Home Mientras tanto Serán ceniza, de José Ángel Valente (1929-2000)

Serán ceniza, de José Ángel Valente (1929-2000)

 

La poesía nos llama desde el otro lado del río: no ofrece barcas, no muestra vados, pero nos llama, nos llama y sabemos hacia qué vale la pena ahogarse.

 

Arrebatado camino por las aceras de Manhattan, una vez más. Desde hace seis años paso el mes de junio en la capital del mundo. El sol dribla los rascacielos que tiemblan como enanos haciendo el pino. Esta isla prueba que las muchas razas pueden compartir una coma de universo respetándose, acatando las mismas normas, prefiriendo la paz. Es un lugar único: la creatividad y la vitalidad te arrastran y te empujan; todo es metáfora del logro, todo se alza henchido, exitoso. Tanta riqueza nació del esfuerzo de aquellos que laboraron por ella: pero no sólo. Estados Unidos, como los demás imperios, amenazó, robó, rapiñó y asesinó a pueblos más débiles en su beneficio, a menudo con la aquiescencia de sus líderes.

 

Entre 2004 y 2008, Teodoro Nguema Obiang Mangue, hijo del Presidente de Guinea Ecuatorial, utilizó a banqueros, abogados y agentes inmobiliarios estadounidenses para sacar 110 millones de dólares de su país e introducirlos en Estados Unidos. Los abogados ayudaron al cachorro de tirano a abrir sociedades ficticias y los agentes inmobiliarios consiguieron que pudiera comprar propiedades, como una casa en Malibú por 30 millones de dólares, sin que el estado preguntara. Guinea Ecuatorial pese a sus inmensas riquezas petrolíferas sigue siendo uno de los países más pobres de la Tierra, principalmente debido al régimen de corrupción amparado por Obiang Nguema padre, un cleptócrata violador de los derechos humanos: durante su visita a Estados Unidos en 2006 la entonces Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, lo llamó ‘un buen amigo‘. La actual administración no ha cambiado el  lenguaje.

 

Omar Bongo Ondimba fue presidente de Gabón durante 42 años, hasta su muerte en junio de 2009. Al igual que su vecino del norte se las apañó para mantener a su pueblo en la miseria a pesar de ser uno de los mayores exportadores de petróleo del continente. Bongo pudo mantenerse en el poder y legarlo a su hijo gracias al sostén inquebrantable de Francia y Estados Unidos. Entre 2003 y 2007 empleó a un cabildero estadounidense, Jeffrey Birrel, para obtener la autorización de Washigton en una operación de compra de material militar a Arabia Saudita. En 1999 movió más de cien millones de dólares a través de cuentas del Citibank. Su hija, Yamilee Bongo-Astier, consiguió depositar fortunas en dinero negro en bancos de esta ciudad, Nueva York, dinero hurtado a los ciudadanos gaboneses.

 

Entre 2000 y 2008, Jennifer Douglas, una estadounidense casada con el antiguo Vicepresidente de Nigeria, Atiku Abubakar, ayudó a su marido a introducir en Estados Unidos cuarenta millones de dólares en dinero negro a través de transferencias realizadas desde compañías offshore a cuentas corrientes de bancos norteamericanos. Dos de estas compañías transfirieron catorce millones de dólares a la American University de Washington en pago de servicios de consultoría para una universidad fundada por Abubakar en Nigeria. Has leído bien: catorce millones de dólares. Por supuesto la American University de Washington no preguntó de dónde salían o qué hacían esas compañías: la ley no le obliga a hacerlo.

 

Podría seguir: de acuerdo con el último informe de la organización Global Financial Integrity, en una generación África ha perdido cerca de un billón de dólares a causa de la fuga de capitales, según las estimaciones más bajas. Con ese dinero se podría zanjar la deuda externa del continente y aún quedarían seiscientos millardos de dólares para hacer carreteras, colegios, clínicas, alcantarillado. Pero gracias a la tupida red del sistema financiero que incluye paraísos fiscales, jurisdicciones secretas, falsas corporaciones, cuentas anónimas, fundaciones ficticias, manipulación de los precios comerciales y blanqueo de dinero, los billetes abandonan las inmundas aldeas y ciudades africanas y aterrizan en el próspero, civilizado, democrático y generoso norte. Es un robo a los pobres del mundo del que somos cómplices y beneficiarios. Lo que veo a través de mi ventana del piso 13 de un rascacielos junto al Lincoln Centre no es sólo Nueva York, también es África: un África saqueada desde hace siglos. La prosperidad de los países blancos sobre el Trópico de Cáncer se izó sobre las ideas y el trabajo; y sobre el crimen y el expolio. Habría que parar los engranajes de la economía mundial y dejar de hablar de nuestra crisis (sí, con esparadrapo en la boca, a golpes, a martillazos, como sea) hasta que las reglas, los jueces, la policía o el ejército destruyan ese embudo económico centrado en los países ricos que las armas crearon.

 

No va a ser fácil: hay que poner la inteligencia y la fuerza al servicio de la justicia y la igualdad. Hay que cambiar el eje del planeta. No va a ser fácil: nos han enseñado a estar inconformes con nuestra suerte y conformes con el destino de los extraños. Es tiempo de empadronarnos en las antípodas de lo asumido. Tenemos que ser nuestra Nueva Zelanda.

 

José Ángel Valente dejó escrito uno de los cantos más bellos y humildes que conozco a la resistencia, al bendito deber y don de incorporarse,

 

 

«SERÁN CENIZA»

 

Cruzo un desierto y su secreta

desolación sin nombre.

El corazón

tiene la sequedad de la piedra

y los estallidos nocturnos

de su materia o de su nada.

 

Hay una luz remota, sin embargo,

y sé que no estoy solo;

aunque después de tanto y tanto no haya

ni un solo pensamiento

capaz contra la muerte,

no estoy solo.

 

Toco esta mano al fin que comparte mi vida

y en ella me confirmo

y tiento cuanto amo,

lo levanto hacia el cielo

y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.

 

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,

cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.

 

 

Hace un año, en junio de 2009, Nancy Birdsall, la presidenta del Centre for Global Development, uno de las mejores institutos trabajando en investigación y propuestas para el desarrollo, habló ante el Subcomité de Terrorismo, No-Proliferación y Comercio de la Cámara de Representantes estadounidense. Birdsall pretendía convencer a los legisladores de que aprobaran una importante inyección de fondos que sirviera para paliar la crisis en los países menos desarrollados: desde su punto de vista el crecimiento de la pobreza de los países del sur no es sólo un aberración moral sino que además supone una amenaza para los del norte. Muchos políticos rechazaban el proyecto aduciendo que las Instituciones Financieras Internacionales malgastan el dinero y requiebran a regímenes despóticos. Lo más significativo de aquella sesión fue la respuesta del Representante de Illinois, Donald Manzullo, al argumento de que el mundo sería más seguro y justo si la crisis no se cebaba en las economías más débiles. Manzullo afirmó: ‘Yo soy un ciudadano de los Estados Unidos, no del mundo’.

 

Hay dos problemas cardinales en la afirmación de Manzullo. El primero es que es falsa: él se beneficia de lo que las empresas estadounidenses venden o extraen en el resto del globo. Su corazón puede ser muy patriótico mas su cartera es internacionalista. El segundo problema es que este señor fue votado democráticamente por unos electores libres: que alguien piense como él no es grave; que la mayoría de una ciudad o un país lo haga, sí. Precisamos, es urgente, que al menos la mitad más uno de la humanidad reniegue de esa doctrina, se revuelva contra ella. La poesía es el cerebro untado sobre mares y continentes: la desbabelización del espíritu. La revolución es lograr que vote la poesía, la que nos está llamando desde el otro lado del río. 

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