Siguiendo la línea de su anterior libro, Los traviesos (Nórdica, 2015), en el que ironizaba sobre las relaciones sexuales, expresando las ideas solo con imágenes aisladas (a diferencia de su primera obra, La ternura de las piedras (Nórdica, 2016), donde sí había una voluntad narrativa), la artista francesa Marion Fayolle (Ardèche, 1988) presenta en Los pequeños (Nórdica, 2021) un nuevo volumen que es y no es -al mismo tiempo- un libro sobre la maternidad.
Inspirado, sin embargo, en su primer año de experiencia como madre, lo que nos ofrece Fayolle aquí son mayormente ideas proyectivas y, así, evocan más que certidumbres temores. A diferencia de Los traviesos, donde se jugaba más con la evocación real (aunque en tono de parodia) de una situación concreta, en esta última entrega son más ideas a futuro que manifiestan sospechas que son opinablemente ciertas.
Aquí las analogías con las que trabaja son menos extrañas que en su anterior libro; se basan más en la intuición y, de ahí, también, que tenga mucha lógica el hecho de que las lustraciones vengan desprovistas de textos, pues enuncian, al fin, señales primitivas del cuerpo (recelos respecto del porvenir).
Si en Los traviesos se pensaba con la lógica del disparate, aquí se piensa con el conocimiento adquirido de la historia de la especie. Intuiciones ilustradas en la forma de viñetas poemáticas que funcionan al modo de la postal. Son, de alguna forma, imágenes icónicas; en el sentido de que se apega al código cultural de la maternidad heredada. Es, pues, una re-actualización de ese conocimiento.
Escribe Luna Miguel en el afiche “El vientre lleno de risa” que incorpora el libro como prólogo que Los pequeños es “un retrato de lo que significa generar amistad, producir amor y fortalecer un vínculo con un niño”. A lo que yo añadiría: “a pesar de todo”. Porque es precisamente de las ingratitudes futuras que condenan toda relación de tutela de un menor de las que se ríe Fayolle, mostrándonos ya las heridas del cuerpo futuro, que sabe en el presente su destino. En esa fatalidad, en esa voluntad que doblega el “a pesar de todo”, es donde se encuentra la dramática hermosura de este primoroso libro juguetón: un viaje de ida y vuelta.