Es posible que el doctor Snchz y Casado sobrevivan a sus miserias. Cifuentes y Montón no lo lograron, y quizá por su sacrificio aquellos sí lo consigan. El movimiento de currículos en el gremio parece un videojuego. El espectáculo sería horrendo si uno no lo viera con distancia, dicho lo cual es horrendo. Pero no se debe dejar que tanta fealdad impida ver, por ejemplo, a Woody Allen y a Diane Keaton indagando cómicamente por el vecindario sobre una misteriosa tesis en Moncloa.
Del perfil de Albert Rivera, al parecer, entra y sale un máster con impensable frecuencia en estos últimos días. Podría ser un máster Huckleberry, que se escapa con su amigo, el máster Tom Sawyer, y luego vuelve con la viuda. El máster Tom Sawyer podría ser el de Casado, que de momento está como en la isla, pescando peces gato.
A Miguel Urbán, diputado europeo del sector anticapitalista del conglomerado Podemos (hay que tener pasta para sobrellevar todo esto) le ha desaparecido la licenciatura en Historia. En un primer momento apareció en su lugar una diplomatura, y luego la diplomatura también se esfumó mientras se podía oír el sonido evocador de las piezas del Tetris al encajar y conseguir vaciar una columna.
Una que debe de estar tumbada a la bartola en su barril de caña contemplando con una paja entre los labios todo este trajín es Adriana Lastra, tan libre como el mismo Huck: sin licenciaturas, con sus trapos viejos, sin másteres, sin tesis por las que responder, con sus cosas ligeras de portavocía y su afinidad con Margarita Robles, esa tía Polly atolondrada y sin luces.
Decía que es posible que el doctor Snchz y Casado sobrevivan a sus miserias, pero sus miserias van a permanecer si no ocurre un milagro que no puede ocurrir. Yo sólo me imagino librándome de mis miserias al tomar otro camino distinto del que anduve hasta mezclarme con ellas. Pero claro, yo soy yo, ellos son ellos y usted es usted.
Es curioso cómo algunos pueden convivir con sus miserias felizmente (¡y hasta creerse héroes por ello!) a pesar de ir por ahí predicando lo contrario. Supongo que eso les hace unos miserables sin que esto les resulte hoy ya demasiado ofensivo. La mitad de los españoles piensa que la mitad de los políticos en España viven de ser unos miserables, exactamente lo mismo que piensa la otra mitad de los españoles de la otra mitad de los políticos con sus correspondientes matices y excepciones.
La miseria de un lado se apoya en la del otro y entre los dos van consiguiendo que no se caiga y se derrame por el suelo (el triste espejo de la sociedad), aunque los demás la podamos ver ahí, bien sujeta delante mismo de nosotros. Estamos asistiendo a las aventuras de Joe “el indio” y a las del padre malvado de Huck en vez de a las de Tom y a las de Huck, convertidos en personajes secundarios, como si la desfachatez de una tesis rastrera, y esto sí que es terrible, hubiera vencido a los cuentos de Mark Twain.