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¿Quién eres?

 

Llevo un mes desaparecido. Si alguien tiene algún interés por descubrir lo que he hecho durante este mes, o por averiguar por qué no he escrito nada en este blog, la verdad es que está perdiendo el tiempo. Si un detective me hubiera seguido durante este mes en el que no he escrito nada aquí, el pobre tipo se habría muerto de aburrimiento. No he estado en Ibiza, ni en el Caribe, ni en una isla perdida en el Índico, ni haciendo trekking por el Himalaya. Nada de eso. Sólo me ha pasado que me he quedado en blanco. Nada que decir. Sin ganas de hablar. Eso era todo.

 

Pero al fin y al cabo los blancos en los blogs también son informaciones pertinentes, como lo demuestran esos huecos de varias semanas –o meses, ¡o años!- que aparecen en los diarios íntimos y que nunca sabemos cómo interpretar. ¿Qué pasa cuando alguien que siempre anota con minuciosidad lo que hace o lo que piensa deja un día de hacer entradas en su diario? Esos blancos nos indican tribulaciones personales o periodos de confusión, aunque también es posible que respondan a un estado de exaltación personal que resulte incompatible con el hecho de escribir un diario, ya que uno no escribe un diario si está viviendo una exultante historia de amor (lo normal es que no le quede tiempo, ni energía, ni ganas), como tampoco lo escribe si de pronto entra en una fase digamos que complicada de su vida sentimental. Pero en mi caso no ha pasado nada de eso. Y en el fondo da igual. No he escrito, y eso es todo.

 

O sea que he estado un mes en blanco. Pero he aprovechado el tiempo, porque le he dado vueltas a este poema de Emily Dickinson, tan enigmático como todos los suyos:

 

 

 

Soy nadie. Y tú, ¿quién eres?
¿Eres tú también nadie?
Entonces ya somos dos.
No lo digas, que lo pregonarían.

 

 

¡Qué terrible es ser alguien!
¡Qué impúdico, como un sapo,
decir tu nombre, en un junio eterno,
a una charca que te admira!

 

 

 Soy nadie. Y tú, ¿quién eres?

 

 Buena pregunta.

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