de este cuerpo era desarticular las cuadrillas que controlaban las favelas como territorios paralelos y renovar la imagen de Brasil de cara al Mundial y a los Juegos Olímpicos de 2016 que se celebrarán en Río de Janeiro.
La principal misión de la UPP ha sido acabar con el control de los narcos. Aunque teóricamente deberían hacerlo mediante un bajo perfil represivo, evitando las armas de fuego y fomentando el diálogo con la población local, los policías recurren al abuso de autoridad y al uso excesivo de la fuerza, dejando así víctimas mortales en los operativos, que muchas veces son niños y adolescentes.
¿Qué hay de las expropiaciones?
La construcción de las infraestructuras deportivas y la especulación inmobiliaria son las causas por las que decenas de familias han sido desalojadas de sus hogares. Como ocurre con toda expropiación, las familias denuncian que los gobiernos locales les han indemnizado con cantidades muy inferiores al valor de sus inmuebles o les han otorgado viviendas mucho más pequeñas.
El desalojo es otro de los problemas a los que la sociedad brasileña debe hacer frente, puesto que en diversas ocasiones los ayuntamientos han alegado que diferentes comunidades producían daños estéticos y ambientales, pero lo cierto es que están situadas cerca de los estadios.
Se estima que unas 30.000 personas deberán abandonar sus casas porque interfieren en los planes olímpicos.
¿Cuál es el mayor problema durante el campeonato?
La seguridad. Durante el Mundial, las ciudades sede estarán blindadas por soldados y policías. Río se convertirá en una ciudad acorazada, principalmente en los sectores turísticos y en las favelas que se creían pacificadas.
Estas medidas máximas de seguridad suponen un elevado gasto público que hay que sumar a la construcción de las infraestructuras deportivas.
¿Puede el Mundial y los Juegos Olímpicos cambiar la actual situación de Brasil?
Son muchos los que coinciden en afirmar que las actuales construcciones no servirán en un futuro y que los empleos y medidas tomadas son temporales.
El español Ignacio Cano, experto en violencia de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, señala la importancia de avanzar y pacificar el territorio antes de 2017, puesto que después Brasil ya no contará con “los recursos que están entrando por causa de la Olimpiada y la Copa del Mundo y ya no tendrá la visibilidad internacional que tiene hoy”.
De no ser así, afirma que el riesgo de volver a los problemas tradicionales será muy elevado.
Habrá que esperar a que terminen los acontecimientos deportivos para saber si el proceso pacificador continuará en un país asolado por la desigualdad.
Quizá sea la primera vez en la historia que los brasileños no celebren la “fiesta del fútbol” como quisieran por la privación de sus derechos más básicos: educación, sanidad y vivienda.