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Mientras tantoRanking 2014 de momentos teatrales gallináceos

Ranking 2014 de momentos teatrales gallináceos


 

Queridos Reyes Magos, en este año que termina he ido bastante al teatro. No sé si eso me convierte en una niña buena, pero como vosotros en Oriente tenéis mejores cosas que hacer que recorrer las salas madrileñas, os voy a contar cómo ha sido, o más bien lo que más me ha gustado.

 

Aunque no lo creáis, un año de teatro da para mucho, para anécdotas y sorpresas, para disgustos y barbaridades, y así es como ha ido pasando este 2014, mes a mes: lleno de ‘momentos gallináceos’ en los teatros de la ciudad.

 

Contrastados cuidadosamente con el señor nico guau, perro-gallina que estuvo presente en la mayor parte de ellos, estos son los 10 mejores momentos teatrales gallináceos del 2014 que hoy termina:

 

 

10. Una tarde de Abril bajo el Sol de York.

 

Fue la última vez que estas gallinas pisaron la sala de la calle Arapiles, pues cerró pocos meses después. Se estrenaba la obra Un balcón con vistas, y nos regalamos en la conversación antes y después de la función: con la señora Herrero (por aquel entonces ya reincorporada a los teatros tras su convalecencia), el señor Andrés, el señor Navarro, la señora Fernández… y por supuesto con el señor Ortiz. Hoy recordamos aquellos ‘post-it’ que decoraban uno de los muros del hall, con las opiniones y buenos deseos de los espectadores. También las escaleras de acceso, donde otras veces habíamos esperado a la señorita Berini, al señor Carrión o a la señora Tellechea…

 

Así lucía el Sol por Arapiles, cuando se hacía de noche

 

 

9. Estrenos internacionales en Cuarta Pared.

 

Un martes de Junio nos acercamos a la calle Ercilla a disfrutar de un estreno del Festival de Otoño: Trahisons (¿se acuerda el señor Huertas de que pasamos al Teatro Lagrada a saludarle?). Lo más divertido fue tomarse el piscolabis de después en el hall de la sala, rodeados de los comentarios entregados del público. Todo el mundo había salido enamorado de la obra, que aunque era un poco aburrida, era en francés, y eso siempre da mucho caché. A pesar de todo, a nuestro querido señor Henríquez también le gustó mucho, así que tendremos que desconfiar de nuestro gusto. (Por cierto, que al mismo señor Henríquez lo buscaba la señora Vallés en la misma Cuarta Pared unos meses después, durante su obra Staying alive; ¿lo habrá encontrado?)

 

 

8. Rodeados de belleza en el Price.

 

Se estrenaba, allá por Marzo, el espectáculo La Meute en el circo de la Ronda de Atocha, y aparte de conversar con la risueña señorita Tirado, tuvimos la suerte de compartir las largas cañas post-función con las señoritas Folguera, Pons y De Castro, muy sabias y muy bellas las tres. Nos deleitamos con chismes, anécdotas y miradas juguetonas a los acróbatas del espectáculo… Las mismas señoritas Folguera y Pons nos guiarían por el Price y su historia en una visita matutina medio año más tarde (de hecho, el mismo día de Octubre en que luego veríamos a la señora Vallés trepar por las gradas de la Cuarta Pared).

 

 

7. Idas y venidas en la puerta del Valle-Inclán.

 

A finales de Mayo se pudo ver a estas gallinas montando el numerito en la Plaza de Lavapiés. Y es que hubo que meter codo en la reventa de entradas para conseguir ver el Triángulo Azul: a pesar de lo mucho que gritaron las señoras de la cola, el señor Torres y la señorita Martín consiguieron una entrada para mí y subimos raudos a esa sala que siempre está llena, la Francisco Nieva. No hubo tanto problema al día siguiente en el mismo teatro, para ver Como gustéis, un musical sin público cuyo descanso aprovechamos (nico guau, la señora Herrero y yo) para asaltar un negocio de alimentación, y hacer nuestro espectáculo alternativo comiendo plátanos y patatas fritas en la puerta del Valle-Inclán, ante la mirada atónita de acomodadores y espectadores que huían a sus casas.

 

 

6. Taburetes en el Lara.

 

Cuando en Febrero nos acercamos al Teatro Lara para ver Las Heridas del Viento, lo más bonito fue lo bien que nos trataron la señorita Martín y el resto del equipo de sala, que tras haber tenido que achicar agua por una avería, y preparar deprisa y corriendo el hall para la función (focos, tarimas y butacas se montan y desmontan diariamente para los espectáculos allí) se desvivieron para que viéramos bien la representación, moviéndonos taburete en mano hasta los huecos más insospechados. Luego les invitamos a las cañas, a las señoritas Martín e Iglesias, en el bar de taburetes de su amigo libanés.

 

Los baños del Lara, aunque estos no fueron los que se inundaron

 

 

5. Cochinillo tostado en Matadero.

 

Ya dio nico guau buena cuenta de nuestra visita al Matadero ese día (aquí su crónica), de mis despistes y sus carcajadas. Lo que olvidó contar fue mi magistral maniobra tras el espectáculo (Cuando deje de llover) para ser la última en abandonar la sala y así abastecerme de lo que la gente ha ido olvidando: normalmente solo recupero programas, revistas… Esta vez me llevé un paraguas muy chulo (que paseé hace poco con mucho orgullo por las calles y teatros de París). Nadie rechistó por el paraguas: ni la señorita @petalodesal, ni otros espectadores y tuiteatreros, ni los nuevos acomodadores de las Naves del Español (con el logo de la subcontrata tatuado en el polo de trabajo) ni el cochinillo tostado que preside el nuevo bar del Matadero, que se ha vuelto cool y raro de repente.

 

El paraguas encontrado… y el menú moderno por descifrar

 

 

4. Un Nobel en el Español.

 

Fue a mediados de Septiembre cuando se estrenó El loco de los balcones en el Teatro Español. Lo mejor vino en el bar El Lacón, donde pudimos comentar con el señor Losánez y la señora Soria el discurso emocionado que nos había soltado el dramaturgo premio Nobel al final del espectáculo: la gente deseando salir del teatro, aburrida y quemada como un balcón limeño, pero esperando a que el premio Nobel acabara de agradecer eternamente por todo lo que acababa de ocurrir. Por suerte, el patio de butacas estaba lleno de gente famosa, y era divertido ver desde el gallinero las miradas que se echaban los unos a los otros, y a la alcaldesa repasando su facebook… (Ojo: vienen más estrenos del Nobel en este 2015)

 

Al Nobel no le gusta lo que lee en el párrafo de arriba…

 

 

3. Los premios más comentados.

 

De lo que ocurrió en la gala de los Premios Max del pasado mes de Mayo dimos buena cuenta en esta crónica, y en esta, y en esta, y también en esta… A punto han estado de convertirse en el momento gallináceo del año.

 

Los premios Max desde el Gallinero

 

 

2. Accidentes en el Barrio.

 

Fue sonado aquel día de Julio en que el señor nico guau y yo visitamos el Teatro del Barrio para ver En construcción. Sentados en la segunda fila de la sala, los accidentes se agolparon uno detrás de otro: según avanzaba la pieza, observábamos el lento pero continuo descenso de un cable más que amenazante desde los focos hacia la escenografía. Por suerte, no llegó a caer: el que cayó fue nico, cuya butaca se rompió a mitad de espectáculo. Con un gran dominio de sus nervios, y con mucho orgullo torero, se quedó sentado en el escalón, haciendo como que no había pasado nada… Así terminamos de ver la función: él en el suelo, el cable en el aire, y yo clavándome el apoyabrazos roto. En deconstrucción, se llamó ese día la obra.

 

 

1. El largo viaje de la cháchara al silencio.

 

Pero el mejor momento gallináceo de 2014 fue la velada que vivimos en Noviembre en el Teatro Marquina, durante una representación del Largo viaje del día hacia la noche. Delante de nuestras butacas de casi-gallinero, toda una tropa de espectadores de la tercera edad copaba el ala norte de la platea. Poco habituados –al parecer- a los rigores del teatro, se pasaron la función entera comentando, charlando, valorando y riendo, insensibles a nuestros shhhh y a los varios acomodadores y espectadores que educadamente les pidieron callar. El momento célebre vino en el segundo acto, cuando en mitad de una escena íntima, los ronquidos de uno de los espectadores aumentaron hasta un despertar abrupto, reído y coreado por todos sus compañeros. El señor Gas, en pleno diálogo con el señor Díaz, decidió parar la función por un instante, y girándose con aire marcial hacia el grupo de alborotadores, les lanzó un “¿Qué? ¿Podemos continuar con nuestro trabajo?” que despertó el aplauso del resto del público y mantuvo a todos callados hasta que la obra terminó. Más tarde, pudimos comentar y desahogarnos tranquilos en el bar, con la señorita Camacho, la señora Herrero, el señor Tormo, e incluso el señor Gas y la señora Peña.

 

En fin, queridos Reyes Magos, ya veis lo mucho que ha dado de sí este 2014 en los teatros madrileños. Solo puedo pediros que me traigáis un 2015 con aún más teatro, con larga vida a este Gallinero de teatreros cluecos y turuletos, y con muchas más cañas, piscolabis y conversaciones…

 

¡Gallináceo 2015 a todos!

 

Vera Yobardé

@verayobarde

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