Foto: Alejandra López
Ensayista, narrador y periodista argentino formado en sociología y psicología gestáltica. Autor de más de treinta y cinco libros de ensayo traducidos al inglés, italiano, francés y portugués. Sergio investiga y escribe sobre vínculos humanos, temas existenciales, sociales y filosóficos.
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¿Por qué dedicarte al mundo de la psicología? ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
En realidad, la psicología es una de las herramientas que me interesan para explorar el mundo, la vida y sus manifestaciones. No soy psicólogo en el sentido estricto del término y he estudiado y estudio las corrientes que me parecen más significativas, como la logoterapia, la psicología existencial y la Gestalt. Pero también estudio mucho filosofía, me parece que la filosofía no puede ni debe estar ausente de ninguna práctica relacionada con el ser humano y que quien vive atento a la vida de hecho está filosofando, aunque no lo sepa ni lo crea. Por último, la que considero mi principal herramienta, desde siempre, es la escritura, la palabra. Tanto para indagar en mí, como en el mundo y para transmitir con la mayor honestidad y fidelidad posible los hallazgos de esas indagaciones, y así compartirlos.
¿Qué lecturas te marcaron en tu vida?
Me es difícil enumerarlas, porque las lecturas acompañan el fluir y las transformaciones de la vida, de manera que las que son importantes en un momento acaso ya no sean significativas en otro. Soy un lector voraz y por momentos desordenado, aunque hay un hilo conductor en mis lecturas, que tiene que ver con mis momentos existenciales. Hay autores que quedaron muy impregnados en mi experiencia de lector y, en mi adolescencia y juventud, a mi formación de escritor, como Mario Benedetti, Raymond Chandler, Francis Scott Fitzgerald, Mario Vargas Llosa. Hoy me interesan mucho Richard Ford, Michel Houellebecq, Ian McEwan. En el campo del ensayo y la filosofía, vuelvo a Kant, a Hannah Arendt, a Erich Fromm y mantengo una permanente lectura de Zygmunt Bauman, Byung-Chul Han, André Comte-Sponville, Richard Sennett, además de un enorme escritor, pensador y hombre moral como Albert Camus. Mis lecturas siguen el ritmo de mi vida y de alguna manera lo testimonian.
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Padre de un hijo. Abuelo de un nieto. La compañía y el diálogo con su mujer, Marilen.
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¿Sos una persona feliz? ¿Cómo definís a la felicidad?
Tengo muchos momentos de felicidad, relacionados con mis amores (pareja, hijo, nietos, amigos), con logros (un texto bien culminado, una lectura que me conmueve, una mañana o tarde pasada en la cocina preparando una comida), con situaciones (viajes, contemplaciones). Pero no creo que la felicidad sea un estado permanente. Son siempre momentos. No concibo la felicidad como una meta a alcanzar, sino como la huella de una manera de vivir.
¿Qué significa ser exitoso?
Pienso que es exitoso quien vive de acuerdo con sus valores, quien se hace cargo de las consecuencias de sus actos, quien no traiciona sus principios por muy tentadoras que sean las ofertas para abandonarlos y quien puede mirarse la cara al espejo sin apartar los ojos y sabiendo que, aunque sea en muy mínimos actos (anónimos y acaso inadvertidos para muchos), ha dejado el mundo un poquito mejor de cómo lo encontró.
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Cinéfilo. Aficionado a la cocina. Apasionado de los viajes.
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¿Cuáles son tus formas de descansar?
Descanso mucho viendo una película en casa junto a mi mujer, cocinando y a menudo no haciendo nada. Es decir, practicando esa cosa olvidada que es el ocio ocioso (remplazado en nuestra cultura productivista por el ocio productivo, que no es ocio).
¿Cómo manejas los momentos en los que las cosas no salen según lo previsto?
Lo primero que suelo decirme es “bueno, esto es lo que hay. Así están las cosas”. Y a continuación (tras el malestar y la frustración inevitables) busco el mejor camino posible, al menos para mí, en las nuevas condiciones. Llorar sobre la leche derramada solo agrega lágrimas a la leche, pero no la regresa al recipiente.
¿Qué papel cumplen los mandatos sociales en la vida de una persona? ¿Se puede vivir una vida independientemente de ellos?
No se puede vivir al margen de ellos, pero tampoco prisionero de esos mandatos, que a menudo se presentan como dogmas indiscutibles y son carentes de lógica o de vigencia y nos impiden pensar por cuenta propia. Fueron funcionales en un momento, pero nunca se revisaron. Somos seres gregarios y sociales, para pertenecer a la comunidad es necesario respetar normas y reglas que la rigen, pero nunca a costa de la propia dignidad.
¿Cuáles son tus rutinas de escritura?
Cuando estoy embarcado en un proyecto (un ensayo, una novela), me propongo una cantidad de horas y de caracteres semanales y luego veo, de acuerdo con la marcha de cada día, de qué manera distribuirlos a lo largo de esa semana. También me pongo un plazo para la terminación de ese proyecto y soy cumplidor en ese aspecto, aunque nunca a costas de la calidad. Es importante escribir bien, honrar a la palabra con un uso adecuado y nunca sacrificarla en el altar de los plazos o el rendimiento. Al margen de esto, tengo compromisos con días fijos de entrega, como son las columnas que escribo para diferentes medios, que me imponen un calendario y de alguna manera ordenan el resto de la tarea. En definitiva, mi promedio diario de escritura es de entre cuatro y cinco horas, que intento distribuir a lo largo del día, para mantener vivo el deseo. Aunque, nunca escribo de noche. Al atardecer, el escritor se despide hasta el día siguiente.
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Sergio es columnista de los diarios La Nación, Perfil y El Día, todos ellos argentinos.
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Utilizás muchos ejemplos de la historia para ilustrar tus escritos con ejemplos. ¿Cuál es el criterio de selección de los textos?
Busco frases, textos o hechos que hayan sido importantes para mí, que me hayan esclarecido, enseñado o nutrido y trato de compartirlos a través de mis textos, de manera que esa experiencia no quede solo en mí, sino que se amplíe. Cuando un libro me resultó muy importante quiero que lo sea para la mayor cantidad de gente.
Según tu visión, ¿Cuánto hay de cierto cuando se lee por allí que «todo lo que uno se propone lo puede lograr»?
Es una sentencia voluntarista que no refleja la verdad y que desconoce la existencia del límite. Si todo fuera posible, nada tendría valor. Sería cuestión de desearlo para lograrlo y listo. Y si lo valioso es valioso lo es justamente porque pudo no haber sido conseguido. Una cosa es querer y otra cosa es poder. Querer equivale a tener combustible en el tanque del auto. Poder es saber conducir, tener mapas, conocer los caminos y tener un lugar al cual dirigirse. El combustible solo no me llevará. Y sin combustible no podré ir. La integración del querer y el poder es una compleja alquimia que requiere tiempo, aprendizaje, ensayos, errores y tolerancia a la frustración. Frases como “todo lo que uno se propone lo puede lograr” son peligrosas, porque predisponen a la soberbia, a la frustración y a la creencia de quien no la cumple al pie de la letra es un fracasado.
¿Por qué se suele asociar la juventud con la utilidad? ¿Acaso los años no nos dan otro tipo de utilidad?
Vivimos en una cultura juvenista, en la que la mayoría de las personas quedan varadas de por vida en una disfuncional “adultescencia”. Son adultos cronológicos e inmaduros adolescentes mentales. Se toma la juventud como un valor, cuando en realidad es solamente una etapa del ciclo de la vida. Un dato cronológico. Al plantearla así nadie quiere envejecer y se producen situaciones patéticas y ridículas de simulación de eterna juventud, manifestadas en cirugías, mutilaciones, actitudes, vestimenta, lenguajes que terminan por desconfigurar la identidad de quienes apelan a todo eso. La vejez no es una enfermedad, del mismo modo en que la juventud no es un valor. Aun más, llegar a viejo (y serlo) es un logro. Significa haber atravesado una vida, haber construido una historia personal hecha de gozos y de sombras, de alegrías y dolores, haber transitado la existencia. Los viejos saben muchas cosas que los jóvenes ignoran y en las cuales los “adultescentes” serán ignorantes perennes.
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Como periodista, Sergio dirigió importantes medios nacionales e internacionales y brinda conferencias, talleres y seminarios en Argentina, Chile, Uruguay, México y España.
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¿Cuáles son tus hobbies?
He mencionado la cocina. Puedo agregar el ajedrez, la horticultura (tengo mi propia huerta urbana, de la que recojo rúcula, lechuga, achicoria, albahaca, cilantro), el fútbol (ya no lo juego, aunque lo hice durante casi toda mi vida, pero lo sigo con atención y me apasiono con mi querido River Plate).
¿Algún sueño o trabajo pendiente?
Afortunadamente muchos, tanto en el plano de la escritura, del aprendizaje, de los lugares del mundo por recorrer, de las etapas de la vida por vivir. Quien tiene sueños pendientes tiene vida por vivir.
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Si todo fuera posible, nada tendría valor. Sería cuestión de desearlo para lograrlo y listo. Y si lo valioso es valioso lo es justamente porque pudo no haber sido conseguido.
Es exitoso quien vive de acuerdo con sus valores, quien se hace cargo de las consecuencias de sus actos, quien no traiciona sus principios por muy tentadoras que sean las ofertas para abandonarlos
Quien tiene sueños pendientes tiene vida por vivir.
Gracias Sergio.