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Salvar al despatarre

 

Llega el verano acompañado del municipalismo más refrescante. El municipalismo en verano se altera, se renueva. Y más si es un municipalismo podemita o carmenita. Lo carmenita es en sí municipalismo frente a lo podemita que tiene más bien rango estatal. Lo carmenita es un podemismo en zapatillas de andar por casa que le gusta que huela, un decir, a gazpacho y a buñuelos. Uno tiene apañadas así la comida y la merienda y se puede dedicar a crear despatarrado en el sofá inspirado por los curiosos y añejos dibujos de la pared empapelada de los años sesenta. Lo carmenita es tal que Carmena ya es casi abuela/alcaldesa oficial a la que quieren perpetuar esos nietos zalameros. Ocurre que a veces es el propio municipalismo, en su afán creativo, el que sin quererlo levanta barreras que impiden o dificultan el despatarre o principio fundamental de la observación calmada, absorta, necesaria para el proceso creativo, ¡gubernativo!, como es, quizá más que nunca, la persecución del despatarre. La campaña contra el despatarre, última obra del municipalismo carmenita, casi se diría que atenta precisamente contra la esencia del municipalismo carmenita que es el mismo proceso de creación. ¿Quién si no alguien despatarrado podría haber hecho semejante hallazgo? Es el despatarre contra el despatarre. El despatarre que se vuelve en contra. Es como si el superhéroe Superdespatarre sufriese un desdoblamiento de personalidad, una mutación, y se hubiera puesto a luchar contra su otro yo malvado. Un concejal podemita despatarrado luchando contra el despatarre maligno es una lucha absurda contra el origen de la inspiración a pesar de ser tan hermosa como, por ejemplo, el cartel de ‘Refugees Welcome’, otra de esas obras maestras que se hubiesen perdido de haberse erradicado el despatarre. Yo le pido al municipalismo carmenita que recapacite por su bien y, por supuesto, por el de la humanidad.

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