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Mientras tantoRotundidad y misterio de las voces búlgaras

Rotundidad y misterio de las voces búlgaras


La poeta y traductora búlgara Rada Panchovska

La editorial poética Olifante –hermoso nombre y encomiable oficio– publica la cuidada antología Poesía búlgara contemporánea, a cargo de Rada Panchovska y Ricardo Díez Pellejero, en su Serie Maior. Premio Marcelo Reyes de Traducción, esta pequeña joya de 99 páginas incluye a 15 autores (8 hombres y 7 mujeres), nacidos entre 1949 y 1986, presentados en orden decreciente: de más joven a más experimentado.

El volumen viene precedido de un prólogo del veterano escritor Mijaíl Nedélchev, nacido en 1942, crítico literario y a la sazón presidente de la Asociación de Escritores Búlgaros, que nos introduce en la historia reciente de la lírica búlgara, y el enorme impacto que el comunismo y su caída han hecho en ella. Además, el cotraductor Ricardo Díez firma una breve introducción sobre la gestación de la antología, fruto de un tándem ideal en el proceloso mundo de la traducción literaria: un nativo de cada lengua, y por ende, ambos poetas. Ninguno de ellos es nuevo en las lides de la traducción, capítulo en el que Rada Panchovska atesora la friolera de más de 40 libros traducidos del castellano al búlgaro.

Es por eso que, en una inversión especular (esta vez no como hispanista, sino como divulgadora de su propia literatura), la selección de autores corresponde a Panchovska que, como poeta contemporánea, domina el panorama literario de su país.

¿Y qué se va a encontrar el despistado lector al descorchar este volumen? De cada autor se nos presentan dos poemas, así como una breve semblanza sobre su trayectoria, obra y curriculum. La portada y la biografía de cada poeta figuran en rosa. Es este un color de gran simbolismo en Bulgaria porque la rosa búlgara o damascena se cultiva en abundancia para una olorosa fragancia y su anhelado aceite (pensemos que sólo para conseguir una pequeña gota se necesita la destilación de más de 29 rosas vivas). Sin duda, otro de los detalles de esta esmerada edición, que abre una hermosa fotografía en blanco y negro de la preciada flor.

En el volumen, magníficamente traducido, vibra la capacidad evocadora de los versos de Yordanka Béleva, tierna recordando a su abuela y de una violencia latente en «El momento omitido»; el humor desesperanzado y la expresividad de Nadezhda Radúlova; la mordaz crítica social y sentenciosidad de Plamen Dólnov, traducido con hermosa rima asonante; el vivo ritmo y la sinceridad de Amelia Lícheva; la ironía y el fatalismo de Gueorgui Gospodínov; los poderosos encabalgamientos a través de los cuales Rosen Drúmev transmite a borbotones su inquietud vital; las hondas reflexiones filosóficas de Ani Ílkov, la elocuente parquedad de Fedia Fílkova y, clausurando el libro, la reflexión sobre el lenguaje y la crítica a la tecnificación de Rada Panchovska, en su faceta de poeta.

Imagen: la poeta Amelia Lícheva, uno de los descubrimientos de esta antología

Un panorama muy completo del que han sido voluntariamente excluidas dos grandes poetas residentes desde hace décadas en Madrid, y ya españolas de adopción, que les recomiendo encarecidamente, como son Zhivka Baltadzhieva y su hija Adriana Davidova. Ambas escriben indistintamente en búlgaro y en castellano, traduciéndose a sí mismas y estando casi más imbricadas en los círculos poéticos españoles que en los búlgaros.

En cuanto al libro es muy de agradecer la valentía de publicar a poetas vivos de un país del que apenas nos llega literatura, cubriendo en parte esta laguna búlgara que tenemos los lectores españoles. Y ello sin un Premio Nobel o año conmemorativo que sirva como reclamo y acicate. 

La antología además funciona como una invitación a la lectura, ya que de muchos de los autores dos poemas saben a muy poco. Así, la única cosa que podríamos reprocharle a los antólogos es que, puestos a ser kamikazes en lo comercial, las versiones bilingües se agradecen en poesía. Quizá haya en esto una dosis de deformación profesional como filóloga eslava, pero no es necesario dominar la lengua de origen para fijarse en la rima o en el uso de la anáfora. Un detalle que encarecería los costes de impresión, pero multiplicaría el placer de la lectura.

Imagen: El poeta y traductor Ricardo Díez Pellejero

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