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Sanidad ¿rentable?

 

Ya hemos hablado aquí de los efectos de los recortes y la crisis económica en la salud de la población, pero los profesionales médicos siguen intentando alertar de los riesgos que esas políticas pueden tener en el futuro. La revista Annals of Oncology publica hoy un estudio (que también se ha presentado este fin de semana en el Congreso Europeo de Cáncer celebrado en Amsterdam) según el cual los países que más invierten en sanidad tienen menores índices de mortalidad por cáncer. Esta correlación es más fuerte en el caso del cáncer de mama, lo que podría deberse a la mayor extensión de los programas de cribado para esta patología.

 

Los resultados de este estudio, basado en datos procedentes de la Organización Mundial de la Salud, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, indican que los países de Europa Occidental registran un mayor gasto sanitario que los de Europa Oriental y aunque en los primeros la incidencia del cáncer es más elevada (quizás por la mayor eficacia y rapidez del diagnóstico), por el contrario las cifras de mortalidad asociadas a estas patologías son inferiores.

 

 

En un extremo de la tabla estaría Luxemburgo, con un gasto sanitario de más de 4.500 euros por habitante y un porcentaje de mortalidad por cáncer del 35 por ciento, frente a Rumanía, que dedicó en el año que ha sido objeto de la investigación, 2008, un gasto per cápita de menos de mil euros y registró una mortalidad del 62 por ciento. España ocuparía un puesto intermedio, con una inversión de unos 2.300 euros por persona y año y una mortalidad del 46 por ciento.

 

Pero más allá de los números, lo que desvela la investigación es que una diferencia de menos de 400 euros en el gasto per cápita puede traducirse en un aumento o una disminución del 5 por ciento en la cifra de fallecimientos. No se trata de ser alarmistas, pero son datos del comienzo de la crisis, que habría que volver a evaluar ahora tras los sucesivos recortes en Sanidad. Para lo que deberían servirnos es para reflexionar qué es más rentable, la inversión a largo plazo (en sistemas de prevención y tratamientos eficaces) o el ahorro indiscriminado, que suponga “pan para hoy y hambre para mañana”, ya que a la larga no tratar o hacerlo inadecuadamente a los enfermos puede desembocar en un mayor gasto. Siempre es más caro abordar las enfermedades cuando ya se han extendido, no sólo en términos económicos sino también en el coste en vidas y en la calidad de éstas.

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