Ayer en Bruselas a Rajoy le faltaba un canotier, aunque quizá, junto al bastón, se lo había recogido un lacayo a la entrada. Fue entrar luego en la sala con la barbilla alta, quedarse parado y echar un vistazo al ambiente como un playboy de los setenta en la puerta de la disco, y le dio a uno por pensar en eso que contó Jabois de cuando salía de soltero por los pubs en Pontevedra. Después se adentró en el bosque, lentamente, comprobando todas las cortezas de los árboles hasta que halló su sitio en un claro como en una merienda campestre. Ahí se le vio dubitativo y, por un momento, también se vio esa estampa de Zapatero bebiendo sólo en una esquina de la barra igual que aquel árbol, aquella roca y aquella nube melancólicas de Carson McCullers, cuando de pronto contó algo e hizo corrillo y uno sintió brotar desde muy adentro un ¡Viva España! que al final no acabó de salir porque la cosa se quedó en anécdota. Acabó sentándose alrededor del mantel, se imagina que con las piernas cruzadas, y haciendo algo tan español como sacar el móvil, ese interlocutor de emergencia. Fue cuando aquel ¡viva…! salió de uno por la boca de la identificación, y a él se le vio con esa mirada de Cecil Vyse como si el Candy le hubiera hecho Crush, hasta que por su espalda llegó Hollande y le tocó en el hombro. Él siguió absorto unos segundos antes de percatarse y, cuando lo hizo, pareció sentir que al fin había llegado un colega. Uno percibió en el saludo conexión de donjuanes maduros, esa mirada fugaz de sorpresa y reconocimiento anterior a una separación precipitada como si alguien fuera a descubrir su íntimo secreto igual que el de Fredo Corleone y Johnny Ola. Luego se cree que siguió la fiesta de Copacabana, quién sabe si con espectáculo sórdido incluido, del que el presidente se excusó para ir a ponerse una toalla mojada en la frente y ver al Madrid. Se está viendo a Moragas entrar en la habitación del hotel mientras él les dice a los guardaespaldas: “salid fuera un momento”. Y no se le imagina haciendo llamar a Luca Brasi sino en busca de un poco de asueto antes de un día tan ajetreado como el de hoy con todos esos príncipes de Zamunda a quienes sonríe, al tiempo que sus pueblos se le suben a las vallas igual que si se le subieran a las barbas.