Another time, in the Agoro hills on the border with Sudan, some guerrillas running away from the army encountered a funeral procession. They ordered the mourners to cook with sorghum and eat the remains they were carrying in the coffin to the graveyard. And in the village of Mucwini, not far from Kitgum, first they ordered parents to kill their children, and then children to kill their parents.
Wojciech Jagielski, The Night Wanderers (Uganda’s Children and the Lord’s Resistance Army)
Voices of the Children of the LRA from marcus bleasdale on Vimeo.
En octubre de 2011, la filial de la compañía petrolera francesa TOTAL en la República Centroafricana ganó el premio gordo de una peculiar lotería que se sorteaba en el país. TOTAL lleva algunos años realizando prospecciones en el norte de la República Centroafricana con vistas a comprobar la existencia de reservas de crudo. El Gobierno centroafricano afirma que existen en su subsuelo aunque, de momento, dichas reservas no han podido ser probadas. El premio que ganó la filial de TOTAL, sin embargo, fue más humilde que una bolsa geológica de hidrocarburos: le tocó un gran congelador con una capacidad de 400 litros.
Ante la dificultad para recaudar impuestos, el Gobierno centroafricano inició en octubre de 2011 una campaña de varios meses —duró hasta diciembre— para animar a los ciudadanos del país a cumplir con sus obligaciones fiscales. En concreto, estableció que a todas aquellas personas —físicas o jurídicas— que pagaran al fisco más de 152 euros (unos 100.000 FCFA) se les entregaría una participación en una lotería especial, denominada «Eco Trésor», a través de la cual se irían sorteando regalos durante todo el período de recaudación.
La medida da una idea de lo difícil que le resulta al Estado centroafricano recaudar impuestos de aquellos contribuyentes que deberían pagarlos: que no son muchos y, en todo caso, no los suficientes para mantener un estado. El Estado centroafricano es, en este sentido, uno de los ejemplos más perfectos de Estado inexistente.
Emergencia humanitaria crónica
“La esperanza de vida media en el país es de unos 47 años”, explica el italiano Alberto Cristina, responsable de operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la República Centroafricana. La ONG, que lleva 14 años desarrollando proyectos en el país, publicó a comienzos de este año un informe, República Centroafricana: una crisis silenciosa, en el que alerta del crónico y continuo estado de emergencia humanitaria en el que vive inmerso el país. La sucesión de datos que ofrecen resulta, en efecto, dramática.
“La causa principal de esta mortalidad tiene que ver con enfermedades absolutamente prevenibles y curables. De entre todas las enfermedades destaca la malaria, de la que prácticamente todos los habitantes se infectan, de media, al menos una vez al año, sobre todo en la estación de las lluvias. En el país se localizan también cuatro de los escasos focos que quedan ya en el África subsahariana de a enfermedad del sueño, que contagia la conocida mosca tse-tsé. La RCA tiene también la prevalencia de SIDA más alta de África central”.
Un estudio realizado por el Gobierno centroafricano concluyó que unas 45.000 personas necesitan el tratamiento antirretroviral, entre ellas 14.000 niños. Hasta la fecha, sólo unas 15.000 personas —es decir, sólo el 33% de los pacientes— lo han recibido. La mortalidad infantil es muy alta. Entre otras causas, porque las campañas de vacunación no alcanzan la cobertura debida. Hablamos de vacunas para enfermedades inofensivas en los países desarrollados como la difteria, el tétanos, la tos ferina o el sarampión.
Cortina explicó también que el Ministerio de Sanidad de la República no dispone de un presupuesto adecuado a la situación de precariedad sanitaria a la que se enfrenta el país. “Calculamos que nuestro presupuesto —unos 20 millones de euros anuales— representa unas tres cuartas partes de presupuesto del Ministerio de Sanidad Centroafricano. El gasto estatal en sanidad es de unos 7 dólares per cápita al año, el quinto más bajo del mundo, y muy por debajo de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”. Las escasas prestaciones sanitarias que se ofrecen por parte del Gobierno —casi todas concentradas en Bangui, la capital del país— ni siquiera son gratuitas: los pacientes han de pagar incluso los guantes de látex que usan para tratarles y hasta las fichas médicas en las que se les toman los datos.
El gasto real per cápita de un país como la República Centroafricana sería mucho menor si no tuvieran acceso a medicinas genéricas. Médicos Sin Fronteras publicaron un comunicado en febrero de este año en el que afirmaban estar muy preocupados por las negociaciones en curso para la firma de un Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europa y la India: la UE presiona para que la India impida a sus empresas nacionales la fabricación de medicamentos genéricos baratos. Muchas de las empresas que los fabrican no pagan los royalties en conceptos de patentes que exigen las farmacéuticas europeas. Numerosas organizaciones no gubernamentales como MSF —y muchos gobiernos de países en vías de desarrollo— dependen de la existencia de esas medicinas baratas para ofrecer asistencia sanitaria a los habitantes de los países más pobres.
Javier Martínez, coordinador de proyectos sobre el terreno de MSF, completa la información de su compañero sobre el país centroafricano explicando algunas de las dificultades logísticas que plantea la orografía y la demografía del país: “Al no contar con salida al mar, y disponer tan solo de menos de 500 kilómetros de carreteras asfaltadas, resulta imposible hacer llegar las medicinas y el equipo médico por vía terrestre. Así que nos vemos obligados a realizar los transportes por avión, gastando por tanto mucho más dinero”. Además de las precarias infraestructuras con las que cuenta el país, grupos de asaltantes suelen atacar algunos de los convoyes de ayuda que envía por tierra la ONG. Con una extensión algo mayor que la de Francia, la República Centroafricana cuenta con una población de tan sólo 4,4 millones de habitantes. Su densidad de población es de las más bajas del mundo.
Los portavoces de MSF explican que la República Centroafricana vive en un estado de emergencia continua porque esa parece ser la normalidad que se ha instalado en el país: altas tasas de prevalencia de enfermedades perfectamente curables agravadas por altas tasas de malnutrición, sobre todo infantil, que complica el cuadro clínico de los pacientes que tienen la suerte de acceder a una tratamiento sanitario.
MSF tiene previsto permanecer en el país al menos otros cinco años. Sus portavoces afirman, sin embargo, que en ningún caso serán capaces de revertir la situación de estancamiento del sistema sanitario del país si su labor no se completa con una actuación más diligente tanto por parte del Gobierno centroafricano como por parte de otras ONGs y organizaciones internacionales. Algunos de estos actores, comprometidos con mejorar la situación del país no han aportado toda la ayuda que habían apalabrado. Otras organizaciones llevan a cabo una labor específica, demasiado sectorial: por ejemplo, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCH, por sus siglas en inglés) ha aumentado el gasto en el país, pero centrándose casi exclusivamente en las zonas en conflicto, con lo que gran parte de la población no llega a beneficiarse.
La ayuda comprometida por los donantes bilaterales y multilaterales ha aumentado en los últimos años en todas las partidas salvo en la sanitaria —que pasó de un gasto de 39,9 millones de dólares en 2005 a 9,9 en 2009—. Un número significativo de los donantes alega falta de transparencia en la rendición de cuentas del Gobierno centroafricano para justificar su deserción inversora. Así, por ejemplo, el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, Tuberculosis y Malaria que ha desembolsado desde 2003 unos 61,9 millones de dólares, frente a los 84 comprometidos.
En otras palabras, respecto a la ayuda internacional, la República Centroafricana se encuentra en una situación similar a la de otros países que dependen de ella para su subsistencia: retrasos en los pagos prometidos, concentración de dicha ayuda en zonas muy específicas e ineficiencia —cuando no directamente corrupción— en la gestión local. Ineficiencia que encontramos también en la gestión internacional: en 2010 UNICEF anunciaba la exitosa distribución de un millón de redes mosquiteras para combatir los contagios de malaria. Sin embargo, no todas esas redes llegaron a todos los ciudadanos centroafricanos a los que estaban destinadas. Se supone que a causa de la mediación de los actores humanitarios subcontratados por UNICEF para su distribución. Un ejemplo de las habituales grietas en la canalización de la ayuda humanitaria.
“Dentro de nuestros planes de futuro en el país”, explica Alberto Cristina, “tenemos ya previstos planes de actuación para afrontar los eventuales movimientos de la guerrilla del LRA [Lord’s Resistance Army], liderada por Joseph Kony, que desde hace tiempo opera en la parte suroriental del país”.
El ex monaguillo sanguinario
En octubre del pasado año, el Ejército ugandés anunció que había estado a punto de capturar a Joseph Kony, el líder guerrillero ugandés que durante años operó sobre todo en el norte de Uganda, una región con una minoría étnica, los Acholi, tradicionalmente marginada —cuando no directamente acosada— por el Gobierno central de Kampala. En las últimas décadas, las milicias de Kony, formadas casi en su mayor parte por niños soldado, han desplegado su actividad en Sudán, República Democrática del Congo y República Centroafricana. Se hacen llamar Ejército de Resistencia del Señor, nombre que da una pista del particular sincretismo religioso de su líder, que en su infancia ofició como monaguillo en misas católicas.
Se supone que Kony y sus hombres se esconden en las regiones boscosas del sur de la República Centroafricana. Aunque algunos guerrilleros podrían estar también en la República Democrática del Congo. En total, se estima que el LRA contaría a día de hoy con unos cientos de milicianos como máximo. Durante años Kony y sus hombres han servido a distintos actores con poder e intereses en la región. Siempre al servicio de aquellos que, como el gobierno sudanés, consideraban al Gobierno de Yoweri Museveni un enemigo.
José Carlos Rodríguez Soto, ex misionero madrileño que trabajó durante veinte años en la región de Gulu, en el norte de Uganda, tuvo la oportunidad de tratar a varios de los comandantes de Kony, algunos de ellos inculpados junto a su líder en 2005 por la Corte Penal Internacional. Buena parte de la labor que desempeñó en el norte de Uganda —junto a sus compañeros de la congregación de los misioneros combonianos— se centró en rescatar y tratar de sus secuelas a miles de niños secuestrados por el LRA. También actuó como mediador entre los guerrilleros y el gobierno ugandés para la firma de un acuerdo de paz en 2006.
“El grupo armado de Kony es sobre todo una secta”, explica Rodríguez Soto. “En un sincretismo extremo, Kony mezcla en su discurso elementos bíblicos, musulmanes y de la tradición religiosa animista del norte de Uganda. Hay que tener presente que Kony proviene de una familia de hechiceros, por lo que no resulta extraño que junto con la defensa de los Diez Mandamientos invoque su buena relación con los espíritus primitivos de su etnia. Esta mezcla de superstición y religión le confiere un fuerte ascendente sobre sus milicias, compuestas en su mayor parte como es sabido por niños secuestrados. Se calcula que a lo largo de los años las milicias de Kony han secuestrado a unos 40.000 niños. De ellos, en torno a 20.000 han conseguido escapar o han sido liberados, y de los otros 20.000 no se tiene noticia. Dado que las últimas estimaciones hablan de que el LRA estaría compuesto actualmente por unos cientos de miembros, cabe suponer que han muerto cerca de 20.000 niños en estos últimos años”.
Rodríguez Soto, que viaja regularmente al norte de Uganda y a la República Democrática del Congo —regresó hace unas semanas de uno de esos viajes—, escribe las crónicas de esos viajes en el blog En clave de África, que mantiene en Periodista Digital junto con Alberto Eisman. En 2007 publicó un libro, titulado Hierba alta, en el que cuenta algunos de los episodios más relevantes de su experiencia en la región ugandesa de Acholi. En uno de esos capítulos, narra cómo tuvo ocasión de hablar por radio con el propio Kony mientras negociaba en uno de los campamentos del LRA una tregua de los guerrilleros con el ejército ugandés.
“En las conversaciones que mantuve con Kony a través de la radio de campaña puede comprobar que su carácter es impredecible, pasa de la afabilidad a la intimidación en un segundo. Si a mí, un hombre de 40 años, me lograba intimidar, no resulta extraño que los niños secuestrados lo temiesen y obedeciesen”.
Según la mayoría de los miles de niños y niñas que han desertado o han sido rescatados por algunas de las organizaciones que trabajan con este propósito en la región, para controlar su milicia Kony se sirve del ascendente que le otorgan sus poderes de hechicero-comandante en jefe: dice tener la capacidad para comunicarse con Dios, poder leer el pensamiento de los hombres y saber en todo momento qué pasa en todas partes.
Junto a ese ascedente mesiánico, enraizado en las supersticiones más atávicas de la región norte de Uganda, Kony y sus comandantes consiguen mantener la disciplina de sus jóvenes milicianos ejerciendo una violencia salvaje: niños obligados a matar y descuartizar a sus familiares, violaciones, amputaciones a machetazos… Un terror brutal, que se sitúa más allá de la capacidad de las palabras para nombrar actos y sentimientos.
El amigo americano
Unos días antes de que el Ejército ugandés anunciara que había estado de capturar a Joseph Kony, el presidente Barack Obama enviaba una carta al Congreso de los Estados Unidos. Mediante esa misiva informaba a la Cámara baja que había firmado la orden que facultaba el envío de 100 asesores militares americanos para ayudar al Ejército ugandés a capturar a Joseph Kony.
El periodista estadounidense Joe Bavier lleva años trabajando en la región de África Central. Gracias a dos becas de la Fundación Pulitzer puede desarrollar un trabajo periodístico pausado y en profundidad sobre una de las regiones menos atractivas —informativamente hablando— del planeta. Al menos hasta la extraña polémica suscitada por el vídeo Kony 2012.
Uno de los proyectos de Bavier se centra explicar qué está ocurriendo en esa vasta zona en la que confluyen las fronteras de Uganda, República Democrátia de Congo, República Centroafricana y Sudán del Sur. Bavier ha publicado artículos al respecto en algunos de los más prestigiosos medios internacionales: Foreign Policy, The Economist, Reuters o The Atlantic.
“El apoyo norteamericano a las operaciones contra el LRA lideradas por el Ejército ugandés no está motivado por el interés nacional”, nos dice Bavier. “El LRA no supone ninguna amenaza para los intereses de Estados Unidos, ni para sus ciudadanos ni para sus intereses económicos. Uganda ha sido aliado de Estados Unidos desde los años de la guerra civil sudanesa en los 90. Durante aquel conflicto, el LRA recibía financiación y apoyo logístico del gobierno de Jartum, mientras que el Gobierno de Kampala apoyaba con armas y respaldo militar al Ejército de Liberación del Pueblo Sudanés (SLPM, en sus siglas en inglés), enemigo del gobierno central de Jartum”. Bavier recuerda que en aquellos años Sudan quería expandir el islam por la región: dentro de sus fronteras se entrenaban terroristas y Bin Laden encontró refugió en el país.
“Aunque Sudán ya no constituye una amenaza en ese sentido, Uganda ha continuado siendo el aliado principal de Estados Unidos en la región. Washington está preocupado por el ascendente de las milicias de Al-Shabaab y otros grupos similares que operan en Somalia. Las tropas ugandesas constituyen el mayor contingente dentro de la operación de la Unión Africana que está en curso en Somalia, la AMISON”. Bavier se refiere a los cerca de 5.000 militares ugandeses destinados en Somalia.
“Con su apoyo a Uganda en las operaciones contra el LRA, Estados Unidos espera que el Ejército ugandés pueda derrotar pronto a Kony y sus milicia permitiendo que Kampala concentre todos sus esfuerzos militares en combatir a Al-Shabaab en Somalia”, dice Bavier.
Estados Unidos, por tanto, estaría retribuyendo a Uganda por los servicios prestados y permitiendo al mismo tiempo una futura y más estrecha colaboración: con el envío de esas tropas a Somalia, el Gobierno de Kampala ha desatendido su propia lucha contra los la guerrilla de Kony.
Conviene también recordar que Uganda se convertirá pronto en un país productor de petróleo. Se estima que el país posee unas reservas de unos 2.500 millones de barriles y está previsto que la explotación comercial de crudo se inicie en 2013. Hasta la fecha, las principales inversiones en el sector petrolífero provienen de compañías inglesas, canadienses e irlandesas que operan en la región noroeste del país, en las proximidades del Lago Alberta. El Gobierno de Museveni ha declarado que su deseo es participar en la construcción de un oleoducto que comunique esas explotaciones con la costa con algún puerto keniano, tal vez el de Mombasa.
La importancia geopolítica de Uganda como tierra de paso de oleoductos cobraría mayor importancia si —tal y como desea Museveni— Sudán del Sur decide construir un oleoducto para transportar su crudo hasta el puerto keniano de Port Lomu. Con este oleoducto evitaría tener que depender de los humores cambiantes del Gobierno de Sudán (del norte), que complica periódicamente las negociaciones sobre los cánones que cobra a Sudán del Sur por la utilización del oleoducto que desemboca en el Mar Rojo. El Gobierno estadounidense ya ha anunciado que está trabajando en una nueva regulación que permita a las compañías estadounidenses hacer negocios en Sudán del Sur. Durante años, esto no resultaba posible debido a las sanciones impuestas por Washington al régimen de Al-Bashir. En la región, por tanto, se está produciendo un amplio reacomodo de intereses geopolíticos y comerciales de largo alcance: estaríamos asistiendo tan sólo a uno de sus capítulos iniciales, tras el prólogo que supuso la independencia de Sudán del Sur, proclamada el 9 de julio de 2011.
Algunos analistas afirman que la amenaza que supone el LRA para la estabilidad de Uganda no es tan grande como ha querido hacer ver el Gobierno de Museveni, el presidente ugandés. Exagerando la entidad de dicha amenaza —que ya no sería tal desde 2006—, las autoridades de Kampala se habrían asegurado que siguiera fluyendo la ayuda económica de Estados Unidos, que asciende a unos 500 millones anuales. La ayuda, en principio condicionada al respeto de los derechos humanos, no ha evitado la discusión en el Parlamento de un proyecto de ley que pretendía criminalizar la práctica de la homosexualidad, ni que el presidente Museveni haya vuelto a ganar en 2011 unas elecciones sobre las que recayeron sospechas de fraude electoral. Tampoco podemos olvidar que el régimen de Museveni ha permitido que su Ejército cometiese durante décadas todo tipo de abusos en la región Acholi. La población estaba a merced de los soldados durante el día y se convertían en presas de los guerrilleros de Kony durante las noches.
Las particulares características de la región, con unas fronteras mal vigiladas y absolutamente permeables, han permitido que el LRA haya estado operando con una cierta libertad en todos los países próximos a Uganda. En estos momentos, como señalábamos antes, se supone que Kony se encuentra en la República Centroafricana, país en el que el que el Ejército ugandés viene llevando a cabo operaciones de caza y captura desde hace varios meses.
“Las operaciones conjuntas de los Ejércitos ugandés y centroafricano han conseguido crear algunas zonas seguras para los civiles en el este de la República Centroafricana”, nos dice Bavier. “Pero han tenido poco éxito a la hora de eliminar al LRA. En mi opinión, a largo plazo, y considerando la debilidad del Ejército centroafricano, se pueden presentar dos escenarios. En el primero, el Ejército ugandés, aprovechando el creciente apoyo de Estados Unidos, podría finalmente derrotar al LRA o, al menos, conseguiría expulsarlo del la República Centroafricana. El segundo escenario es más pesimista: los militares ugandeses terminarían retirándose del territorio centroafricano dejando a la población local a merced de Kony y sus hombres. Considerando el historial del Ejército ugandés en su lucha contra el LRA, el primer escenario es tal vez un tanto optimista. El segundo escenario, sobra decirlo, implicaría un desastre total para la población local”.
Esas operaciones militares que se llevan a cabo desde hace meses han obligado a Kony y a sus milicianos a vagabundear de un campamento a otro, dejando un rastro de muertes y de desplazados dentro de la República Centroafricana. No es extraño, por tanto, que organizaciones no gubernamentales como Médicos Sin Fronteras cuenten con planes de actuación para responder a esas más que posibles emergencias humanitarias que causarán las operaciones del Ejército ugandés contra las milicias del LRA.
Elecciones cuestionadas
El 15 de marzo de 2011, François Bozizé juraba por segunda vez el cargo de presidente de la República Centroafricana. Ese mismo día se cumplía el octavo aniversario del golpe de Estado mediante el cual le arrebató el poder en 2003 al entonces presidente Ange-Félix Patassé.
Los observadores electorales internacionales —incluido el representante de la UE— y la oposición centroafricana afirmaron que en las elecciones que le dieron a Bozizé la presidencia se había cometido un fraude masivo. A pesar de estas acusaciones, la oposición no presentó recurso alguno contra los comicios. No habría tenido mucho sentido, dado que el que el presidente del Tribunal Constitucional centroafricano es el primo de Bozizé.
La farsa electoral, sin embargo, tuvo cuando menos un aspecto positivo: sirvió para demostrar que, por el momento, Bozizé había decidido postergar por el momento sus ya declaradas intenciones de convertirse en presidente vitalicio, tal y como se había anunciado en 2010.
Lo que Bozizé no ha dejado para más adelante ha sido la rehabilitación del dictador Jean-Bédel Bokassa, autoproclamado Emperador de África Central en los años setenta. Bokassa gobernó con el apoyo de la ex metrópoli francesa y fue sólo derrocado cuando París lo consideró oportuno. La caída de Bokassa, por cierto, terminaría convirtiéndose en un elemento decisivo en las elecciones que otorgaron la presidencia francesa a François Mitterand, que aprovechó el supuesto regalo de unos diamantes que Bokassa habría entregado a Giscard d’Estaing para inclinar la balanza electoral a su favor.
Uno de los motivos aducidos por el Gobierno centroafricano para justificar la rehabilitación de Bokassa —uno de los dictadores africanos más sanguinarios— es que durante su Gobierno y su posterior “reinado imperial” el país había disfrutado uno de los pocos períodos de estabilidad desde su independencia de Francia en 1960. Aunque Bozizé parece olvidar que el gobierno de Bokassa fue en esencia un dictadura cruel y sangrienta.
Durante el gobierno de Bozizé, que ya ganó las elecciones que se celebraron en 2005, las revueltas han sido frecuentes. Localizados sobre todo en el norte del país —región fronteriza con Chad, y área de influencia del ex presidente Patassé, fallecido en 2011—, aún persisten dos grupos guerrilleros. Han firmado tratados de paz con el gobierno de Bozizé en varias ocasiones. Acuerdos precarios, que no han significado el desarme. En juego está, sobre todo, el control de los abundantes yacimientos de diamantes con los que cuenta el país. La región es también el granero centroafricano, donde se concentra buena parte de su producción agrícola. Además, los problemas internos de Chad se extienden periódicamente a su vecino. A finales de febrero, Médicos Sin Fronteras publicó un comunicado en el que alertaba de que los combates entre los Ejércitos chadiano y centroafricano y uno de los varios grupos rebeldes chadianos están provocando la huida de miles de personas que se convertirán en desplazados internos carentes de medios de supervivencia.
Bozizé dispone de un Ejército de apenas 4.500 hombres —según las estimaciones más generosas—, una cifra insuficiente para asegurarse el control de todo el territorio. El grueso de esas tropas sirve para que el Gobierno ejerza el control efectivo de una pequeña parte del país: la capital, Bangui, y la región circundante. Los efectivos restantes, además de colaborar con las tropas ugandesas encargadas de cazar a Kony, concentran sus escasas fuerzas en combatir, en la medida de sus posibilidades, a los grupos rebeldes que amenazan la soberanía territorial del país en el norte. La República Centroafricana es uno de los ejemplos más claros de Estado fallido.
A la actividad de los grupos guerrilleros se suma la presencia de numerosos y caóticos grupos de bandidos que, además de entorpecer la vida diaria de los habitantes locales interfieren en la labor logística de las ONGs presentes en el país.
Con todo, lo más triste de la situación que se vive desde hace años en la República Centroafricana es que no presenta tantos inconvenientes como otros países de la región para que pueda salir adelante con el apoyo de la comunidad internacional. Eso es al menos lo que afirman algunos expertos en la zona, como Toby Lanzer, ex coordinador de las operaciones de las Naciones Unidas en el país. Según Lanzer, la República Centroafricana es un país que cuenta con una población reducida, un gobierno deseoso de recibir ayuda internacional, posee agua y otros recursos naturales necesarios para asegurarse un desarrollo continuado, escasa presencia de armas fuera de control, grupos armados con escasas y factibles reivindicaciones y, tan importante o más que lo anterior, no es objetivo de intereses geoestratégicos para actores internacionales —o al menos no es objeto de intereses con una gran potencialidad desestabilizadora—.
La realidad, sin embargo, como otros analistas se han encargado de señalar, es que el panorama político de la RCA resulta cada vez menos prometedor. Bozizé controla todos los engranajes del débil Estado centroafricano. Rodeado por su corte de familiares, correligionarios de partido y aliados, su labor de gobierno supone uno de los mayores obstáculos para que las instituciones y los donantes internacionales se comprometan seriamente con el futuro del país —reticencias que, en algunos casos, seguramente serían un hecho con o sin Bozizé-.
Francia: la grand- mère
Francia fue el principal socio comercial de su ex colonia durante las décadas posteriores a la independencia. Hasta la fecha, han sido las tropas galas las encargadas de imponer el orden cuando la situación se salía de control y, por ejemplo, un opositor arrebataba el poder a un gobernante afín a los intereses franceses o amenazaba la integridad territorial del país (como ocurrió en 2006).
Las inversiones francesas suponen uno de los escasos alivios con los que cuenta la economía de la República. A día de hoy, sin embargo, contabilizando el flujo total de exportaciones e importaciones, China se ha convertido en el primer socio comercial de la República Centroafricana, según datos de The Economist.
Hace tres años, la multinacional francesa Areva —con capital mayoritario público y dedicada a la sector de la energía, principalmente a la nuclear— firmó un acuerdo con el Gobierno de la República Centroafricana para la explotación de una mina de uranio. Tras el acuerdo, se descubrió que la mina de Bakouma, en el este del país, contaba con unas reservas mayores de lo previsto inicialmente. Se supone que se podrían extraer al menos 32 mil toneladas de uranio.
La población centroafricana, sobre todo la que habita en la región donde se ubica la mina, celebró la noticia con todo el comprensible entusiasmo del que ve que comienza un capítulo mejor de su vida. La desesperanza, ante el menor indicio de que la suerte puede cambiar para bien, siempre está dispuesta a celebrar con gestos de entusiasmo sin medida que el futuro será mejor. Desde el anuncio del acuerdo, se registraron en la República Centroafricana numerosas partidas de nacimiento inéditas antes de 2008: fueron varios los padres que pusieron a sus hijas recién nacidas el nombre de Areva.
En otoño de 2011, sin embargo, la multinacional pública francesa anunció que suspendía temporalmente la explotación de la mina de uranio. Areva ha invertido ya en el país unos 106 millones de euros. Según la compañía, tendría que invertir mucho más para conseguir comenzar la explotación, dado que el uranio centroafricano resulta demasiado caro de procesar por su alto contenido de fosfatos y humedad. El principal obstáculo para considerar la explotación rentable, sin embargo, no tiene que ver con las dificultades técnicas: la catástrofe nuclear de Fukushima ha provocado un desplome en el precio mundial del uranio.
Por diversas razones, sobre todo orográficas y logísticas, los recursos naturales con los que cuenta la República Centroafricana son complicados de extraer y, por tanto, sólo son rentables si se dan unas determinadas condiciones de mercado y los precios están altos. Además de la madera y los diamantes, el país posee reservas de uranio y oro. El Estado centroafricano, por el momento, no está en condiciones de extraerlos a través de empresas públicas. Así que resulta comprensible que la inversión de Areva fuese recibida en su momento como maná caído del cielo. La compañía francesa ha suspendido también otras operaciones mineras en otros países africanos: Níger, África del Sur, Gabón y Namibia.
En el caso de la República Centroafricana, Areva ha asegurado que suspende sus operaciones “durante uno o dos años”, sin precisar el plazo. En otras palabras, dependerá del mercado y de los intereses estratégicos de Francia. Algunos expertos han señalado que el Gobierno centroafricano podría buscar la implicación de China en la explotación de los yacimientos de uranio.
Por el momento, no se prevé que los padres centroafricanos continúen poniendo a sus hijas recién nacidas el nombre de Areva. Tendrán que regresar a los viejos nombres. O esperar a que nuevos inversores extranjeros se decidan a invertir en el país. ¿Chinos tal vez? No sería la primera inversión que Pekín efectúe en el país. Cabe suponer que los padres centroafricanos se abstendrán de elegir para sus retoños el nombre de una de las principales compañías chias con intereses en la explotación de minas de uranio: la compañía se llama CGNPC. Pero sin duda encontrarán otro nombre en el que cifrar sus esperanzas perdidas, si es que nuevos capitales extranjeros terminan entrando en el país: como las brasas de las maderas más duras y secas, las esperanzas de los que no tienen nada consiguen renacer incluso cuando ya parecen irremediablemente apagadas.
Mientras esas inversiones llegan, en el sur del país, las tropas ugandesas y centroafricanas, con el apoyo de los asesores militares estadounidenses, tratan de detener a Joseph Kony. Su captura sería una buena noticia para los centroafricanos que viven en la región. También para los miles de los damnificados por las acciones del LRA en las últimas décadas.
De momento, sin embargo, no se tiene noticia de que Estados Unidos ni ninguno de los otros actores internacionales tan filantrópicamente interesados en evitar que Kony y sus hombres continúen aterrorizando a la población centroafricana del sur del país tengan prevista la puesta en marcha de planes económicos y políticos que consigan evitar las principales causas de muerte de la población centroafricana: el hambre y las enfermedades perfectamente evitables.
Lino González Veiguela es periodista. Sus artículos más recientes en FronteraD han sido Siete consejos de Charles Simic a los jóvenes poetas, Wojciech Jagielski, la complejidad del mundo, La edad de oro del cinismo, Los jóvenes saharauis reclaman acciones concretas, Vivian Maier: balada fotográfica de un corazón solitario y Patrice Lumumba: 50 años del magnicidio neocolonial. En FronteraD mantiene el blog El mundo no se acaba