A pesar de que San Francisco no es una ciudad en absoluto estresante a no ser que uno trabaje en el sector financiero (en ese caso las crisis nerviosas son gajes universales del oficio), también se dan situaciones en las que uno quiere escapar de la ciudad al menos por un día.
Es entonces cuando el Golden Gate Bridge adquiere otra dimensión más allá de su simple belleza como monumento al fervor industrial de principios de siglo XX. Su estructura rojiza se convierte en una avenida entre la ciudad y un escape de la misma, pero manteniendo abierta la posibilidad de regresar cuando el deber llame. De la misma manera en que Ocean Beach se convierte en un umbral metropolitano entre la urbe y el respiro, el puente nos transporta más lejos, a un lugar desde el cual ya no vemos San Francisco por el retrovisor.
Uno de esos lugares es Muir Woods, un parque nacional situado apenas a 30 minutos de la ciudad y que alberga una verdadera catedral de Secuoyas. Hogar de la primera reunión oficial de las Naciones Unidas para honrar la memoria del recientemente fallecido Franklin D. Roosvelt, el parque se camina en silencio, celebrando el sobrecogedor poder de la naturaleza.
Capaces de superar los 100 metros de altura y vivir hasta 3000 años, éstos árboles nos obligan a mirar hacia el cielo de la misma manera en que las catedrales nos invitan a sentir la presencia de un dios allá en las alturas. La diferencia radica en que el sentimiento que inspira Muir Woods no está mediado por ninguna institución que desea monopolizar la espiritualidad. Es la simple y cautivadora evidencia de que el ser humano forma parte de un todo que se extiende al infinito. Algo que no se puede predicar ni aleccionar, sino una conclusión a la que uno llega por sus propios medios.
Un conclusión para la que no hacen falta Estados Vaticanos, obispos, curas, monjas, casillas del IRPF, iglesias, catedrales, misas, guerras santas, campañas de presión sobre gobiernos, educación religiosa y un largo etc. Pero por encima de todo no hace falta un Papa representante de los asuntos de dios en la tierra, estos asuntos ya se representan muy bien ellos solitos en lugares como Muir Woods, donde cada quien puede encontrar la respuesta a sus propias preguntas. Encontrar un lugar equivalente no cuesta mucho, desde luego que mucho menos que los 50 millones de euros que costó la visita de Ratzinger a Madrid.
pd. Como dato curioso, Muir Woods es adonde los monos de la reciente «El origen del planeta de los simios» se dirigien en su frenética huida de la sociedad. Desde luego que no escogieron mal sitio…