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Querida Ariana Grande

 

Sí, querida, pero no es que te conociera mucho, pues apenas oí hablar de ti ante el inesperado/esperado óbito de quien fue afamada cantante del soul  Aretha Franklin, quien no es que la conociéramos más, pero su longevidad ha permitido que hubiésemos oído hablar más de ella que de ti

 

Pues te escribo porque miles de personas se han quedado faltos de palabras ante el manoseo del que fuiste víctima por parte de un reverendo. ¿Te acuerdas? No lo vi en directo, ni vi el video, ninguno de los que empezaron a circular por internet, pero ninguna de las fotos publicadas da lugar a dudas de la incomodidad que pasaste por algo que estaba teniendo lugar ante los grandes ojos de casi medio mundo.

 

Pero lo que me intriga de aquello que pasó es por qué no te sacudiste aquellos manoseos. ¿Por qué no mandaste parar y llamar la atención sobre aquel disgusto? ¿Qué te impidió zafarte del abrazo de aquel viejo rijoso y propinarle, incluso, un puño en el mentón y que todo aquel duelo se fuera a la mierda? Y si no pudiste llegar a aquellos extremos, y siendo la única estrella activa de aquel acto, pues Aretha estaba ya rígida, ¿no pudiste excusarte de que habías dejado algo en el camerino para librarte del obispo? ¿Ni siquiera pudiste fingir un desmayo o hacer presente un repentino acceso de tos para permitirte una tregua que supusiera el final de aquella acción?

 

Sí, Ariana, ¿qué crees que te hubiera pasado si hubieras respondido con un tremendo puño que le rompiera la nariz a aquel hombre de Dios? ¿Pues sabes por qué lo que hubieras hecho con él hubiera sido una lección inolvidable? Porque estamos en pleno auge cuasi mundial del #Me too, un movimiento de contestación que recoge los sentimientos atrasados de mujeres que dijeron que habían sufrido abusos o acosos sexuales. Habrás oído, Ariana Grande, de muchos niños que luego crecieron y en la puerta de su anodina adultez confesaron que fueron abusados por gentes de la iglesia, desde diáconos hasta grandes obispos, pero que se callaron hasta hoy. ¿Y sabes el valor que hubiera tenido tu arrebato captado por todas las cámaras? Que con ello se dejaría de hablar de las dudas que hay sobre la historia de muchas mujeres y se centrarían en ti.

 

¿Y sabes?, va a ser muy difícil que los miles de sacerdotes acusados digan que sí abusaron de quién y de qué, y que los altos jefes reconozcan que más de una vez, y en todo el orbe, fueron incapaces de refrenar sus impulsos, pero en tu caso nadie hubiera dudado de lo que sólo un ciego hubiera sido incapaz de ver lo que estaba pasando. Y hablemos ahora de las dudas; quizá si hubieras dado una merecida respuesta al reverendo, te hubieran considerado una persona violenta, así que hubieras mandado al puro carajo tu carrera artística. Sí. O que la Iglesia, o todas las iglesias, te lanzaran su anatema y siendo joven, no tuvieras la fuerza de levantar cabeza y te dieras a la droga. Y te hundas. O simplemente, que no seas nominada nunca más. Aquí queremos llegar.

 

Cuando oímos de los casos de tantas mujeres y niños asaltados en su pureza por personas sotanadas, pensamos, a base de darle muchas vueltas, que detrás de su silencio, o sea, que un niño no cuente a su madre y padre que tal cura le pidió un extraño favor, es que hay algo que temen perder. En caso de un niño, sería difícil cuantificar, pero nadie se calla algo así por nada, además de que no se pondera su estado de infancia por ociosidad. Es decir, la infancia, reconocemos, no puede ser responsable, pero no vale la pena que alguien llore por mí si me callo el hecho de que hice una felación porque no quería irme al infierno, y con 7 años. Y ahí entras tú, Ariana. Y otras como tú, pues como la noticia es recurrente, muchos que ni siquiera son creyentes acaban diciendo que detrás de tanto silencio por los tocamientos en los despachos es porque, al final, les sale a cuenta. Sea incluso una cuenta simbólica como la del niño que no quiere ir al infierno, pero cuenta a fin de cuentas, y nunca mejor dicho

 

¿Y sabes qué?, la tontería de lo que nos callamos, de lo que se calla la gente porque calcula el precio de su grito hace años que traspasó los despachos y las sacristías y hoy está en cada plaza. Con defender lo que tenemos, algunos más que otros, hemos dejado que miserables de toda laya se nos suban a las barbas y hoy el horizonte es desolador. Tu actitud, pese a ser pública, se queda en minucia italiana, o latina, comparado con lo que pasaría con nuestra claudicación colectiva como sociedad, permitiendo que los sapos que saben nadar en estas aguas infectas asomen la cabeza y nos impongan el baño de sus aguas infectas. No diremos ojalá, pues sería un deseo impuro, pero con esta actitud de defensa de nuestros pequeños intereses, o los de nuestro partido, veremos el anidamiento y crecimiento de un monstruo con aspecto legal que nos llevará al puto carajo. Y serás parte cantante de lo que se pierda para siempre.

 

Barcelona, 10 de octubre de 2018

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