No os descubro nada si os digo que la relación entre la música y la droga es muy estrecha. Casi íntima. Tráfico, detenciones, muerte, sobredosis, son palabras que suelen aparecer a menudo en las crónicas musicales. Si lo pienso, el porcentaje de músicos que han muerto a causa de este coqueteo, es bastante alto. Sin embargo, uno descubre otras curiosas relaciones entre la música y la droga.
El ejército mexicano, en sus redadas contra los violentos cárteles del narcotráfico, se ha hecho con un nutrido arsenal de fusiles, pistolas y escopetas que ha comprado el artista mexicano Pedro Reyes y, con la colaboración de músicos y del estudio Cocolab, los ha convertido en una orquesta mecanizada de ocho instrumentos. Ocho esculturas autómatas que, bajo el nombre de “Desarme” y controladas por un ordenador, pueden interpretar música compuesta previamente.
Un poco más al sur, en Colombia, al músico César López se le ocurrió hace diez años, después de que un soldado le rompiera su guitarra con un fusil, que tenía que hacer un instrumento con un AK-47. Y lo ha hecho con la ayuda del lutier Luis Alberto Paredes.
Su “Escopetarra”, como ha bautizado al instrumento, se ha escuchado en la sede de Naciones Unidas y las balas se han transformado en notas para cambiar el sonido de los disparos por el de los compases de una melodía, como la metáfora de un mundo que, aunque parezca mentira, puede sacar de lo malo, lo mejor.
@Estivigon