Esta semana ha habido una importante novedad en la catalogación del régimen que gobierna en la no-República de Guinea Ecuatorial, y es que a las preguntas parlamentarias formuladas al Parlamento Europeo, llevadas a cabo por un partido catalán, estos días ha habido en el Parlamento de Cataluña una resolución que pone cara al verdadero carácter del régimen del general Obiang.
El cuerpo central del histórico documento, el 90/IX de la mencionada institución, quiere para los guineanos, y para España, antigua potencia colonial, que haga cada uno sus posibles para enderezar los caminos torcidos de su historia común. Así:
-El Parlamento de Cataluña expresa el apoyo al inicio de un proceso democrático en la República de Guinea Ecuatorial, que supere la dictadura de Obiang y finalice con la represión y la vulneración de los derechos fundamentales.
-El Parlamento de Cataluña manifiesta la conveniencia de evitar dar apoyo al régimen dictatorial y corrupto del general Obiang y traslada la misma al Congreso de los Diputados y a otras instituciones pertinentes del Estado español y de Cataluña.
-El Parlamento de Cataluña traslada al Gobierno de Cataluña, al Gobierno del Estado español, a la Unión Europea y a otras organizaciones internacionales la necesidad de llevar a cabo las actuaciones políticas y diplomáticas pertinentes para el establecimiento de un estado democrático, de derecho y social en la República de Guinea Ecuatorial.
Alto y claro para que los guineanos empiecen a ver la luz al final del túnel, 40 años de obscuridad y barbarie de las manos de otros guineanos cegados por el poder, la ignorancia y la riqueza mal adquirida.
Gracias al Parlamento de Cataluña, gracias al pueblo catalán por acompañarnos en nuestro dolor. Ya decíamos hace poco que había un trozo de camino que debíamos recorrer Con España, y ahora, en este caso concreto, con Cataluña.
En el suelo de Guinea, a muchos kilómetros del suelo español, queda mucho por hacer. Una resolución es una exigencia política que se tiene que materializar. Tiene que haber, pues, hombres y mujeres dispuestos a llevarla a cabo para que Guinea salga de su postración. O sea, hombres que estén dispuestos a poner todo de su parte para presionar donde haga falta para que los deseos políticos se conviertan en derechos humanos, derechos civiles e independencia política y económica.
Y para que se dé esto, nadie tiene que permanecer callado. Otra vez, como casi siempre en la dolorosa travesía de los guineanos, queremos todas las manos, todas las voces. Y es que nos llegan testimonios de violaciones atroces que las víctimas, hombres y mujeres, no se atreven a denunciar. Cierto es que el velo que pesa sobre la dictadura guineana es una de sus características inherentes, pero sin la constatación palpable de nuestros dolores públicos la duda puede caer sobre las intenciones de una cámara que hace una excepción histórica para poner su atención en nuestro particular y lamentable estado. Y es que sorprende que callemos si hemos sido encarcelados sin juicio ni condena, sorprende que callemos si estamos en la cárcel sin el conocimiento del juez, y sorprende que sintamos que faltamos con nuestra obligación si denunciamos a los que malgastan nuestra vida privándonos de libertad. Cierto es que podamos sentir, privados de todos los derechos básicos, que nuestra vida empeoraría si delatamos a los autores de nuestra desgracia, pero nuestro silencio puede arrojar sombras sobre el desvelo de hombres y mujeres que quieren que nuestro país tenga una cara mejor.
Es justo ahora esperar que todos los guineanos que aborrecen los terribles e inefables efectos de la dictadura del general sientan la obligación de hacer todo lo posible para merecer la confianza que supondría emprender otras acciones para dejar al descubierto sus aristas más perniciosas. La historia se quedaría, pues, en mera anécdota si no tiene al guineano que la eleve a la categoría de realidad palpable o posible.
Barcelona, 13 de junio de 2011