* Recibo una llamada de la biblioteca Central. Ruegan acuda por la tarde, cuando pueda.
Cuelgo y sonrío, acabo el té, debe ser por el I Certamen de Relato Breve de la b. Central, puede que esté entre los finalistas. Corto un trozo de pan de maíz, cojo un plátano y una bolsa de papel, meto todo dentro. Salgo, bajo a la calle, veo el puerto, la ría y Moaña entre la niebla.
Llego.
Me indican que vaya a la última planta, arriba, entre en la puerta al final.
En el interior hay tres personas, piden amablemente que me siente delante. En la mesa están los últimos cinco libros que devolví, con la cubierta a la vista.
Uno de ellos me dice que han estado revisando los libros que devuelvo todas las semanas desde hace ocho meses, aparecen con las esquinas dobladas y desdobladas, subrayados a lápiz, con anotaciones en las páginas, apuntes, indicaciones, iniciales, comentarios muy breves, fechas.
Ruegan, los tres, deje de actuar así. Los libros no son suyos, debe respetar a los demás usuarios.
Me retirarán el carné que da acceso a la biblioteca C. por un tiempo concreto.
–¿Cuánto?
–Se le indicará en los próximos días.
–De acuerdo.
–Lo sentimos, son las condiciones.
Accedo y salgo triste.
En el edificio de enfrente hay un escalón donde me sentaba a echar un vistazo a los libros nuevos.
Estoy aquí ahora.
Veo salir a una de las tres personas de antes, mira al cielo, ver si hay nubes o puede llover, mirar hacia este escalón.
Se me acerca.
Dice que muchas gracias, de verdad.
Llevaba varios meses siguiendo mis lecturas, encantada, llevando una línea, una dirección muy interesante. Esperaba con ilusión, volver a verme, llegara y entrara, sacara dos o tres libros más, los necesarios. Recogía los que yo había dejado con sus compañeros de trabajo y ella se los llevaba a casa, leía por las tardes, hasta la hora de la cena.
Con ilusión ante lo que vendría.
Aprendiendo con las anotaciones, indicaciones, consultando las fechas, riéndose, preguntándose al inicio por las iniciales que a veces escribía, esperando, descubriendo nuevos autores, caminos del pensamiento, imaginaciones, obras.
–No me atrevía a decirte nada. Pero esperaba y las iniciales seguían igual, sin extenderse, solo tres letras a veces, otras cuatro, otras distintas, en diferentes partes de los libros, aunque siempre a partir de la mitad.
–Siempre, dice.
–Tuve que informar, llegó una nueva orden, debíamos revisar mejor, estar más atentos. Pensé que quizás pudiera preguntarte por las iniciales repartidas a lo largo de los meses. Era lo que me faltaba.
Y sí.
—
—
–Vale. Vamos a dar una vuelta por ahí y te cuento. Y solo te pido algo.
–Dime.
–Después de las iniciales.
–Sí.
–Que me dejes tu carné para sacar más libros.
–Claro.
–¿A dónde vamos?
–Yo te llevo. Vamos. Ya verás.
* El texto anterior fue enviado al I Certamen de Relato Breve de la b. C.
Ella me llevó a ver cómo un buque de mercancías rodantes (ro-ro) caía cuesta abajo porque la Tierra se inclina.
** El texto anterior también fue enviado al I Certamen de Relato Breve de la b. C.