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Mientras tanto¿Quién dicta los parámetros de la normalidad?

¿Quién dicta los parámetros de la normalidad?


La caja. (Donde la realidad pierde sus límites). Escrita, dirigida e interpretada por Desirée Belmonte. Pieza creada en colaboración con Sebastián López y Carlos Molina. Producción: Teatro de La Catrina. Días 1 y 2 de julio de 2023 en la Sala Cuarta Pared.

¿Qué hacemos con la enfermedad mental, la ocultamos? ¿Podemos asegurar que siempre estaremos a salvo de ella? ¿Alguna vez cruzaremos la fina línea que separa la enfermedad mental de la normalidad? Pero, ¿qué es la normalidad? ¿Quién dicta los parámetros de la normalidad? Estas y otras muchas preguntas se hace la compañía valenciana Teatro de la Catrina en esta nueva pieza de teatro documento que muestra en Madrid tras el éxito obtenido hace un par de temporadas con Homenaje a una desconocida.

Esta nueva propuesta es La caja (Donde la realidad pierde sus límites), finalista en la última edición de los Premios Max a Mejor Espectáculo Revelación y Mejor Autoría Revelación, que se presenta dentro del IX Festival ESSENCIA de la veterana sala Cuarta Pared. Esta obra mantiene vigente la lucha contra el estigma de la enfermedad mental que uno de los tres protagonistas, Vicente Rubio, llevó a cabo hasta su fallecimiento hace pocos años.

La cada vez más interesante compañía Teatro de La Catrina, surgida en 2010 y capitaneada por Desirée Belmonte, presenta una obra autobiográfica de teatro documento que parte de la investigación que durante tres años ha realizado la propia Desirée sobre la enfermedad mental, tras conocer el diagnóstico de una persona cercana. Y para hablar de enfermedad mental se sirve de tres personas (que son los verdaderos protagonistas de esta obra) dos de ellas diagnosticadas y una no, a las que conoceremos a partir de vídeos o llamadas telefónicas.

La primera es Mabel (con acento tónico en la primera sílaba), mujer diagnosticada con bipolaridad tipo 2 a la edad de 21 años, que desde entonces se ha visto internada en distintas ocasiones, y que, en la actualidad, con una medicación e insertada en la vida laboral, se pregunta quién es normal, al observar a sus compañeros de trabajo y dudar si no estarán igual de enfermos que ella.

La segunda persona es Víctor, un hombre de unos 50 años que escucha las voces del cosmos y vive su libertad e independencia durante el día en un banco de una plaza valenciana, acompañado de una bolsa de supermercado que contiene sus pocas pertenencias. Cada noche viaja en autobús a la playa para descansar, tras un relajante baño en el mar, dentro de un saco de dormir que guarda enterrado en la arena.

Y el tercer protagonista es Vicente Rubio, un productor audiovisual y un importante activista en la lucha por dar visibilidad a la salud mental, que llegó incluso a estrenar documentales sobre la enfermedad mental y que falleció hace unos años. Conocemos su historia a partir de entrevistas a su mujer, su hermana y su mejor amigo. Además, se nos muestra un documento gráfico inigualable: fragmentos de las grabaciones que en los brotes de esquizofrenia realizaba en cintas de 8 mm y que la familia de Vicente entregó a Desirée para esta investigación.

En La caja la parte audiovisual tiene un gran peso, pues durante la mayor parte del tiempo se nos muestra a los tres protagonistas y a los entrevistados proyectados en una pantalla al fondo, mientras sobre el escenario, con una cuidada puesta en escena y bajo una tenue iluminación, Desiré Belmonte sirve de hilo conductor a sus historias, micrófono en mano, y va mostrando una instalación dedicada a cada uno de ellos. A Mabel le ofrece un juego de espejos colocados en círculo sobre el suelo, quizá para que los que la rodean se observen en ellos, piensen si son normales, y recapaciten sobre qué es la normalidad y qué es la locura. A Víctor le dedica una escultura abstracta, homenaje al Arte Povera italiano (que se nutre de objetos reciclados), hecha de metal y cristales de colores que cuelgan de una cuerda y se mueven gracias a un ventilador, que tal vez simula la brisa del mar con la que Víctor duerme cada noche mirando las estrellas.

La instalación dedicada a Vicente es una caja de madera de un metro cúbico cubierta de espejos por dentro, en la que Desirée va depositando cada objeto de Vicente que los entrevistados le han dado: una foto en Kyoto justo antes de arruinarse tratando de estrenar un espectáculo teatral, un disco de vinilo de Transvision Vamp, y su primera cámara de vídeo. Quizá esta caja, que da título a la obra, es una metáfora de la mente humana, lugar en que están encerrados los recuerdos, en este caso, los de Vicente… Es muy inquietante el momento, mostrado en vídeo, en que unas personas se agachan a mirar por una rendija de esa misma caja, colocada en la calle, alguien golpea en la superficie y llama a Vicente, como esperando que este conteste.

Sobre una mesa en la parte derecha del escenario, Desirée va desplegando los materiales que le han servido para hacer la investigación: un DVD de un documental de Vicente, sus cintas de 8 mm, la bolsa de rafia de Víctor con parte de su contenido, fotos de alguno de ellos de pequeño, pastillas… Y en otra mesa en el lateral izquierdo, y a vista de público, dos técnicos manejan los equipos de luz, sonido y proyección.

Durante la función no faltaron espectadores que dejaron escapar alguna lágrima con la historia de Vicente, que se vieron reflejados en las sentencias de Víctor, o que se rieron con las verdades que decía Mabel. Al finalizar, tras unos entusiastas aplausos, la creadora valenciana invitó al público a ver de cerca los objetos de la mesa y las instalaciones, y seguro que después de ello, alguno se fue a casa pensando en la visibilización de la salud mental que propone este poético viaje por la mente humana de manos de Teatro de La Catrina.

@nico_guau

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