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She´s Not There

La vida está llena de misterios que no tienen explicación. Y no creáis que hablo del bosón de higgs, ni del cierre de Guantánamo, ni siquiera de la extraña pareja que forman la rana Gustavo y la cerdita Peggy. Hablo de estos misterios cotidianos del día a día que ni el mismísimo Maigret sería capaz de resolver. Desapariciones hogareñas que no tienen respuesta o si la tienen se escapan a nuestro entendimiento, como esta misma primavera que nos han robado. Calcetines que devora la lavadora, cables que cuando los necesitas ya no están en su sitio donde estuvieron siempre y donde tendrían que estar, cargadores, colgantes o usb’s… lo que sea. Desapariciones que te vuelven loca.

¿Cuántas veces habremos revuelto como posesos en el cajón buscando algo, un algo que no aparece? A mí me suele pasar con el cargador del móvil o con ese cablecito que une la cámara de fotos con la tele. Los DVD… basta que tenga un especial interés en ver una peli para que no aparezca ni viva ni muerta, por más que busque y rebusque en su estantería o en el disco duro.

Al final siempre acabas dudando de ti misma y de tu propia memoria, tan tramposa. ¿Llegué a tener de verdad alguna vez esa película? Otra vez tu autoestima tocada.

Soy una calamidad, es verdad, los que me conocen bien lo saben. Cada vez que me meto en la cama amanezco sin un calcetín, no sé si tragado por las sábanas, el edredón o la propia mañana. Puedo perder cuatro veces al día el móvil, me desaparecen ficheros del ordenador y hasta mi red wifi cambia de nombre y contraseña sin explicación, desesperada no solo yo, también todos los que me rodean, los que me padecen. Fundas de las gafas, broches, libros… El sofá parece tragárselo todo: desde el mando a distancia a una libreta y por supuesto, mis ganas de levantarme en toda la tarde.

No soy yo la única, lo sé. Un amigo anda loco aun buscando una agenda del 2009, una moleskine preciosa llena de notas, dibujos, viajes y fechas. Y aunque él no lo reconozca, seguro que también el teléfono de alguna ex. Porque una cosa está clara: en toda buena agenda, siempre está el teléfono de alguna ex escondida entre sus páginas, dispuesta a volver a la luz, a regresar… no falla. Y aunque ha buscado hasta en el contenedor de debajo de su casa estoy segura de que la agenda terminará apareciendo cuando menos se lo espere; porque ese tipo de cosas el tiempo acaba devolviéndotelas justo cuando ya te has acostumbrado a su ausencia, cuando ya nada importan, cuando ya nada significan. Cosas a las que dimos demasiada importancia cuando no la tenían, amores perdidos o esa vieja pulsera deslucida y sin brillo que aparece de pronto en el último bolsillo del abrigo.

Amores que ahora, como si tal cosa, llaman a nuestra puerta sin permiso, cuando ya hemos dejado de soñar con el pasado y hemos ya rellenado casi todas las ausencias y más de una nostalgia.

Mientras los recuerdos juegan al escondite y el cargador del móvil sigue sin aparecer, sigo preguntándome dónde irán todas esas cosas que se pierden… Dónde va ese abrazo que nunca llegaste a dar, como en aquella canción, dónde irán todas esas cosas que nos juramos aquel verano… Y seguro que mi querido amigo acabará encontrando su moleskine del 2009, con aquella ex, renovada y dispuesta, dentro.

Y yo seguiré rebuscando en el sofá, por si acaso aparece de nuevo aquel ex…

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