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Mientras tantoRutinas universitarias

Rutinas universitarias


Varias puertas, una oficina que se abre en una universidad en el Bronx.

Los pasillos silenciosos a las 8 de la mañana. Entro cargando una maleta y una botella de agua. Las llaves se me escapan mientras intento abrir la oficina.

Silencio. Hasta que aparecen ellos. «Hace cinco días que soy padre» me dice el profesor colombiano.

Sentados en un sillón, ellas y yo: los tres recordamos la figura de Patricio.

Se echaba para atrás en el asiento y empezaba a hablarnos, interminable. Entregaba un libro de poemas y lo dedicaba. El verso preciso, para Patricio, era como una ecuación. Disertaba sobre los malos poetas que lo obligaban a escuchar sus versos. De vez en cuando, decía: «No poh».

La lluvia que se abate sobre los paños de las ventanas. El ruido que cae sobre nosotros.

Una ucraniana y dos niños caminan por los pasillos. El más pequeño sostiene un paraguas y duda si saludarme. Ella le dice que se van hacia los dungeons: la imagen de los cuentos que más se acerca a los túneles de la universidad: pasajes subterráneos que conectan edificios diseñados para inviernos más fríos. O para tiempos de guerra. Mítines secretos. Encuentros clandestinos. Su hijo dice que dungeon is a prison.

Se van por el pasillo, hacia el daycare y la lluvia.

¿Cuántas veces he subido por estas escaleras? pienso. Escucho los huesos de las rodillas y se me ocurre si en el futuro seré capaz de trepar con esa agilidad.

Más años en ese silencio.

En esa sala. Ese pasillo. Esas escaleras. Contra esa puerta. Sentados allá. Bajo esa luz. Esas voces. Esos ojos. Esos labios. Así aparecen en mi memoria los fantasmas del pasado. Y se apagan otra vez en la distancia.

Qué distintos son los tiempos en la clase. En ellos miro hacia el futuro. Encuentro mi destino –o creo encontrarlo– en esas gentes que me escuchan. Parecen entender que algo les entrego. Un legado valioso: información.

En The Swerve, Stephen Greenblatt intenta reconstruir la época en la que Poggio Bracciolini encontró en un monasterio de Alemania De la naturaleza de las cosas, el poema de Lucrecio. Greenblatt se interesa en demostrar el impacto de ese descubrimiento en el mundo moderno. En cómo un poema aceleró el final del oscurantismo y el deseo de encontrar la verdad del mundo.

Veo un paralelo con estas clases: La sabiduría que no se transmite regresa a la nada.

En estos libros de los que hablo, en esas películas que miramos, hay verdades. Les hablo con una pizca de angustia. El aliento de quienes quedaron en el tiempo podría no llegar hacia el futuro. En esas aulas, dentro de ese recinto, también intento pasar la posta.

Después de las clases, otra vez la intimidad de la oficina: apagar la luz para cuidar la energía, almorzar, ver una película. Cuidarse de los versos malos y de los lugares comunes. De la traición de las escaleras. De la lluvia.

Sentir que en esas rutinas también se escribe la historia. Pensar otra vez en el oficio. En la trascendencia.

Viejo interruptor de la oficina del edificio Carman Hall en Lehman College. Foto del autor.

 

 

 

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