El pasado 21 de agosto, varios de los periodistas que cubren la llegada de migrantes a las costas canarias recibieron el aviso de la llegada de un cayuco al puerto de Arinaga, en Las Palmas, con varias víctimas mortales en el pasaje. Entre estos reporteros, se encontraba el fotógrafo Emilio Morenatti, responsable editorial para España y Portugal de Associated Press (AP), enviado por la agencia junto a una compañera, para hacer un reportaje sobre los flujos migratorios en las islas.
“Llevábamos cerca de dos meses preparando el viaje, habíamos hablado con la delegación del Gobierno, con fuentes y contactos en la zona, lo teníamos todo preparado para hacer el mejor trabajo posible y regresar con material gráfico de la mayor calidad para que el mundo sepa qué está sucediendo en la ruta canaria”, explica Morenatti a RSF.
Desde que España y la Unión Europea hicieran aportaciones a Marruecos para que intensifique el control migratorio y desde que los barcos españoles de Salvamento Marítimo no se adentran apenas en aguas marroquíes, cada vez son menos las embarcaciones con migrantes que cruzan el Estrecho de Gibraltar o el mar de Alborán para entrar en Europa por Andalucía. El cierre de esta vía ha hecho que las travesías se deriven hacia las Islas Canarias, una ruta mucho más peligrosa y mortífera, que ya causó centenares de muertos en la primera década del siglo y que está recobrando un auge letal.
Como ya sucediera en numerosos puertos andaluces en el pico de la entrada de migrantes y refugiados en España, entre 2017 y 2018, los periodistas gráficos que ahora cubren la ruta canaria se enfrentan a obstáculos por parte de las autoridades locales y fuerzas y cuerpos de seguridad, que dificultan su trabajo y hacen casi imposible retratar cómo, dónde y en qué estado llegan los pasajeros.
“En la delegación del Gobierno, se pasaron el día dilatando una respuesta clara a nuestras preguntas sobre el lugar y la hora en que remolcarían el cayuco. Pese a nuestro ofrecimiento a colaborar de todas las maneras, fueron poniendo pegas y dando largas hasta que trasladaron la embarcación a un lugar muy lejano a nuestra posición, ya de noche”, explica Emilio Morenatti. El fotógrafo compartió en su cuenta de Twitter una imagen en la que se aprecia la enorme distancia hasta el muelle donde fue remolcado el cayuco y que el periodista local y colaborador de la agencia EFE Ángel Medina, que había estado en la misma ubicación del puerto, cifró en 888 metros. “Es la primera vez que se impide fotografiar de forma tan contundente. Creo que es porque había fallecidos y porque la semana anterior hubo disturbios importantes en un pueblo cercano por la llegada de migrantes en cuarentena debido al coronavirus”, explica Medina, “espero que se la última, pero tengo dudas porque los obstáculos para que fotografiemos no dejan de crecer”, añade.
En un último intento por captar las mejores fotos posibles, Emilio Morenatti se desplazó a un rompeolas con mejor visibilidad, un lugar en el que también se ubicó un equipo de RTVE y del que ambos fueron desalojados por la policía. “Los agentes nos dijeron que el juez había ordenado que abandonásemos el lugar y tuvimos que irnos”, relata el fotógrafo de AP.
Las maniobras que utilizó la Delegación del Gobierno en Canarias para entorpecer la cobertura gráfica en este caso son similares a las usadas en puertos andaluces, en años anteriores: evitar dar datos concisos sobre rescates y desembarcos; elegir lugares de difícil acceso; esperar a que no haya luz para complicar la toma de imágenes; apostar a los periodistas en lugares con poca o nula visibilidad; colocar obstáculos físicos en el tiro de cámara; aducir supuestos protocolos de seguridad, ahora con la excusa añadida de la pandemia…
El entorpecimiento a la labor de la prensa gráfica no es solo material, también es argumental. Se culpa a los periodistas de buscar imágenes morbosas y se les dice que las autoridades están para proteger la dignidad de los migrantes y refugiados. “Buscáis carnaza”, comenta Emilio Morenatti que le llegaron a espetar. “Yo no quiero hacer fotos de cadáveres, yo quiero hacer fotos que enseñen lo que sucede y que muevan conciencias… además, este argumento no se sostiene, porque no es que no me dejasen fotografiar a los muertos, es que tampoco me dejaron fotografiar a los vivos”, añade el fotorreportero de AP.
Obstáculos físicos y argumentales
“Trabajo habitualmente en el puerto de Arguineguín -sur de Gran Canaria- y he de enfrentarme a la rivalidad entre la Guardia Civil y la Policía Nacional por el liderazgo de los operativos, que acabo pagando con toda clase de problemas y obstáculos a mi trabajo”, explica Borja Suárez, periodista canario con más de 20 años de experiencia en la cobertura de temas migratorios y colaborador de Reuters. “Trabajar con distancias de 100 metros, con 20 agentes de espaldas, carpas y vehículos en el tiro de cámara son las condiciones a las que me enfrento diariamente”, explica. “La suerte de poder hacer fotos de mejor calidad depende de dos factores: la aleatoriedad de toparte con un agente con el que ya has trabado confianza y te lo ponga más fácil, y la de enterarte de la llegada de una embarcación a una playa antes que las fuerzas de seguridad”, añade.
El fotoperiodista y premio Pulitzer Javier Bauluz, con 25 años de experiencia en la cobertura de flujos migratorios, apunta más alto y afirma contundente que el objetivo del Gobierno español es “hacer un black out a la cobertura de la llegada de migrantes” para que la población “solo reciba las fotos adecuadas para calmar sus conciencias y no recibir información sobre la situación real”.
El periodista señala el cambio que ha sufrido la estrategia de comunicación en redes sociales de Salvamento Marítimo, dependiente del ministerio de Fomento, como prueba de la voluntad del Gobierno de silenciar al máximo la cobertura mediática de la cuestión migratoria. Hasta hace poco más de un año, las cuentas en redes de Salvamento Marítimo proporcionaban información detallada de los rescates de embarcaciones: ubicación, hora, pasaje, víctimas… En la actualidad, se limitan a una comunicación institucional, en la que el tema migratorio apenas está presente. Los periodistas reciben datos concretos si los solicitan, pero no hay una comunicación proactiva por parte del organismo.
Algunas voces apuntan a que este perfil bajo obedece a un temor a que “demasiada información” sobre la llegada de migrantes y refugiados dé argumentos a la extrema derecha y ésta utilice las imágenes de pateras para agitar su maquinaria de propaganda xenófoba en Internet, pero otras contraponen que tampoco conviene a un gobierno de izquierdas explayarse sobre cómo está logrando reducir considerablemente la entrada de migrantes en España, aun a costa de que empleen vías de entrada más mortíferas. Desde otras fuentes se advierte de que la presión migratoria sobre Canarias empieza a ser muy intensa y no conviene darle relevancia al tema, inmersos en lo que parece ser la segunda ola de la pandemia.
Sea como sea, los fotógrafos consultados por RSF creen que no interesa que se informe mucho y bien sobre migración. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, resume Javier Bauluz, recurriendo al refrán. “Nosotros somos los ojos de los ciudadanos; lo que nosotros no vemos, tampoco lo ven ellos y el Ministerio del Interior no quiere que veamos la entrada de migrantes”, añade.
¿Qué consecuencias tienen estas maniobras de disuasión de la prensa? Los reporteros gráficos coinciden en dos, a cada cual más preocupante: el progresivo silencio en los medios sobre una tragedia que causa miles de muertes en territorio europeo y el paulatino abandono de la información sobre migración por parte de los periodistas locales.
“Básicamente no hacemos fotos; robamos fotos. No puedes retratar lo que quieres, puedes retratar lo que te dejan, tras poner mil obstáculos”, dice Ángel Medina. “Si a eso le sumas que no hay un compromiso claro de los medios y agencias por este tema, porque en el contexto de crisis que atraviesan no les resulta prioritario, el panorama es descorazonador”, remata Borja Suárez. “O creemos en este tema o no creemos, pero la tragedia de miles de personas no puede transformarse en una mera cuestión de precio”, añade.
“Al final, lograron su objetivo”, concluye Emilio Morenatti respecto a su percance en el puerto de Arinaga, “no he podido hacer las fotos que quería, sino fotos robadas, asépticas. Y yo soy un fotógrafo enviado por una agencia, pero hay periodistas locales que cubrían migración en toda España y ya no lo hacen. Es normal: cuando vienes por tus medios una vez y otra vez y todo son trabas, acabas desistiendo”, afirma. “Ése el principal objetivo”, señala Javier Bauluz, “que nadie lo cubra, que todos acaben dejándolo. Llevo 25 años tratando temas migratorios y nunca había presenciado tantas trabas”, se lamenta.
Borja Suárez, fotógrafo local para Reuters, confirma este extremo: “En la anterior ola migratoria a Canarias, hace más de 10 años, podía hacer todas las fotos que quería. Tengo instantáneas con los migrantes dentro de las embarcaciones, primeros planos, fotos que cuentan la realidad. Ahora, me cuesta Dios y ayuda ofrecer una fotografía digna a una agencia, tras horas de desplazamiento y espera cubiertos de mi propio bolsillo”.
“Soy autónomo. Para captar la llegada de una patera en un puerto de la isla he de coger el coche, conducir al menos 30 kilómetros, cubrir la gasolina, esperar a menudo horas y acabar tomando una foto panorámica de un muelle a un kilómetro, que luego no le puedo vender a nadie. ¿Compensa?”, se pregunta Ángel Medina.
Reporteros Sin Fronteras pide al Gobierno español, a las autoridades locales y mandos policiales de todos los puertos canarios y peninsulares que dejen a los fotógrafos y cámaras hacer su trabajo y apliquen la máxima transparencia a la información sobre el rescate de migrantes y refugiados. “Hay una forma muy sutil de lograr que una información molesta deje de darse: poner todas las trabas posibles, hasta que el periodista desiste. No se trata de prohibiciones o censuras escandalosas, pero sí de un entorpecimiento constante que acaba logrando que un tema se cubra de forma deficiente. Lo estamos viviendo con la pandemia de coronavirus y con el tema migratorio: dos tragedias que los ciudadanos no perciben en su magnitud porque no hay quien las cubra. No por evitar que los fotógrafos la capten, la terca realidad desaparece. Pero así es más difícil que tome verdadera conciencia de los problemas. Hay formas obscenas de censura que no lo parecen, y esta es una de ellas. Lo dijo la capitana del buque hidrográfico Antares, Paloma Sevillano, respecto a cómo se contó la pandemia: ‘Cada medio de comunicación ha hecho lo que ha podido, pero en mi opinión deberíamos haber visto más imágenes de lo que ha pasado’. Salvo que en vez de ciudadanos críticos que piensen por sí mismos queramos una sociedad infantilizada y confiada”, afirma Alfonso Armada, presidente de RSF España.