Ya hemos hecho mucho, y está claro que es necesario que haya más para que cada día el espíritu de las mismas alcance a más gente y haya un cambio de actitud respecto a nuestros principales problemas.
Guinea Ecuatorial vive una dictadura que es la prolongación de un régimen colonial que ni practicaba la democracia ni admitía la libertad de expresión. Además, fusilaba a los disidentes si veía que la actitud de ellos suponía un peligro para su estabilidad y continuidad. Y casi todo esto ha quedado fosilizado en Guinea. Fue lo que despertó la conciencia de los primeros guineanos y los animó a levantarse contra el colonialismo, conciencia que, al día de hoy, se mantiene en la vida de los hombres y mujeres que ejercen la oposición contra el régimen guineano. Pero vemos que aunque la independencia sí fue conseguida con relativa facilidad, nos cuesta a los guineanos una barbaridad erradicar la dictadura. Y aquí se ve que es una institución con suficientes raíces en la historia para que no sea fácil su erradicación. Y es que se nutre de todos los antiguos filones del poder. (Incluso pudo haber ocurrido que lo de la independencia fue un simple espejismo)
Que la independencia fuera conseguida tuvo mucho que ver con que la misma potencia colonial no gozaba de muchas simpatías en el mundo. Con la dictadura de Obiang, las tornas han cambiado y cuesta más. Sin entrar en detalles de las relaciones del poder de aquellos años, y de los actuales, analicemos algunas de las claves del fracaso de los guineanos en la lucha contra la dictadura imperante. (Unas reflexiones que merecerían un artículo aparte serían las encaminadas a asentar la certidumbre de que durante 11 años no se pudo hacer nada contra la primera etapa de la dictadura; fue algo que pilló a los guineanos a contrapié, se podría decir. Es decir, a la dictadura de Guinea se la empezó a combatir muy tarde)
Qué quieren realmente los diversos grupos guineanos, ¿alcanzar el poder o erradicar la dictadura? Sin adentrarnos en los pormenores del tema, podemos decir que, mirados desde una perspectiva crítica, los diversos grupos en la lucha contra la dictadura nguemista dejan huellas muy acentuadas sobre sus verdaderos deseos inmediatos. Sí, desde lejos se ve claramente que luchan por el poder, esto sea dicho sin emitir ningún juicio de valor sobre este hecho.
Cuando, al día de hoy, vemos la situación de casi desamparo de estos grupos políticos, nos invade la tentación de recordar que no siempre han sufrido este desamparo. En efecto, hay partidos políticos de Guinea que se han beneficiado de la ayuda, o la financiación, de entidades o partidos extranjeros y dirigentes de estos partidos guineanos han gozado de la cercanía de poderosos círculos del poder, como la Moncloa o la Casa Blanca. Pero no han conseguido sus objetivos. Esto es una muestra, aun endeble, de que no son suficientes estos apoyos para alcanzar el poder. O que los mismos eran aparentes. Pero el punto sobre el que queremos insistir es el carácter ideológico de la lucha contra la dictadura de Obiang. Y es curioso que para un país en que sólo se había votado una vez, y bajo la soberanía de una España que todavía padecía la dictadura, todos los partidos que nacieron con el objetivo de enfrentarse a la dictadura quisieran hacer patente su adscripción ideológica, aun a cuesta de enfrentarse a los compañeros en la lucha común.
Pero lo anterior sí que constituye el elemento capital sobre el que gravita dos hechos importantes: es por la vía de la identificación ideológica por la que se logran los apoyos de los grupos extranjeros y la misma vía que impide hacer causa común. Esta verdad tiene que ser desvelada porque, ¿tiene verdadero sentido exigir una ideología concreta para la provisión de la ayuda necesaria para la lucha contra una dictadura? No, y porque pese al conocimiento de la existencia de dictaduras de marcado color ideológico, los derechos conculcados en las mismas son tan básicos que para su disfrute no se reclama ninguna adscripción política o ideológica. Entonces, en el contexto de la lucha contra la dictadura de Obiang, la incorporación de criterios partidistas en la provisión de ayuda a la oposición sí se hace con una clara intencionalidad, y es que, en los países de procedencia de estas ayudas sí existen fuertes intereses económicos ligados a los grupos políticos ideológicos. Ergo, las ayudas de las que se beneficiaron los opositores guineanos se hicieron con la intención de un control futuro del poder económico del país. Si esta verdad se asienta, entonces urge hacer una pregunta. ¿Hay interés verdadero por la democracia? No. Y porque parecería contraproducente privilegiar una opción política y consentir que la misma dejara de controlar los resortes del poder guineano como consecuencia de la necesaria alternancia política por la que se lucha.
(Es importante reseñar que esta ideologización de la lucha contra la dictadura tiene su manifestación en el hecho de que, en tiempos no electorales, los principales partidos de la oposición guineana se rivalizan en la reclamación de mayor número de militancia, aunque sea para seguir adoptando una actitud pasiva con esta supuesta mayoría).
¿Cuál es la otra razón por la que no avanzamos en la lucha por nuestra libertad? Lo dicho anteriormente y el hecho de que, puestas en evidencia las ansias de alcanzar el poder, a los núcleos duros del poder mundial no les interesa un cambio en la escena política guineana, porque la situación actual no les perjudica. Esto se puede vulgarizar así: «Si queréis la libertad, es otra, pero si queréis alcanzar el poder, nos va bien lo que tenemos, gracias». Y así nos va.
En estas reflexiones no hemos dicho que la lucha contra la dictadura sería un coser y cantar, aun habiendo elegido otros planteamientos, pero es evidente que hemos estado perdiendo el tiempo. Tampoco hemos dicho que a los diversos grupos les interesa que las cosas sigan como hasta ahora, pero es nuestra obligación conducir nuestras reflexiones en busca de las razones de tanto fracaso. Les toca a cada guineano conocedor de la situación ejemplificar los casos en sus vivencias particulares y saber adecuar su actitud a prácticas que sean óptimas para la convergencia de la lucha.
Barcelona, 11 de noviembre de 2013