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Queridos sujetos: el infinitivo es impersonal

Los quiromantes escribieron junto a los comentarios ya conocidos el verso de la mano de Dios sobre el infinitivo: ¿Cuál es la función del hombre? Los ingenieros releían preocupados la historia sobre una flecha que todo lo ensarta y que no habían visto nunca, mientras los coros y danzas insistían en que el tiempo era el mejor bailarín de todos, que giraba sin parar haciendo ondear las túnicas más brillantes. Esto fue el colmo para los ingenieros más escépticos que afirmaron que no existían ni el tiempo, ni los giros, ni los coros y danzas y que perdieron la fe en un Dios cuya mano desconoce las cosas básicas. Con hastío fueron a sustituir la pregunta divina por la respuesta humana: El hombre desempeña la función de sujeto. Los quiromantes, atribulados, trataban de no perder la calma repitiéndose que en la mano de Dios seguía todo intacto.

 

Los coros y danzas, presas del pánico, corrieron a preguntar a los ingenieros: ¿El infinitivo no sabe bailar? Los ingenieros de la máquina ordenaron que se disolvieran todas las agrupaciones folclóricas por ociosas e irresponsables y dedicaron los días siguientes a desarrollar la avalancha de pruebas que demostrarían que el infinitivo no sabía hacer nada. Los quiromantes los interrumpieron con un último recado: Queridos sujetos, el infinitivo es impersonal. Los ingenieros, desengañados de la eternidad, se abrazaron llorosos unos a otros y los quiromantes, demasiado simples para los tiempos que estaban por llegar, subieron a los cielos, donde más que nunca Dios necesitaría traductores para comprender las obras de los hombres.  

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