El régimen en cuya cabeza visible está Obiang es el típico que pretende brillar con luz ajena, y sin comerlo ni beberlo, como se suele decir. Y es que nunca en su andadura política la construcción de viviendas sociales formó parte de su proyecto. Para Obiang y su gente lo importante es construirse palacios privados y hoteles y comprar coches de lujo. Los palacios y coches son para presumir ante los demás ciudadanos, a los que no han dudado en llamar pobres, pueblerinos y holgazanes, incluso en palabras del mismo Obiang. Los hoteles, para asegurar su frenético y diabólico tren de vida.
Si el régimen ha construido algo más de lo que siempre ha habido, del que se ha acaparado, es gracias al clamor popular. Que en Guinea se hable hoy de viviendas sociales es gracias a lo que han hablado los opositores guineanos, los dueños de las empresas petrolíferas y los diplomáticos. Y también la gente de las oenegés. De hecho, tenemos información fidedigna de un intento de una compañía extranjera con sucursal en Guinea que quiso proveer de fondos a sus empleados para que construyeran viviendas y dejaran de vivir en estos lugares infectos en que viven, y el régimen se opuso.
Pero como no podía seguir haciendo oídos sordos al clamor, actuó como sólo sabe hacerlo y arrasó una superficie muy grande de bosque primario y edificó unas casas, en las inmediaciones de la agonizante ciudad de Malabo. Es lo que llamó Buena Esperanza, apellidado rápidamente Buena Esperanza del PDGE, su partido. O sea, la intención era clarísima. El resto de la historia es de sobra conocido. (El que lo apellidara como se sabe es lo que justifica que no aceptara la intención de aquella empresa, porque las viviendas de sus trabajadores no serían “ de PDGE”)
Pero hoy sabemos que no solamente los del régimen se quedaron las casas y la subarriendan a los pocos que son capaces de pagarlas, sino que ahora sólo ceden las pocas que quedan a los militares. Es la segunda parte del macabro plan de militarizar el país, un hecho del que ya hablamos cuando supimos que en los institutos mismos hay anuncios para que los jóvenes se unan al ejército. Ya vemos, pues, el final. Chicos sin bachiller con capacidad para matar, y haciéndolo con la creencia de que deben su seguridad, o lo que significa disponer de una cosa distinta a los infelices cuchitriles en que están hacinados con sus padres, al régimen de Obiang. Será la forma por la que el régimen se quiere perpetuar, dando a unos jóvenes lo que nunca hubieran dejado de tener de no haber tenido la suerte de haber nacido bajo un régimen tan claramente homicida. Abandonados están los que pagaron lo mejor de sus ahorros creyendo que de una vez por todas saldrían de sus cuchitriles de toda la vida. Estos no tienen en toda Guinea ningún juez que los escuche, aunque deben erigirse en portavoz de los que claman por un comportamiento, el de los que mandan, que perpetuará el estado de caos imperante si los guineanos de bien no redoblan sus esfuerzos en la denuncia y en la reclamación de la legalidad, la libertad, la justicia y la equidad en el país.
Barcelona, 23 de diciembre de 2012