¿Qué queréis que os diga? Hace unos tres meses tuve un día de mierda que mejoró gracias a un tropiezo. Reaccioné sorprendentemente rápido y evité la catástrofe, pero para ello recurrí a una cabriola ridícula que desató las carcajadas del tendido. Entonces me entró la risa a mí también, y terminamos riéndonos hasta el dolor de barriga. Ahora me acuerdo de eso y me apetece tropezarme otra vez.
¿Qué queréis que os diga? Todo el mundo me recomendaba ver The office, todos me decían que era buenísima, pero la empecé a ver y me quedé con cara de postre compartido. No me hace tanta gracia el día a día de un grupo de inadaptados en una oficina, no le he cogido el punto a las torpezas de esos personajes imposibles. Que disculpen mi banalidad: cambié de serie. Y fui a parar a Mildred Pierce, que me ganó con una frase: «Haz lo que tengas que hacer y un poco más, y del resto ya se encargará el futuro». Qué importante es saber delegar.
¿Qué queréis que os diga? A veces yo también me encabrono. Por las noticias, por las opiniones de la gente, por el zureo de una paloma. Pero se me pasa rápido, porque siempre que discuto para dentro termino sintiéndome ridículo. No me sale ser beligerante: no me gusta acalorarme. La verdad es que siempre que me imagino en una trinchera me entra la risa, y en una emboscada, sin duda me haría el muerto.
¿Qué queréis que os diga? Yo también estoy hasta arriba de pasado. Aunque me ha sorprendido mi capacidad para filtrar recuerdos. He vuelto a Dylan, he vuelto al Blonde on Blonde. Pero en lugar de visiones de Johanna, vuelvo a Italia. También vuelvo al piso de la calle Princesa, cuyo suelo inclinado nos permitía pasarnos las cervezas sin necesidad de levantarnos. Y a la playa de Arnela. El repaso me deja satisfecho. No son horas para los malos recuerdos.
¿Qué queréis que os diga? Del futuro no hablo, que no me apetece escupir al cielo. Ese proyecto que estaba a punto de hacerse realidad, esa reunión pendiente: tengo claro por dónde empezar cuando llegue el momento. Mientras tanto, qué entretenida es una tormenta. Voy a asomarme a la ventana; igual tengo suerte y, de camino, me tropiezo.