Llevo mucho tiempo sin escribir en este blog. ¿Por qué? No lo sé. Como escribo con regularidad columnas de opinión, me suele pasar que me aburro de opinar. También me aburro de contar cosas de mí mismo, así que me impongo una cura de silencio. Pero no me olvido del blog. Y en todo este tiempo que no he escrito nada, tenía preparadas bastantes entradas que al final no escribí. Había una sobre el gran Ronnie Lane, el bajista de los Small Faces y luego de los Faces (y el autor de tres discos maravillosos con su grupo Slim Chance), que murió de esclerosis múltiple en una roulotte, la única posesión que le quedaba, en 1997, en un paraje perdido de Colorado (¿y qué hacía Ronnie Lane en Colorado?, se preguntará alguien). Los últimos días de su vida, cuando ya no podía moverse, o más bien sólo podía mover las cejas y los párpados y estirar un poco la boca, Ronnie Lane jugaba a hacerse el muerto con su mujer, la tercera, y cerraba los ojos y fingía no respirar, hasta que su mujer se inclinaba sobre él, y empezaba a llorar, y entonces Ronnie abría de repente los ojos y sorbía una débil bocanada de aire y le revelaba a su llorosa mujer que aún no había muerto.
Había otra entrada sobre la Memoria Histórica, y sobre la peligrosa obsesión de cierta izquierda -resentida y en el fondo impotente- por evocar el pasado desde la rabia y la falsa superioridad moral, al modo de un marido cornudo que les cuenta a tres de sus amigos, en un bar y ya un poco borrachos todos, cómo fue la innoble huida de su mujer con el contable que había desvalijado un banco.
Y había otra sobre una escena doméstica, en la cocina de casa, cuando estuve haciendo una quiche de puerros con mi hijo, y le enseñé a amasar la pasta con un rodillo, y luego metimos la quiche en el horno y esperamos mientras caía la lluvia y pasaban las horas y la luz de la tarde se iba volviendo más perezosa y más desganada y más gris.
Pero ninguna de estas entradas, ni muchas más, llegaron a su destino. Y ahora no tengo más remedio que hacer como Ronnie Lane en la roulotte destartalada en la que vivía en Colorado, en aquel año de 1997 que fue su último año en esta tierra, cuando cerraba los ojos y fingía dejar de respirar, hasta que volvía a abrirlos en el último momento y le demostraba a su mujer que aún estaba vivo. En mi caso, todavía me quedan fuerzas para mover la lengua y amenazar con seguir escribiendo en este blog. Y disculpen el retraso.
Ah, y no me quiero despedir sin dejar este enlace con la que quizá sea la mejor canción de Ronnie Lane, la maravillosa Oh la la, en una grabación de 1974: