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Mientras tantoSeptiembre para 'antiseptembristas'

Septiembre para ‘antiseptembristas’


'La Gran Belleza' (2013), de Paolo Sorrentino.
Fotograma de ‘La Gran Belleza’ (2013), de Paolo Sorrentino.

Un día cualquiera te vas a la cama temprano siendo agosto todavía y, al día siguiente, te despiertas en septiembre. No ha cambiado nada, en realidad: los termómetros siguen marcando las mismas temperaturas, las noticias sostienen que el clima no ha variado, tú sigues teniendo las mismas quemaduras en los hombros y, además, sigues intentando mantener la rutina de todos los veranos: madrugar, desayunar como si estuvieras alojado en un hotel y enfilar directamente hacia la playa, con tu libro de bolsillo en la guantera y con la silla plegable en los asientos de atrás, junto a la nevera portátil y las gafas de buceo; sin embargo, nada sigue igual. El amanecer se ve distinto, la arena se ha reblandecido y hasta el cielo se ha empezado a nublar.

En su libro ’El mismo mar’ (Siruela, 2002), el escritor israelí Amos Oz describía exactamente este fenómeno: «Un perro viejo y sucio es este amanecer / de septiembre, que bosteza polvoriento en la playa / y avanza lentamente entre los cubos de basura». Para algunos, la definición perfecta; pues, ¿qué es septiembre si no? Además de un conjunto de días polvorientos, viejos, sucios y ajenos; claro.

Septiembre, en el fondo, ya no tiene sentido. Lo tenía, acaso, en el siglo XIX, cuando todos los sucesos políticos y revolucionarios se agolpaban en la Historia y no encontraban un mejor mes para acontecer; o, como mucho, hasta las décadas finales del siglo XX, cuando todavía éramos jóvenes y encarábamos las obligaciones con otra mentalidad. Sin ir más lejos, eso es lo que cuenta el personaje de Romano en ‘La Gran Belleza’, de Paolo Sorrentino: «Me he pasado todos los veranos de mi vida haciendo planes para septiembre; pero ya no. Ahora me paso el verano recordando los planes que hacía y que se han desvanecido; un poco por pereza, y otro poco por olvido. ¿Qué es lo que tenéis contra la nostalgia, eh? Es la única distracción que nos queda a los que no tenemos fe en el futuro. La única. Sin la lluvia, agosto se termina. Y septiembre no empieza (…). Pero no hay que preocuparse: está bien. Está bien así».

Ningún septiembre va a volver a ser igual a los de antes; entonces, ¿por qué afanarnos en sufrir? Quedémonos con la nostalgia, con el recuerdo, sí; pero alimentemos también un poco a ese viejo perro que avanza lentamente entre los cubos de basura. Porque, sin miedo a equivocarme, diría que la basura -al menos en el relato de Oz- somos nosotros mismos, y que septiembre es, en realidad, «algo vulgar y algo tierno y algo penetrante y remoto», como decía el primer verso del poema. No obstante, ¿no ha sido así siempre?

Con el tiempo, el mes de la rentrée se ha ido convirtiendo en una sucesión de días cada vez más indeterminados e inconexos, en algo que no se ocupa de sí mismo, que no funciona en el momento en que mejor tendría que funcionar, sino que retumba en las paredes del verano como un eco pretérito de aquellos años perdidos; o, también, como un eco futuro de los problemas que aún están por llegar. Pero, aunque sea vulgar, o remoto, o penetrante, también es algo tierno, y es así cómo lo tenemos que sentir. Como siempre, nosotros lo recibiremos con los brazos abiertos, aunque seamos eminentemente antiseptembristas: intentando mantener la rutina de todos los veranos, madrugando, desayunando y observando los pequeños cambios que han ido aconteciendo en el bufé. Porque la mayoría de las cosas siguen estando igual, tanto en agosto como en septiembre; pero, por desgracia, casi nada se mantiene intacto.

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