Siempre he apoyado la celebración de un referéndum en Cataluña. Consideraba incuestionable el derecho de la gente a elegir si quieren seguir siendo parte de España o prefieren la independencia. Bien, quizás me estoy haciendo mayor, o mi giro ideológico sea más preocupante de lo que pensaba, pero últimamente estoy empezando a cuestionarme esta máxima “democrática” del derecho de autodeterminación. Después del catastrófico resultado de las últimas consultas populares a nivel internacional, después Brexit, del No a la paz en Colombia y de la victoria de Trump; después de vivir medio año en Cataluña (el medio año más nacionalista y banderil de su historia) estoy planteándome una pregunta que me revuelve por dentro. ¿Es realmente democrático hacer un referéndum en una coyuntura tan sumamente cambiante y tóxica? ¿Es responsable hacer una pregunta tan comprometedora y zanjarla con el 51% de apoyo?
Pongamos un ejemplo de política ficción. Imaginemos que en España gana las elecciones un partido nacionalista cuyos gobernantes dedican todos sus esfuerzos en culpar a Europa de todos los males que nos aquejan: la corrupción, el paro, la pobreza y los recortes. Todo es culpa de Europa, ese enemigo imperialista neoliberal y ultracapitalista que toma a España como un súbdito y nos condena a la austeridad. En estos diez años de gobierno antieuropeo las escuelas españolas han enseñado a las nuevas generaciones a no sentirse europeos, los libros de historia y los museos narran con pasión y épica la lucha independentista de los españoles a lo largo de los siglos contra la terrible Europa imperial. La televisión pública invita directamente a aborrecer Europa. La bandera es usada como arma reivindicativa y convertida en un símbolo antiimperialista y las manifestaciones pro españolistas pronto alcanzan los millones de participantes. Por su parte, todo hay que decirlo, una Europa gobernada temporalmente por una comisión torpe y derechista desprecia a España y usa todos sus medios para combatirla y humillarla: medios de comunicación, reforma de la Constitución, encarcelamiento de los dirigentes que convocan referéndums ilegales etc. En Europa todo el mundo parece estar harto de los spaniards y su chovinismo. En este escenario, el gobierno español y los medios aprovechan al máximo el orgullo herido de los ciudadanos y lanzan todas sus consignas: ¡Democracia! ¡Referéndum! ¡Juntos por el sí a la Independencia! ¡Libertad!
Tras diez años de adoctrinamiento mediático y de rifirrafe entre ambas partes al menos la mitad de los españoles son radicales antieuropeos convencidos (antes nunca llegaron a ser más del 20%). Muchos se declaran dispuestos a dar la vida por la causa independentista española, convencidos de que su país se tiene que liberar de ese régimen imperialista y dictatorial. La brecha social entre pro europeos y anti europeos copa todos los medios y las preocupaciones sociales. Cada vez hay más familias y amigos que no se pueden ni hablar. Las reivindicaciones sociales se esfuman del panorama político. Y lo más grave de todo, el gobierno español no tiene ninguna alternativa económica viable a la Unión Europea. Si sale del club, medio España sería feliz, pero la crisis sería absoluta y generalizada. La fuga de empresas sería brutal y la debacle monetaria imparable. El estado de bienestar está en juego.
En esta coyuntura: ¿Apoyaríamos un referéndum sobre nuestra salida de Europa? ¿Aceptaríamos el 51% como victoria? ¿Sería este referéndum representativo del sentir democrático de un país? ¿Sería responsable?
Da escalofríos pensar que las nuevas generaciones de jóvenes estén dispuestos a dar el paso definitivo para tirar un país por la borda. Y todo ello en nombre de la libertad y del puñetero derecho a elegir.
¿Para qué sirven los referéndums? ¿Es el Brexit representativo del sentir general de Inglaterra? ¿O es más bien el resultado de un discurso manipulatorio que ha calado en un momento azaroso cuyo resultado es la brecha social y la crisis?
Si hubiera un proyecto político racional en el independentismo lo entendería; alguien que dijera: somos tan catalanes como españoles, pero queremos una república que funcione de manera independiente a la monarquía y el sistema español, un país con valores nuevos basados en la cultura universal, la ecología, la integración etc… Si hubiera una mayoría superior al 60% incluso lo apoyaría. Pero no nos engañemos, estamos en las antípodas de ese ejemplo.
Este texto, el último que escribiré sobre política, es tan solo una pregunta a quienes consideran incuestionable y democrática la celebración de un referéndum. ¿Estamos dispuestos a condenar a media Cataluña a la brecha social que la otra media quiere encaminar al país? ¿Es legítimo hacerlo? ¿Estaríamos dispuestos a plantear lo mismo en España si a algún loco se le ocurre que es buena idea salir de Europa? ¿Estamos dispuestos a que el país se vaya por la borda por un proyecto vacío y sin alternativa que conduce directamente a la ruina y al fin de la convivencia? ¿Lo estamos?