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Remembranzas 2020 10 28 No todo puede ser negocio

Remembranzas 28 10 2020

 

No todo puede ser negocio

Recordaba hoy que, hace como un año vinieron a cenar dos jóvenes que se casaban pronto y nos explicaban lo atareados que andaban, porque “todo en esta vida es negocio”.
“¿Hasta el matrimonio?”, pregunté. Ella saltó, “pues claro, se trata de un contrato”. “Pero hacer el bien, apunté, amar a alguien, compartir saberes, acoger a quien lo precisa, amar a los hijos, familiares, alumnos y visitar a enfermos terminales… ¿esto también es negocio?”
Sonrieron y al unísono respondieron los dos, titulados por prestigiosos centros de estudios superiores en España y en otros países: “Pues claro, al final, todo es negocio y cada uno busca siempre su interés y su beneficio”.
“Pero beneficio e interés no pueden ser sinónimo de económico, apunté. Ese fue el error de Marx al interpretar el concepto de interés o beneficio de J. Locke como interés económico con la historia de que “si vamos al carnicero él no nos entrega la compra por generosidad sino por su propio interés; al igual que el cervecero”.
Por eso, ellos habían enviado a los invitados el número de una cuenta bancaria para que pudieran ingresar su “regalo”. “Es más práctico y todo el mundo lo hace” (sic). Mi mujer y yo nos miramos, y ya no dijimos nada más porque ambos podríamos, al cabo de 54 años, recordar a quienes nos habían hecho cada regalo por nuestra boda. Y uno de los regalos, de unos abuelos nuestros, se lo habíamos entregado en mano con la grabación en la panera de plata, de sus iniciales que coincidían con las del… biznieto.
Sonrieron con cierta condescendencia, y como anfitrión y familiar de más edad, capté la mirada de mi mujer y pasamos a otra cosa.
Pero en mi interior sentí pena. En un lapso infinitesimal “se presentaron”, como en un relámpago sin “tiempo cronológico pero sí kairológico, retazos de una vida dedicada a compartir saberes, experiencias vividas, viajes por más de 80 países, como enviado especial,  como escritor, como profesor de universidad en su año sabático y como presidente de la ONG Solidarios para el desarrollo, por veinte países del África subsahariana para dar conferencias y charlas en sus universidades y animar a sus rectores y profesores, junto siempre con la presencia de nuestro embajador, para garantizar el envío del material y de los medicamentos, y de su recogida en los aeropuertos a nombre de nuestra embajada por ser más rápido y seguro.
Se trataba de poner en marcha Centros de Medicina Preventiva en universidades públicas, no privadas, para las que se comprometiesen a cuidar con esmero el material que le enviaríamos para consultorio, enfermería, laboratorio y farmacia. Nos encargaríamos de reponer los medicamentos y los específicos para el laboratorio siempre que fuesen para todos los alumnos sin excepción, pero sin la respetable, pero no asumible costumbre de incluir a todos sus “parientes”. Nuestros diplomáticos y yo conocíamos bien las admirables costumbres africanas y su concepción de la grande famille, pero se trataba de abrir Centros de Medicina Preventiva, sostenidos por la ONG, por el que pasarían todos los alumnos al comienzo de curso y cuando lo necesitasen.
La Universidad de cada país africano visitado se comprometía a aportar dos profesores de Medicina, para turnarse en la consulta; un profesor de Química farmacéutica para el laboratorio junto con uno o dos laborantes, así como algún profesor de Farmacia con ayudante y las enfermeras necesarias.
Todos los alumnos tendrían su ficha y el seguimiento de su estado de salud durante todos sus estudios, así como el relato de todas las analíticas realizadas y la dispensación responsable de medicamentos, no así el de las atenciones en enfermería. Toda esa información confidencial les serviría para sus investigaciones y estudios, tesinas y documentación de primera calidad puesto que a esas universidades acudían los mejores alumnos de cada comunidad, etnia o grupo social. También podrían hacer “prácticas” alumnos bien seleccionados por su capacidad y responsabilidad.

A los jóvenes estudiantes sólo les pedía en mis charlas abiertas que compensasen esa atención médica al regresar a sus lugares y poblados compartiendo información sanitaria seria y cuidados sobre higiene, vacunas, alimentación, sexualidad responsable, etc.
Y en ese lapso sin tiempo se “mostraron” treinta años de aulas de cultura en diez centros penitenciarios de España organizados por la ONG que había fundado con un grupo de alumnos y de alumnas de nuestra facultad de CC de la Información, así como las visitas semanales a enfermos terminales o a los que nadie visitaba, a los enfermos de SIDA desde sus comienzos, a los asilos de ancianos, o a quienes viviesen solos en sus casas, la atención a inmigrantes, el voluntariado en Don Orione, en hospicios  y hospitales para jugar con niños y distraerlos, la Vivienda compartida entre más de cien ancianos y cien alumnos en  varias ciudades de España, la recogida en sus casas de estudiantes impedidos para traerlos a la UCM y llevarlos a sus casas, la atención cada noche en varias ciudades de España a Personas sin hogar haciendo nuestras rutas con comida, café con leche caliente y capacidad de escucha sin juicio alguno pero facilitando a quienes lo pedían un tríptico con los lugares en la ciudad en donde podrían recibir atención médica, comida, ropa, ducharse, descansar, información sin esperar nada a cambio… pour le plaisir de partâger como me habían enseñado mis padres y L’abée Pièrre, fundador de Los Traperos de Emaús, en Paris, cuando yo tenía apenas 18 años, y otros inolvidables maestros.

También formábamos voluntarios para otras ONG que trabajaban en campos especializados como cáncer, prostitución, personas con alguna discapacidad, etc porque nosotros teníamos la fortuna de poder acceder a muchos estudiantes en nuestra universidad. Igual sucedió en varios países de Latinoamérica y en muchos países del norte y del África subsahariana occidental, así como en Palestina, Siria, Iraq e Irán para sus centros de salud y envío de bibliotecas muy seleccionadas de 3000 o de 6000 libros a Escuelas de Magisterio en esos países de América y en los departamentos de español de universidades subsaharianas.
Por no seguir, pues fue como un relámpago y había comprendido que para quien tiene otra concepción del vivir apoyada en “cuanto más, mejor y no en cuánto mejor, más” intentar convencer a quienes tenían ejemplos de sobra de solidaridad, de justicia social y de sobriedad compartida sería no sólo inútil sino “contrario” a las normas de la hospitalidad.
Cuando pasamos de la mesa al salón a tomar café y charlar… me sentía como “algo” extraño, como campana sin badajo, como agua en un cesto o como un sombrero lleno de lluvia. Como címbalo que retiñe… sin sonido. Por eso, me apoyé en el privilegio de la edad para retirarme y sentarme en mi estudio a hacer un rato largo de silencio, antes de acostarme. Uno no se puede venir abajo sin tener presente el consejo de Chuang Tzú
“No olvides cuando caigas que el suelo te ayudará a levantarte”.

José Carlos García Fajardo
Prof. Emérito U.C.M.

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