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Mientras tantoReceta para la liberación

Receta para la liberación


Reúna por medio de twitter y facebook una masa  variopinta saturada de desesperación y justificada ira, agregue  una buena porción de fantasía y perseverancia y luego  déjela fermentar  en una plaza de renombre  hasta que se evapore el enemigo en común.  No me refiero a la rebelión en la  Puerta del Sol en Madrid. Hablo de la receta aplicada con eficacia en la Plaza Tahrir en El Cairo. Estuve recorriendo Egipto con la cámara de video  para resumir mis impresiones en un documental .

En todas partes nos encontramos con gente entusiasmada. Saludan con la «V» de victoria y sonríen, ríen, explican por qué ya era hora y por qué les parece increíble lo que han logrado. Pero más que ambiente de optimismo nos encontramos con una sensación de alivio. Porque el primer objetivo ha sido alcanzado:  Mubarak ha sido derrocado. Los egipcios han recuperado la autoestima perdida en el fango de miseria, corrupción y represión. No obstante saben que sus protestas no hubieran dado fruto sin el respaldo que les brindó el ejército. Si los militares hubieran sostenido a Mubarak estaríamos contando otra historia. Ahora, en la primera etapa «postrevolucionaria»  nadie se atreve a descartar que  los  militares acaben aferrándose al poder y a sus privilegios. Muchos temen que el movimiento de rebeldía  se descarrile.  «No hemos hecho la revolución para ellos, si no se retiran nos volverán a esclavizar!» – dicen. La cúpula militar domina un tercio de la economía del país. Todos los presidentes egipcios hasta ahora surgieron de sus filas. Gran parte de las inversiones extranjeras en territorio egipcio tienen que pasar por sus canales. Un Gobierno civil podría exigir el esclarecimiento de las tramas corruptas del imperio económico militar. La  ruptura entre el Ejército y  la población tendría en estos momentos consecuencias catastróficas y paralizaría el proceso de reformas. Por eso hasta los más críticos miden bien sus palabras y se muestran especialmente cautos al hablar de los militares.

Mientras tanto, la Plaza Tahrir sigue llenándose  cada  viernes. Ahora las manifestaciones son temáticas.  Hace dos semanas la consigna era  Egipto Unido, contra la enemistad entre cristianos y musulmanes. Y el pasado viernes los manifestantes expresaron su rechazo a  una  amnistía para  Mubarak y sus compinches, respondieron así a los rumores de  una posible liberación de los responsables del régimen. Exigen que lo encierren en una cárcel y no lo mimen en un hospital.

La plaza en el centro de El Cairo es el foro de la vigilia. Pero no sólo en la capital, también en el resto del país la población ha perdido el miedo, ha despertado después de décadas de resignación y letargia.  Suez, Ismailia, Port Said, Mahalla son las estaciones de nuestro circuito  en el que nos salen al paso camioneros, profesores, campesinos, cantantes,  obreros, amas de casa,  estudiantes universitarios. Son encuentros casuales. Ven un micrófono y todos quieren hablar, gritar. Saben que ahora sus voces son escuchadas. No es cierto que antes callaran. Pero nadie les hacía caso. Ni Mubarak ni el mundo más allá de las fronteras.

Ven como en el exterior se malinterpreta la violencia que estalló en las últimas semanas  entre cristianos  y musulmanes  fanáticos del grupo de salafistas. No se trata aquí de la mayoría de musulmanes arremetiendo contra una minoría religiosa, sino de una estrategia de desestabilización tramada  por fuerzas afines al régimen derrocado. Todo indica que así es. Incluso el pope Shenouda III, máxima autoridad de los coptos, instó  a disolver la manifestación  que cientos de cristianos mantuvieron durante diez días  delante de la sede de la televisión a orillas del Nilo,  advirtiéndoles que se habían infiltrado  agentes provocadores. Lo afirma también Mohammed El Baradei,  Premio Nobel de la Paz, ex director general del Organismo Internacional de Energía Atómica y probable candidato a la presidencia .  “Después de toda revolución se producen  estertores contrarrevolucionarios”, nos comentó durante nuestra charla hace unos días. Los egipcios tienen todavía un largo camino por delante. Liberarse DE algo no es lo mismo que liberarse PARA algo. Para elecciones parlamentarias no están todavía preparados, nos dicen muchos de los iniciadores de la rebelión pacífica. La convocatoria a las urnas en el mes de septiembre resulta demasiado apresurada. Los nuevos partidos apenas tienen tiempo para articularse. La fecha de los comicios sólo conviene a los Hermanos Musulmanes, que cuentan con una organización sólida.

Mientras estábamos  en El Cairo se produjo la rebelión en la Puerta del Sol. A los egipcios hacía gracia ver que había europeos imitándolos. Ahora el efecto mimético está alcanzando Atenas. Pero para la receta de la Primavera Árabe faltan en Europa muchísimos ingredientes. Sólo el envoltorio, sólo las formas tienen similitudes. En nada se parecen las situaciones de partida y las reivindicaciones. Si el Ejército fue el que dio  luz verde al cambio en Egipto, el que hoy lo pone en peligro y el que probablemente se quede con el poder, cuál será el catalizador en Europa y quién sacará el mayor partido de la rebelión?

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