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Reforma o revolución. El método oportunista

Si, en el cerebro humano, las teorías son reflejos de las manifestaciones del mundo exterior, a la vista de la teoría de Eduard Bernstein habría que añadir que a veces son reflejos invertidos. ¡Una teoría de la introducción del socialismo a través de reformas sociales, después del estancamiento definitivo de la reforma social alemana (1), del control del proceso de producción por parte de los sindicatos, después de la derrota de los ingenieros ingleses (2), de la mayoría parlamentaria socialdemócrata, después de la revisión de la Constitución sajona (3) y de los atentados contra el sufragio universal! (4) Solo que lo esencial de los planteamientos de Bernstein no está, a nuestro modo de ver, en sus opiniones sobre las tareas prácticas de la socialdemocracia, sino en lo que dice acerca del proceso objetivo de evolución de la sociedad capitalista, hecho con el que sus opiniones están en muy estrecha relación.

Rosa Luxemburgo

Según Bernstein cada vez resulta más improbable un desmoronamiento general del capitalismo y de su proceso de evolución, porque el sistema capitalista, por un lado, muestra siempre mayor capacidad de adaptación; por otro, la producción se diferencia cada vez más. La capacidad de adaptación del capitalismo se manifiesta, según Bernstein, en primer lugar en la desaparición de las crisis generalizadas debido al desarrollo del sistema crediticio, de las asociaciones de empresas y de los medios de transporte y los servicios de información; en segundo, en la tenacidad de la clase media como consecuencia de la continua diferenciación de las ramas de producción, así como del acceso de grandes capas del proletariado a la clase media; en tercero,

finalmente, en la mejora política de la situación del proletariado como resultado de la lucha sindical.

 

Para la lucha práctica de la socialdemocracia resulta de ello la advertencia generalizada de que su actividad no ha de orientarse hacia la toma del poder político del Estado, sino hacia la mejora de la situación de la clase obrera y hacia la introducción del socialismo, no por medio de una crisis política y social, sino por medio de la aplicación progresiva del principio cooperativista.

 

El propio Bernstein no ve nada nuevo en sus planteamientos, más bien piensa que coinciden tanto con algunas observaciones de Marx y Engels como con la tendencia general hasta ahora de la socialdemocracia. Entretanto, a nuestro modo de ver, será difícil negar que la concepción de Bernstein está de hecho en contradicción absoluta con el ideario del socialismo científico.

 

Si toda la revisión de Bernstein se resumiera en que el transcurso del desarrollo del capitalismo es mucho más lento de lo que uno se ha acostumbrado a suponer, esto, de hecho, no significaría más que un aplazamiento de la toma del poder político, hasta ahora supuesta, por parte del proletariado, de lo que podría derivarse en la práctica un compás de lucha más lento. Pero no es este el caso. Lo que Bernstein ha cuestionado no es la rapidez del desarrollo, sino el proceso mismo de desarrollo de la sociedad capitalista y, en relación con ello, el paso al orden socialista.

 

Si la teoría socialista ha supuesto hasta ahora que el punto de partida de la transformación socialista sería una crisis generalizada y destructora, a nuestro modo de ver hay que diferenciar dos tipos: la idea básica que encierra y su forma externa.

 

La idea consiste en suponer que el orden capitalista, por la fuerza de sus propias contradicciones, generará el momento en que se desarticulará, en que será sencillamente imposible. El hecho de que uno se imaginara ese momento en forma de una crisis comercial estremecedora y generalizada seguro que tenía sus buenos motivos, pero no por ello deja de ser menos insustancial y secundaria en relación con la idea principal.

 

Porque es sabido que el argumento científico del socialismo se apoya en tres resultados de la evolución del capitalismo: principalmente en la creciente anarquía de la economía capitalista, que hace de su declive un resultado irremediable; en segundo lugar, en la progresiva socialización de del proceso de producción, que genera las bases positivas del futuro orden social, y, en tercero, en la creciente organización y conciencia de clase del proletariado, que constituye el factor activo de la transformación que se avecina.

 

Es el primero de los denominados pilares básicos del socialismo científico el que Bernstein deja a un lado al afirmar que el desarrollo capitalista no camina hacia un crac económico general.

 

Pero con ello no solo desecha la forma concreta del declive capitalista, sino ese declive en sí. Afirma expresamente:

 

 

Ahora podría objetarse que, cuando se habla del colapso de la sociedad actual se tiene más en el punto de mira una crisis comercial generalizada y más fuerte que las anteriores, esto es, un colapso total del sistema capitalista debido a sus propias contradicciones.

 

Y a ello responde:

 

 

Que al mismo tiempo se aproxime un colapso total del actual sistema de producción no resulta probable gracias al desarrollo progresivo, sino más bien improbable, porque este, por un lado, aumenta la capacidad de adaptación; por otro, o, mejor dicho, al mismo tiempo, la diferenciación de la industria. (5)

 

Pero luego surge una importante cuestión: ¿cómo y por qué aun con todo llegamos al objetivo final de nuestros propósitos? Desde el punto de vista del socialismo científico la necesidad histórica de la transformación socialista se manifiesta sobre todo en la creciente anarquía del sistema capitalista, que se mete en un callejón sin salida. Si, no obstante, suponemos con Bernstein que la evolución del capitalismo no se dirige hacia su propia destrucción, entonces el socialismo deja de ser objetivamente necesario. Así pues, de los pilares fundamentales de su fundamentación científica quedan tan solo los otros dos resultados del orden capitalista: el proceso de producción socializada y la conciencia de clase del proletariado.

 

Esto también lo considera Bernstein cuando dice:

 

 

El ideario socialista no pierde en nada su fuerza de convicción [al dejar al margen la teoría del colapso (N. de la A.)]. Pues, visto en detalle, ¿qué son todos esos factores que hemos enumerado para erradicar o modificar las viejas crisis? Todo son cosas que representan a la vez presupuestos y, en parte, incluso principios de socialización de la producción y el intercambio. (6)

 

Entretanto, basta con considerarlo brevemente para que se demuestre que esta también es una conclusión errónea. ¿En qué radica la importancia de los síntomas denominados por Bernstein como medios capitalistas de adaptación: los cárteles, el crédito, los medios de transporte perfeccionados, la mejora de la clase trabajadora, etcétera? Evidentemente en el hecho de que eliminan o, al menos, disminuyen las contradicciones internas de la economía capitalista, de que evitan su evolución y su agravamiento. De este modo, eliminar las crisis supondría erradicar la contradicción entre producción e intercambio en base capitalista, supondría mejorar la situación de la clase trabajadora en parte dejándola como tal, en parte elevándola a la clase media, el silenciamiento de la contradicción entre capital y trabajo. En tanto que con eso los cárteles, el sistema crediticio, los sindicatos, etcétera, erradican las contradicciones capitalistas, esto es, salvan de su declive el sistema capitalista y conservan el capitalismo (por eso Bernstein los denomina “medios de adaptación”), ¿cómo pueden representar a un tiempo otros tantos “presupuestos y, en parte, incluso planteamientos” del socialismo? Evidentemente tan solo en el sentido en que expresan con más fuerza el carácter social. Pero, en tanto que lo conservan en su forma capitalista, hacen que, por el contrario, el paso de esa producción socializada a la forma socialista resulte superfluo en la misma medida. De ahí que representen los planteamientos y los presupuestos del orden socialista únicamente en sentido conceptual, no histórico, es decir, fenómenos de los que, debido a nuestra idea del socialismo, sabemos que le son afines, pero que, en realidad, no solo no conllevan la transformación socialista, sino que más bien la hacen superflua. Entonces no queda como fundamento del socialismo más que la conciencia de clase del proletariado. Pero, dado el caso, tampoco esta es el simple reflejo mental de las contradicciones del capitalismo, cada vez más acusadas, y el declive que le acecha (y que se evita gracias a los medios de adaptación), sino un mero ideal, cuya fuerza de convicción radica en todas las perfecciones que le atribuimos.

 

En resumen: lo que nos llega por ese camino es una justificación del programa socialista por el “puro conocimiento”, lo que significa, dicho sencillamente, una justificación idealista, mientras que la necesidad objetiva, esto es, la justificación debida al proceso de desarrollo social y material, queda erradicada. La teoría revisionista se encuentra ante un dilema.

 

 

 

 

 

Este texto es un fragmento del libro Reforma o revolución, de Rosa Luxemburgo, que, con traducción de Isabel Hernández e ilustraciones de Fernando Vicente, acaban de publicar en edición conjunta las editoriales Nórdica y Capitán Swing.

 

 

 

 

 

 

 

Notas

[El texto incluye dos series de artículos que Rosa Luxemburg escribió refutando las teorías revisionistas que Bernstein publicó entre 1896 y 1898, con las que establecía una delimitación estricta entre las clases sociales al tiempo que diferenciaba entre la sociedad capitalista y la socialista de manera absoluta y defendía un Estado que debía constituirse por encima de las clases. La autora preparó dos ediciones de esta obra, una en 1900 y otra en 1908. En esta última introdujo algunos cambios derivados de sus propias experiencias, sobre todo en lo relativo a las crisis económicas, y eliminó los pasajes en los que hacía referencia a la exclusión de los reformistas. Es en esta segunda edición en la que nos hemos basado para la presente traducción].

1. El industrial amigo del emperador Guillermo II y fundador del Partido del Imperio Alemán (Deutsche Reichspartei) Karl Freiherr von Stumm (1836-1901) y el secretario de Estado y vicecanciller Arthur Graf von Possadowsky-Wehner (1845-1932) combatieron ferozmente la actividad de los sindicatos y de la socialdemocracia con la violencia más brutal a fin de someter a la clase obrera.

2. Entre julio de 1897 y enero de 1898 unos setenta mil trabajadores ingleses llevaron a cabo una larga huelga con la que pretendían conseguir la reducción de la jornada laboral a ocho horas diarias. A pesar de las manifestaciones de solidaridad por parte de movimientos obreros tanto ingleses como alemanes, la huelga terminó en un fracaso absoluto.

3. El 27 de marzo de 1896 se introdujo en Sajonia el sistema prusiano de sufragio de tres clases, contra el que había habido manifestaciones masivas a mediados de diciembre de 1895.

4. En su calidad de secretario de Estado, el conde Possadowsky envió un escrito privado a los Gobiernos de los diferentes Estadosalemanes en el que proponía una serie de medidas legales para abolir el derecho de huelga y la libertad de coalición. La socialdemocracia alemana logró hacerse con el documento y lo hizo público el 15 de enero de 1898. El 6 de septiembre el emperador Guillermo II anunció en un discurso las disposiciones legales previstas para 1899, el último intento por detener el ascenso de la socialdemocracia y el poder de los sindicatos.

5. Ambos fragmentos publicados en Die Neue Zeit, n.o 18, p. 555.

6. Ibid., p. 554.

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