Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tanto¿Quién dijo 'miedo'?

¿Quién dijo ‘miedo’?

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

 

SITGES RETROSPECTIVA

 

Séptimo día (jueves 15 de octubre)

 

De viaje por Berlín.

 

Klaus Doldinger, músico (en su día callejero) de Berlín y Passport

 

 

Primera etapa.

 

¿Será la infancia un mal que debemos aislar?

 

De los que vienen a Sitges cada año, muchos empezaron de niños. ¡Cuidado con los niños! ¿Cómo sabemos lo que los niños hacen cuando no están los padres, cuando no los vigilan? ¿Y si el niño va a Sitges: torturas, sangre, vísceras, tercer sexo? Los madres y las padres, con frecuencia, tienen miedo a que la niño, el niña, escape de la determinación que marca nuestra herencia genética: azul y rosa, lo niño, ya en la cuna. Lo niño está a merced de sus padres, que son como la monarquía, instituida por Dios, o los poderes públicos: saben qué le hace falta, le dedican la vida a controlarlo, a ellos les duele más. Y así sale lo niño: espitolado cuanto antes, si no cuaja el lavado de cerebro; en casa hasta las canas, apoltronado, si funciona: a eso se lo llama “cuarentena” y empieza por el miedo a que a los niños se les pegue la calle, a que espabilen. Lo refuerzan después dándole al niño todo lo que pide. Para que sepa qué le espera en el mundo. En Sitges, no revelamos un secreto, amén del Festival, sangre, vísceras, gente, hay permisividad en el papel del sexo que, se piensa, sirve para envolver placeres. ¡Sea anatema!: ¿para dar gusto, el sexo? ¿Y la procreación, que es a lo que atiende la familia día y noche? ¿Día y noche? ¿Y dónde están los niños? El sexo a la familia no la ocupa, pero sí le preocupa. El que se abre el abrigo (¡¡¡que el niño, que la niña, vea eso!!!), lo promiscuo, la igualdad entre géneros, la doctrina social, ideas disolventes, impiedad, que se le enseña a las niñas y a los niños. ¡Todavía inmaduros!

 

¿Inmaduros, he dicho? Indefensos, los niños, hay países (Corea del Norte, Cuba, Venezuela) en los que se adoctrina a los niños desde niños: desfiles, mantras, cánticos. ¡Gamba con gabardina, el exhibicionista!: una futesa. Imposición. Todo cuanto se muestra a quien no tiene discernimiento para aceptarlo o rechazarlo es una obscenidad.

 

¡Qué suerte que vivimos en España!

 

“¿Dónde vas, Margarita?” “A rezarle a la virgen”

 

“¿Qué llevas sobre el hombro, Arturo?” “La cruz de mis pecados”

 

Cinco años tiene Arturo. Cuatro años, Margarita: como si tienen siete (la canónica edad de la razón), nueve, once.

 

Rota esta lanza a favor de la religión en los colegios, en las casas, tranquilicemos a los madres y a las padres. Donde están más seguros: fuera, a su aire, los niños.

 

‘VICTORIA’

 

 

‘Victoria’, de Sebastian Schipper.

 

En Berlín, ahora que ya no hay muro, el visitante sirve a diferentes causas, todas occidentales: ver la ciudad, estudiar, encontrar trabajo, practicar alemán, ver alemanes. Victoria está en Berlín. No vive en Berlín de vacaciones. Va a buscarse la vida y a perder la vida que ha llevado hasta entonces. En una discoteca Victoria conoce a cuatro chicos. Justo los chicos con los que cualquiera que no fuese Victoria (¡¿qué hacen, fuera de casa, las chicas españolas?!) se cuidaría mucho de ir a ningún sitio. Eso piensa Victoria: ¿cómo dejar pasar la oportunidad? Con una sola toma de dos horas (no podría jurarlo, que no haya habido cortes: estaba a la película), la noche por Berlín, viaje de Ulises, sin aliento, al filo del amor y de la muerte. Decir más sería destripar ‘Victoria’.

 

Para destripar, terrones, vidas, bodas, el discurso del tiempo, vemos ‘Demon’.

 

‘DEMON’

 

 

‘Demon’, de Marcin Wrona.

 

De lo malo de buscar marido fuera y de lo peor que es descubrir que el marido conocía el país antes de llegar tú. Ceremonias nupciales en el Este. La novia viva y la novia cadáver.

 

Lo más seguro: en casa, con los padres.

 

 

 

‘The Devil’s Candy’, de Sean Byrne.

 

Una imagen es eso lo que tiene: que la hay, o no la hay. Si no la hay (de ‘The Devil’s Candy’, tráiler o clip no hay y, de fotografías, lo que se puede rescatar es muy pequeño) hemos de recurrir a subterfugios: la revista del propio Festival. Una imagen asimismo pequeña, pero menos; oscura, como oscuros son los dulces del diablo. Como son los retratos cuando el mal o la edad andan por medio: Dorian Grey.

 

Luego viene el webmaster, localiza una imagen decente y me destroza el párrafo.

 

 

 

Es, en ‘The Devil’s Candy’, la pintura ocasión para la podredumbre y ocasión para la tentación. Dejad que los niños se me acerquen. No es esa tentación la que el protagonista, trasunto tatuado del Señor, sufre en su cuadro, sino la de la fama. La tentación del niño es para el Malo. Que trata de ahuyentarla a golpes de guitarra y no le dejan. Dios es un casero puntilloso que no permite el ruido a su inquilino, por mucho que ese ruido implique salvación: hay en la Providencia un punto de humor negro y de rencores retorcidos, como mostraba el ‘Nuevo Nuevo Testamento’, si es que la vida misma no resulta lo bastante elocuente al respecto. Podredumbre, en la pintura de ‘The Devil’s candy’, el descanso que reclaman las víctimas. Tiempo que, allí, no pasa para ellos. Un Belial, marchante de arte, trasunto del Lou Cypher de ‘El corazón del Ángel’, es para el Cristo heavy la caída; y heavy puro y duro la magnífica música hasta una apoteosis final, en donde la guitarra se hace mástil. A la hora de buscar casa, conviene informarse de en dónde se mete a la familia.

 

¡Usted, a la cola!

 

 

La cola, cada vez.

 

Realismo soviético: las colas. En Sitges a la prensa no la miman mucho. Dice Carlos Pumares, añorado ‘Polvo de estrellas’ en la radio, que la organización se reúne cada año para pensar nuevas putadas que les puedan hacer a los informadores. Es verdad que, sólo diez años atrás, los hacían formar, protegidos del sol y de la lluvia, en una galería exterior paralela al hotel en donde se celebra el Festival (salvo en la Tramuntana, que el Festival se sufre: vaya usted mismo a verlo), con acceso inmediato a la sala de proyección. Cuenta Pumares que, tiempos de leyenda, más atrás en el tiempo, la prensa ni siquiera desfilaba por la calle: accedía del vestíbulo, desde la habitación, al cine, como gentes de calidad. Del palacio a la Iglesia; o hasta balcón sobre el altar, del cuarto. Oír la misa, ver la película, la Sección Oficial, desde la cama. De ella nos saca el día y a ella nos devuelve, de nuevo, el viernes 9. El Eterno Retorno se puede dar también en ciclos cortos. Y en la cola. Bajo la lluvia, el sol, entre los apretones. No me vale alegar que no soy periodista, que no lo he sido nunca, que de esto no sé nada: en la cola, igualmente. Esto, al lector no le importa lo más mínimo: error. Ahora lo represento. Es Brecht: al periodista y no te preocupabas. Hoy vienen a por ti. «¡Pero si yo hago cola en la calle desde el principio! ¡Si soy espectador de ‘tú te callas’!» ¿Y qué? ¿No quieres progresar? Fíjate en mí. En la cola. Como tú. Lo mismo que Pumares. Sólo que él viene al cine a trabajar. «¿Encima? ¿Por ir al cine os pagan?»

 

La envidia, que es muy mala.

 

De los países que entonces atendían a la denominación de socialismo real, “¡Servidora!” “¡Presente!” (ya no se pasa lista, no sea que los padres te denuncien por hostigar al niño), se señalaba la poca libertad personal, las colas, la falta de información y el ateísmo. Que se enseñaba al niño en los colegios. Al contrario que aquí.

 

Informado por fin con una prensa plural, independiente, inasequible, dura, veraz, comprometida. Libre para elegir dónde me quedo sin casa, sin trabajo, sin medicina pública: sin vida, como vengan mal dadas. En Sitges, en la cola, como hay cola cada vez que algo se pone a disposición de todo el mundo, me pregunto si el terror, de verdad, está en el cine.

 

MESSAGE: Waters

 

 

En este mismo disco de  Message estaba Horroscope, pero:

-se refería, claro, a los horóscopos

-intervención dictatorial: prefiero ésta.

Mi favorita, ‘Train to Nowhere’, lógica de mercado, ni aparece.

Más del autor

-publicidad-spot_img